Ya lo decía Leonard Lauder, presidente emérito de la marca de cosméticos Estée Lauder. En el momento en el que sube la venta de pintalabios de color rojo, o bien se aproxima una crisis o directamente estamos en ella. Yo llevo años apostando por el rouge sin importarme el qué dirán y, de hecho, tengo una camiseta que dice “Toujors les lèvres rouges”, o sea, “los labios siempre rojos”, toda una declaración de intenciones que siempre anima mi día.
Damos por sentado que la manera de expresarnos externamente no debería suscitar debate y, mucho menos, en la clase política como, sin embargo, así ha ocurrido en Portugal cuando el candidato ultraderechista André Ventura criticó a Marisa Matías, eurodiputada del Bloco de Esquerda, por llevar los labios pintados de rojo. Lo más sorprendente es que, días antes de las elecciones del 24 de enero, le acusó de “parecer una muñeca”.
Ese tono infantiloide, faltón, maledudacado y displicente, ha supuesto que la ciudadanía lusa, políticos de todo signo e intelectuales (a nivel internacional) hayan impulsado la etiqueta #VermelhoemBelem (Rojo en Belem, lugar de residencia del presidente de la República) para apoyar a Matías. Incluso la periodista española, Pilar del Río, compañera de vida del Nobel José Saramago, y cuya residencia está en Lisboa, reflexionaba en las redes (pintalabios en mano) “que es muy interesante que un insulto se haya convertido en una reivindicación de democracia frente a un candidato que claramente no es demócrata”.
Y es que la palabra clave es esa, “insulto”. Reiteradamente, cualquier acto cotidiano, físico, simbólico o testimonial, realizado por las mujeres, puede ser tornado por mentes difusas en objeto a batir aludiendo que va en contra… de lo que sea que ellos consideren que ha de ser “la realidad”. Ridiculizando la situación o actuando con violencia contra la misma. Cuando un hombre se siente aludido por un cartel, por un mensaje contra la violencia de género o por unos labios rojos tiene mucho en qué pensar y, claramente, queda mucho por hacer.
Tal y como dijo el gran Eduardo Galeano, “El miedo de la mujer a la violencia del hombre es el espejo del miedo del hombre a la mujer sin miedo”. Y, por más increíble que parezca, hay quien tiene miedo del color rojo… Por lo que supone y lo que representa, aunque lo disfrace de insulto. Mi consejo, por supuesto, está claro: toujours les lèvres rouges. Siempre.
Comentarios: Sin respuestas