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10 septiembre 2021  |  Por La Giganta Digital

Suicidio: la epidemia silenciosa

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TEXTO: Inmaculada Ramírez Marchena

Mi nombre es Inmaculada y soy psicóloga. Como el resto de la población estoy viviendo un momento bastante confuso de impacto social. Nos ha rodeado una pandemia mundial que apareció como de la nada, nos obligó al mundo entero a confinarnos, a cambiar nuestras costumbres, nuestras formas de vida, a dejar de socializar, de normalizar, a encerrarnos, a trasladar en muchos casos nuestros trabajos a casa, a mantener relaciones con el mundo a través de balcones, teléfonos o redes sociales. Ha generado una situación disruptiva, que ha provocado altos niveles de estrés individual y colectivo. Para muchas personas ha implicado una situación bastante trágica por las pérdidas que han tenido que afrontar: perdida de seres queridos, de la salud, de la vivienda, de bienes, o del empleo. A vivir situaciones extremas como el caso de mujeres víctimas de violencia de genero que se han visto obligadas a estar encerradas con su maltratador.

A nivel personal hemos visto que han surgido manifestaciones emocionales como ansiedad, desconfianza, angustia, temor al contagio, irritabilidad, sensación de indefensión, etc a lo que hay que añadir las reacciones de rechazo y estigmatización a las personas que dieron positivo en Covid-19, al ser esta una enfermedad bastante contagiosa, nueva y además desconocida.

Los efectos de la pandemia afectan a todos, pero no por igual, puesto que depende de las condiciones de vulnerabilidad individual y social y también de las capacidades personales e institucionales personales para afrontarla. Bien es cierto, que los profesionales de la salud mental hemos asistido y estamos asistiendo a un aumento muy significativo de ansiedad, depresión, estrés e incluso trastornos más graves.

Somos testigos de un hecho muy alarmante como son el incremento tan escalofriante del número de casos de suicidio, tentativas de suicidios y autolesiones. Quiero resaltar que el suicidio es muerte no natural, es decir muerte consentida y provocada por la persona, es consciente de quitarse la vida.

En el año 2019, 3.671 personas murieron por suicido, de los cuales 900 eran mujeres, cifra que ha superado a las muertes por accidentes de tráfico. Los datos son alarmantes y escalofriantes: El suicidio se ha convertido en la principal causa de muerte no natural entre jóvenes de 15 a 25 años. Hay un suicido cada hora y media, en España se producen 10 suicidios diarios y las tentativas se disparan entre los jóvenes, ¿qué está pasando?

Durante el año 2020 y lo que llevamos de 2021 hemos convivido y convivimos con dos pandemias, una que podemos ver y con efectos mundiales, la provocada por el Covid-19 Y otra llamada “epidemia silenciosa”, la del suicidio. Pero esta no es desconocida como la del covid 19 que era totalmente nueva, que nos cogió por sorpresa, sin los recursos y medios necesarios para afrontarlo y sin saber los profesionales cual iba a ser su comportamiento, esta si es una epidemia ocultada, silenciada. Pero, con la diferencia de que los profesionales de la salud mental si sabemos cómo actuar, si sabemos el protocolo a seguir, cuales son los medios que hay que utilizar y cuáles son los recursos con los que contamos, el problema es ahora que la población no tiene acceso a los recursos porque desde la administración no se facilita el acceso. Y, hay salida y forma de prevenir estas muertes.

En España, desgraciadamente, se invierte lo mínimo en salud mental, es el único país en el que no contamos con un plan nacional de prevención del suicidio, hay 9,8 psiquiatras por cada 100.000 habitantes, frente a los 17,2 de media de la UE y el Reino Unido, y 16,2 psicólogos clínicos frente a 29,9. La ratio de psicólogos es mínima y es necesario readaptar los servicios de atención primaria para que puedan atender de la forma más adecuada los requerimientos sanitarios que la población plantea, hay que acercar la salud mental a la salud general.

¿A qué nos enfrentamos?

A una tasa de 250% de suicidios y autolesiones en jóvenes, algo nunca visto y que está estrechamente relacionado con la covid 19. A un aumento, durante el confinamiento, del 244,1% de la ideación suicida, a un 280,6% de ansiedad y un 212,3% de baja autoestima. A que, en 2020, sin haber aun datos definitivos, en los 5 primeros meses se han quitado la vida 1.343 personas. La franja de edad más afectada es la de personas entre 30 y 39 años. Seguidos por la franja de 50 a 54 años y por la de entre 45 y 49 años. Y ahora hay que añadir la de jóvenes de entre los 15 y los 29 años, con 307 muertes por suicidio. Y que en el caso de las chicas han subido un 200%

Hay que prestar también mucha atención a las tentativas de suicidio. Sabemos que los datos reflejan que se suicidan más hombres, pero las tentativas de suicidio en las mujeres son mucho más elevadas; y que la relación existente entre suicido y violencia de género es una realidad bastante ignorada en medios de comunicación y estudios estadísticos. La situación de confinamiento vivida por las mujeres víctimas de violencia de genero con su maltratador han provocado situaciones extremas.

¿Qué está pasando?

Los factores de riesgo del suicidio han aumentado en la pandemia: soledad, precariedad, miedo a la incertidumbre del futuro, la cercanía de la muerte, la no superación de duelos, el aislamiento social pero aislamiento social no solo de familiares y amigos sino el aislamiento dentro del domicilio familiar, en el caso de los jóvenes el uso exagerado de las redes sociales y video juegos. Hay un hecho que debemos destacar y es que al aislamiento que por razones sanitarias hemos vivido, se le añade el aislamiento que algunas familias se han impuesto dentro de sus domicilios, familias que han convivido solo lo esencial, niños y adolescentes en sus habitaciones conectados a redes sociales y/o video juegos, falta de comunicación entre los miembros de las propias familias.

Los jóvenes están viendo el suicidio como una salida, como una forma de regular sus sentimientos, sus emociones, para disminuir el sufrimiento. En este punto me gustaría resaltar el flaco favor que se hace, en algunas ocasiones, al tratamiento tan frívolo que se hace del mismo en algunos medios de comunicación, en las series de tv que la juventud consume y en las redes sociales que ellos dominan.

¿Qué podemos hacer?

  • Plan de prevención del suicidio y formación.

Los expertos creen que debe existir un plan concreto de prevención del suicidio. Plan que recoja acciones en todos los ámbitos, desde el sanitario hasta el educativo o familiar.

La formación de profesionales y los talleres en colegios e institutos son esenciales. Y por supuesto que hay que llegar a las familias, hay que lograr que los padres hables con sus hijos de esta realidad, al igual que lo hacen de drogas o de temas de educación sexual.

  • Presupuesto e inversión en salud mental.

Ya lo hemos dicho anteriormente, hay que invertir en salud mental, hay que aumentar el número de psicólogos y reajustar la atención primaria.

  • Teléfono para la prevención del suicidio.

Por muchos medios se reclama la creación de un teléfono de tres dígitos para atender estos casos. Debería funcionar de forma parecida al 016, y que fueran profesionales los que atendieran estas llamadas.

  • Educación emocional, hablar y desestigmatizar.

Una de los puntos más importantes es que hay que dejar de tratar el suicidio como un tabú, no hay que censurarlo, hay que hablar de ello para así ser conscientes de la magnitud del problema, para concienciar y dar a conocer que el suicidio e ideas suicidas no es una enfermedad mental, solo así podremos prevenirlo no solo desde el ámbito sanitario sino también desde el social, hay que entender y estudiar la importante influencia e interacción que las nuevas tecnologías de información y comunicación ejercen en la salud de las personas, especialmente en los jóvenes.

Hay que invertir, hay que sensibilizar a la sociedad, a que poner medios, hay que informar y formar a los profesionales (médicos, educadores, profesores, maestros etc.), utilizar los medios de comunicación, etc. Tenemos el caso de Dinamarca con la ratio más alta de Europa y tras una política bastante agresiva la tasa bajo muchísimo. Me pregunto si en España se puso en marcha la campaña de la DGT, ¿por qué no hacer una campaña en prevención del suicido?

  • Ayuda a los supervivientes.

No hay que olvidar a las familias, las personas que se quitan la vida emiten señales y saber cuáles son es fundamental pero, además, los suicidios dejan muchas cicatrices y secuelas en las familias. El sentimiento de culpabilidad, de no saber escuchar, de no haber sido conscientes… Esto es un trabajo muy urgente que hay que hacer.

10 de septiembre

Día Mundial de la Prevención del suicidio desde el año 2003 y, dadas las cifras tan alarmantes que nos rodean, no olvidemos que el suicidio es un acto deliberadamente iniciado y realizado por una persona en pleno conocimiento o expectativa de su desenlace final. Tomemos conciencia de ello: Que es falso que la persona que realmente quiere acabar con su vida, no avisa (muchas personas avisan sobre sus intenciones aunque no sea de forma verbal). Que es falso que las personas que se suicidan son “egoístas” o “valientes” (la conducta suicida no es egoísta ni valiente. Está vinculado a un alto grado de sufrimiento). Que es falso que hablar con una persona sobre suicidio, la pueden incitar a hacerlo (hablar de suicidio puede ser una posibilidad para que las personas analicen sus propósitos destructivos). Y que es falso que la persona suicida tiene que sobreponerse, “echarle ganas” y salir adelante. (El sufrimiento emocional que tiene el suicida no es voluntario, no es suficiente tener fuerza de voluntad para superarlo. Requiere atención de un profesional).

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