Sara Mesa, nacida en Madrid pero residente desde niña en Sevilla, suena desde hace tiempo como una de las escritoras más reconocidas del panorama literario actual. Su mirada es difícilmente olvidable.

Esta entrevista transcurre durante la última Feria del Libro de Sevilla (FLS), que ha premiado su trayectoria. Acude puntual a la cita y se disculpa porque tiene que marcharse pronto a un acto programado. Se la intuye reservada y auténtica. Y no rehúye ninguna de las preguntas sobre el proceso literario y fuera de él.
– En esta edición de la FLS te han premiado. ¿Te sientes halagada, en el sentido de llegar a más lectores y lectoras?
– Me siento halagada cuando me fallan en un premio al que no me he presentado y donde se ha tenido en cuenta mi trabajo, siempre es un honor. No sé qué correspondencia tiene a la hora de ganar lectores, creo que mal no viene, pero no es algo que yo he buscado sino que es un reconocimiento, entiendo, a una serie de libros, a un conjunto de obras, que a mí me alegra mucho, claro.
– En tu carrera literaria o como escritora hay un punto de inflexión con premios quizás.
– Más que con premios grandes, fue la entrada en Anagrama, que fue efectivamente a raíz de ser finalista del premio Herralde. Pero lo que marcó el cambio fue la editorial y todo lo que supone a nivel de distribución visibilidad y todo eso.
Creo que los premios son un arma de doble filo. Yo empecé presentándome a premios para publicar. Quizá me he explicado mal. Quiero decir que los premios no son como los premios en la Feria del Libro o cualquier otro premio que se reconoce a lo hecho, sino que hay premios que muchos escritores utilizamos como palanca para publicar porque es complicado, si no tienes publicaciones previas, que te lean.
Entonces creo que ese mecanismo es un poco raro después de todo. Primero te dan un premio para poder publicar, pero así de hecho empecé yo.
– Por lo que he leído no te gustan las etiquetas, circunscribirlo todo a través de ellas. Pero profesionalmente, ¿cómo te consideras? ¿eres escritora, otra cosa…?
– Yo me dedico a muchas cosas. La vida no es solamente trabajo, lo que te da el dinero… Pero uno de mis trabajos es la escritura. Más que definirme como escritora, que también lo soy, me siento como una persona que escribe porque creo que esa expresión, representa mejor lo que significa un proceso. Y yo siento que estoy en un proceso, no siento que haya llegado a ningún lado. Por simplificar, cuando a mí me preguntan, digo que soy escritora, pero tengo más la sensación de que soy una persona que escribo y que la escritura impregna mi vida en muchas de sus facetas.
– ¿Por qué escribes?
– Esa es la gran pregunta y cada vez digo una cosa distinta… Yo escribo para saber por qué escribo. La escritura para mí es una indagación, una búsqueda… Lo entiendo así, de alguna manera a través de la escritura exploro la parte de la vida que me inquieta o que no comprendo. Así que me sirve como eso, como una indagación. Lo que ocurre que esa indagación y el producto que surge de eso que son los libros me gusta compartirlo con los lectores y lectoras, creo que no se trata de una escritura ensimismada que yo escriba para ayudarme, para entenderme, que sería una escritura muy terapéutica, sino que escribo también para compartir esa búsqueda con otra gente.
– He leído Cicatriz, que parece que es el libro que más gente ha leído… Me ha gustado. Me gusta tu estilo, porque creo que es muy particular, es tuyo y eso es muy difícil de conseguir por ser capaz de crear un universo propio literario. ¿Cómo es tu proceso? ¿Es como si hubieras leído y todo lo que hubieras leído y hecho en ese momento te prepare para hacer tu escritura…?
– Eso que dices del estilo es un elogio porque creo que al final lo que intentamos conseguir todos es una voz propia. Yo, de hecho, no sé si todavía lo he conseguido pero sí siento que estoy en el camino, y en mi caso es un poco también ensayo-error, partiendo no de premisas prefabricadas pero sí de mucha intuición. He ido probando y he ido arriesgando y ha habido cosas en el estilo mío que he notado que no funcionaban y las he ido desechando y me he ido centrando en aquella forma de escribir con la que me he sentido, ya no digo más cómoda, sino más auténtica, que representaba mi manera de estar en el mundo…
Entonces nunca tengo muy claro qué es lo que voy a escribir, siempre como digo existe un historial de búsqueda cuando estoy escribiendo y el libro se va haciendo a medida que se escribe. Creo que quizás esa falta de pretensión previa es lo que hace que mi estilo sea el que es.
– ¿Se puede entender que ves la escritura como un oficio?
– Se puede entender así porque, de hecho, hay muchos escritores que lo entienden así, y les funciona y en muchos casos son escritores muy notables. Pero en mi caso no funciona así. Soy una persona bastante constante y, en cierto sentido, bastante productiva (tengo ya publicados bastantes libros), pero no lo concibo desde esa perspectiva un poquito funcionarial, es decir, todos los días volcar una serie de páginas sea como sea.
– ¿Y en qué te inspiras?
– Es una mezcla de cosas. Básicamente en lo que observo a mi alrededor e intento de manera natural abstraerlo. Por ejemplo, comportamiento y situaciones de la sociedad actual, me parece que son representativos de otras muchas épocas y me interesa mucho la naturaleza humana, que me parece que es un campo de exploración infinito. Nuestros mecanismos de defensa a las relaciones de poder, amistad, familiares…, cómo funcionamos, cómo nos relacionamos, qué tipo de cosas contamos y qué callamos, cuáles son nuestra solidaridad y nuestras traiciones… Todo eso me parece que es inagotable. Eso se manifiesta en la sociedad de una manera muy determinada y yo lo observo como cualquier otra ciudadana. En ese sentido, no tengo una capacidad de observación mayor, pero sí que intento con eso abstraerlo y hacer algo más general, más universal.
– Pienso que estás retratando un tiempo, una época, unas características, unas demandas… pero es verdad que a lo mejor no se puede definir como crítica social pura y dura sino que es literatura. ¿Tiene algún papel tu entorno, el barrio en el que vives? Porque al leerte pienso que en realidad podría suceder en cualquier ciudad. Retomo ese punto ‘universal’, algo muy interesante para cualquier lector o lectora del mundo mundial.
– Creo que lo ideal es que ocurra esa especie de equilibrio entre lo que nos rodea y nos toca cada día, nuestra cotidianeidad. En mi caso es imposible sustraerme al lugar donde nací, donde vivo, el tipo de familia en el que me he criado, a mi sexo, a mi edad, a mi circunstancia… Eso es lo que ha hecho que yo sea quien soy. Y eso, inevitablemente, se trasvasa a la escritura. Pero eso debe alcanzar un equilibrio con algo que trascienda porque al final solamente hablaría de mis cosas y de mi visión del mundo, de mis problemas y de mi interioridad. El impulso de la escritura sale de esa interioridad que somos y que nos moldea, pero apunta hacia fuera, tiene que dialogar con el resto del entorno, ya sea más cercano o más lejano. Por lo menos creo que esa es la aspiración de mucha gente que escribe y la mía también.
– Se piensa que eres una de las figuras más talentosas de tu generación…
– Pero eso son etiquetas priorísticas a las que tampoco hay que darle mucha importancia. Si buscas en Google hoy en día a cualquier escritor de mi generación te va a salir lo mismo. Porque además la prensa es muchas veces muy dada a poner ese tipo de etiquetas, que muchas veces perjudican más que ayudan porque ponen a la gente en contra. Si te dicen “esta es la gran esperanza de la literatura española”, el lector va predispuesto a pensar “bueno, ya veremos”.
Pienso que todo es más a largo plazo y tampoco los escritores tenemos la culpa de muchas cosas que se dicen de nosotros. Si se dicen cosas demasiado elogiosas, la gente puede pensar “se lo ha creído”, aunque yo no haya dicho nada. Pero me pasa a mí y le pasa a más gente.
Si tuviéramos que hacer una lista de las promesas de la literatura de mi generación te saldrían varias páginas…
– ¿Cuándo serás una escritora consolidada? Ya has escrito unos cuantos libros… ¿Cuándo publiques 50?
– Es algo extraño. Es como que la edad de la juventud se ha alargado. Es consecuencia de la infantilización de la sociedad. Tengo 41 años y, evidentemente, ya no soy una persona joven, tampoco soy una anciana, esto es una madurez, es innegable. Y creo que esa madurez también está en mi obra, ya he escrito un montón de libros…
Cuando hay gente que dice “he descubierto a Sara Mesa”… Llevo escribiendo desde mucho antes, pero empecé en editoriales que tenían mucha visibilidad… Pero es lo que tú dices. Suscribo todo eso.
– Entiendo que tú haces literatura para todo el mundo, no literatura femenina.
– Por supuesto. Ese es el gran problema de los que escribimos. Parece que lo que escribimos lo escribimos solamente para otras mujeres y la etiqueta de literatura femenina en ese sentido es muy perniciosa, porque da la sensación de que es para mujeres. Y no reniego de mi condición de mujer. Ya he dicho antes que una de las cosas que me hace escribir como escribo es que soy mujer y mi mirada, inevitablemente, va a estar marcada por eso.
Y además soy luchadora porque pienso que no hay igualdad en el mundo todavía pero a nivel literario tampoco. Pero el mayor problema es pensar que lo que escribimos es para nosotras y hacer una especie de gueto. Por mucho que se ponga de moda decirlo y hacerlo, pues mal si es una moda, porque no se trata de una moda, se trata de instaurar una normalidad.
Cuando yo escribo quiero pensar que escribo para todo el mundo, aunque yo he leído y me he formado con un canon predominantemente masculino que he sentido mío, quiero que pase también de la otra manera.
– ¿Has tenido alguna experiencia o percepción machista que te afectara en tu trabajo?
– Que me afectara a mí directamente, no he sentido nada fuera de lo normal. Mi trayectoria ha sido una combinación de trabajo y de suerte. Agradezco muchas cosas que me han pasado y eso es innegable. Pero me viene una reflexión sobre las cosas que no se ven tan fáciles. Te podría decir que una vez un crítico literario dijo un comentario materialista y despectivo de mi obra por ser yo mujer, eso se ve; pero luego hay otra serie de cosas que no se ven que son las mesas donde no te llaman, los premios que no te dan, los editores que no se fijan en ti, los lectores que no se fijan en ti. Y, a ese nivel invisible, estoy convencida de que si yo hubiera nacido hombre mi situación sería diferente. Aunque no me quejo de mi situación actual, que estoy satisfecha con ella, pero no es tan fácil de calibrar.
– Los personajes femeninos tienen peso en tu literatura. ¿Eres consciente o es tu mirada?
– Conscientemente yo intento darle el mismo peso a todos los personajes: sean masculinos, femeninos, niños, ancianos… Porque los personajes son los que crean la historia. La mala literatura se define porque los personajes están puestos al servicio de la historia, de una idea previa o de un argumento que se quiere demostrar, una trama que quiere enganchar al lector y el personaje está vacío, no tiene entidad. Es lo que se llama un personaje plano. Creo que eso hay que trabajarlo a todos los niveles.
Los personajes femeninos, por el lugar que la mujer ha ocupado en la sociedad tradicionalmente, han sido más maltratados todavía porque se ha reducido a esposa que está de fondo, o de detective ‘cañón’ que ayuda al detective hombre a resolver el caso… Un montón de estereotipos.
– ¿Te importa mucho la crítica literaria?
– Tengo en cuenta la crítica literaria profesional y seria, que considera que utiliza las herramientas que debe tener toda crítica. Por supuesto, tengo mucho que aprender. Y tengo en cuenta las opiniones de los lectores y de mis editores. No soy una persona cerrada a eso. Tengo muchísimas dudas de partida, con lo cual es inevitable a que todo eso le haga caso.
Al mismo tiempo, tengo cierta creencia en lo que hago, porque si me dejara consumir por la cantidad de dudas que tengo, no escribiría ni una línea. Hay una tenacidad por mi parte de seguir hacia delante pero sí escucho la crítica.
– Pienso que creas un universo inquietante porque te centras en la realidad para trascender lo superficial. Creo que se desprende que ni la esencia ni las relaciones son idílicas. Es algo real, no es que sea pesimista. ¿Eres consciente de ello?
– Yo lo entiendo como algo positivo. No se trata de que tenga una mirada especialmente oscura ni que trate de incomodar al lector ni nada, pero me gusta ver lo que hay detrás de las cosas. Una imagen que serviría para eso es pensar, por ejemplo, en la camisa que llevas tú o que llevo yo, si le das la vuelta tiene unas costuras y ves cómo está eso hecho. No es tan bonita como es al derecho, pero también es la camisa. Es un poco eso, darle la vuelta a las cosas, para ver las costuras que tiene, los fallos que tiene y las debilidades. No porque yo tenga una especial vocación de señalar ni nada, pero sobre lo que está bien, no me estimula escribir. Me alegro de un montón de cosas, soy una persona positiva, creo, en general, pero lo que me lleva a escribir son las cosas que me inquietan.
– Escribes también narrativa corta, como el cuento. ¿Te sientes cómoda en ambos géneros como son el cuento y la novela? Se dice que se notan más las lagunas de estructura en el cuento. ¿Qué opinas de ello?
– No. A mí me interesa en general lo breve y me siento muy cómoda. Cada escritor tiene una respiración propia y no se puede decir que sea más complicado el cuento o la novela. Pero esa idea de que la novela pueda camuflar ciertas carencias parte de no tener en cuenta que hay novelas que son perfectas de principio a fin y tienen muchísimas páginas con una arquitectura complejísima que por ejemplo yo soy incapaz de sostener. Yo me siento más cómoda en la brevedad, me siento más cómoda en el género del cuento y en la novela que, hasta el momento, son novelas de extensión breve o media. No he escrito nunca novelas muy largas porque no es mi respiración.
– Proyectos futuros…
– Voy a sacar una novela en el otoño-invierno, no sé la fecha exacta, pero no puedo decir más.
Se refiere a ‘Cara de pan’, que presentará en septiembre en el Bookstock de Cicus.
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