TEXTO: Rafael Calero Palma (escritor y poeta).
Tengo el gran placer de compartir esta entrevista que hemos llevado a cabo con una escritora de una gran calidad, cuya obra me parece absolutamente personal y tremendamente interesante. Una poeta a la que admiro y leo con pasión. Se trata de la poeta, investigadora y docente Rosa Morillas Sánchez (Jaén, 1964), que estos días publica su nuevo poemario, que responde al nombre de Catatónico amor, que edita la editorial granadina Esdrújula Ediciones. Rosa es doctora en Filología Inglesa, y se gana la vida enseñando Literatura de los Estados Unidos, en la cual es una gran experta, en la Universidad de Granada. Rosa ha publicado numerosos artículos académicos sobre distintas figuras de la literatura norteamericana, sobre todo, sobre el poeta Stephen Dobyns, al que ha dedicado muchas horas de investigación y sobre el que versó su tesis doctoral. En el terreno de la poesía, la poeta jienense ha publicado hasta la fecha los poemarios De lo cotidiano (Área de Cultura del Ayuntamiento de la Zubia, 2006), Desamor y distancia (Alea blanca, 2009) y Catatónico amor (Esdrújula Ediciones, 2022), su obra más reciente, que ha sido presentada en la Feria del Libro de Granada, recientemente. Nos hallamos, pues, ante una poeta sólida, que avanza paso a paso, pero con gran firmeza. En mi opinión, cada uno de sus libros va ganando tanto en calidad como en originalidad. Amigas y amigos, os invito a que conozcáis un poco mejor a esta singular poeta andaluza y a que busquéis sus libros y los leáis con detenimiento para así adentraros en su universo literario y en su exquisita obra poética. Con todos vosotros, Rosa Morillas.

– Rosa, cuéntanos cómo llegaste al mundo de la poesía. ¿Te gustaba desde niña? ¿qué autores te interesaron en tu primera aproximación a la poesía?
– He llegado poco a poco y lentamente. Siempre he tenido una querencia por la poesía, pero es lo que yo llamo una querencia interior. Creo que para mucha gente es difícil acercarse a la poesía porque cuando se estudia en los primeros niveles de enseñanza se la relaciona con una estética elevada, de difícil interpretación y que requiere un esfuerzo de lectura. Pero es cierto que cuando te atrapa, lo hace para siempre. Cuando yo estudiaba Literatura en el colegio nos enseñaban poemas, de corte muy clásico, que servían de ejemplo para estudiar figuras retóricas, esquemas métricos, etc. Y parecía que siempre tenía que ser así, que la poesía iba unida irremediablemente a una rima muy audible y a un lenguaje que había que descifrar con no poco esfuerzo.
Pero descubrí que existían poemas que entendía. Entendí a Bécquer a la primera, o creí entenderlo, y entendí la universal metáfora de la vida en Jorge Manrique. Me daba mucha satisfacción ver que esos poemas me llegaban sin que nadie me los explicara; que intuitivamente descifraba el significado de las metáforas aun sin tener que reconocer el tropo. Además, eso me daba la posibilidad de ver las cosas que me rodeaban como algo más sugerente; que cotidianamente utilizábamos metáforas sin pretenderlo. Me daba cuenta de que ciertos poemas me gustaban porque también me apetecía memorizarlos, pero lo hacía con una melodía interior, como si yo en mi cabeza les pusiera música. Era como un juego, un entretenimiento. Lo que ocurre es que los poemas que no entendía, que eran muchos, no me gustaban. Entonces nunca fui de niña una lectora de poesía. Pero sí que me gustaban mucho Gloria Fuertes y María Elena Walsh. Luego, de adolescente, seguía gustándome Gloria Fuertes y eso parecía una anomalía. En general se la relacionaba con sus rimas de animalitos y con un imaginario eminentemente infantil. Pero Gloria Fuertes es mucho más que la rima de jardín de infancia. Tiene una poesía muy interesante, muy comprometida y de gran factura poética. Lo que ocurre es que en nuestro país tradicionalmente no se ha apreciado lo diferente.
– Imagino que, como suele ser habitual, fuiste lectora antes que escritora. ¿Cómo y cuándo empezaste a escribir tus primeros versos? ¿qué obras fundamentales te influyeron en tu decisión de acercarte a la literatura?
– Empecé a escribir tarde, se puede decir. De adolescente escribí algunos versos, siempre sin rima, que pensé que no eran versos precisamente por esta razón; pero sin más pretensión que la terapéutica; un desahogo después del primer desengaño amoroso adolescente; la pérdida, el desamor y el yo como centro. Aunque estudié el Bachillerato de ciencias puras, como se le llamaba entonces, siempre me apasionó la lectura. Aparte de devorar a Miguel Delibes desde los 13 años, tenía una querencia por lo poético. Me gustaba Miguel Hernández (escuchaba cómo Serrat musicalizó sus versos y me extasiaba.) Me gustaba traducir las letras de Bob Dylan; y Silvio Rodríguez me emocionaba profundamente.
Ya en la facultad leí a Neruda, Lorca, Cernuda. Entonces fue cuando me di cuando de que la poesía me gustaba porque podía hacerla mía. Me identificaba con lo que leía y eso me gustaba.
Por circunstancias de la vida, y después de estudiar células, ecuaciones, integrales, protones y las leyes de la física en Bachillerato y COU, empecé Filología Inglesa. El primer año (en el que paradójicamente no vimos nada en inglés), vino un profesor de la UGR (yo estaba en el entonces Colegio Universitario de Jaén) a dar una conferencia, y utilizó como ejemplo el poema de William Carlos Williams This is just to say. Mi fascinación por ese poema fue inmediata. Ese fue el poema que me atrapó y me hizo dedicarme a la enseñanza de la Literatura de los Estados Unidos, pero también fue el que me hizo ver que la poesía era un objeto tangible, lejos de mitos, musas y artificios; un poema podía ser una nota que se deja a alguien encima de la mesa. Es esta accesibilidad de cierto tipo de poesía lo que me hizo querer acercarme a ella; el que una simple nota pueda sugerir interpretaciones tanto domésticas como morales o filosóficas; que no tenga que haber una interpretación única o sesuda; que abra los canales de la imaginación.
Pareciera que la poesía fuera algo enrevesado que se resiste a la interpretación, pero no tiene que ser así necesariamente. Como decía Stevens, “el poema debe de resistir la inteligencia”. En este sentido, creo que es la imaginación, más que la razón o la inteligencia, lo que da sentido a la poesía.
Es la imaginación, más que la razón o la inteligencia, lo que da sentido a la poesía
Rosa Morillas, poeta
Yo reivindico la simplicidad de la poesía. Estoy más próxima a la afirmación de Williams “No ideas but in things» que a la de Stevens “It must be abstract”. La simplicidad no es la simpleza. Hay mucha poesía que cuenta historias: Edwin Arlington Robinson es un maestro a la hora de comprimir un ‘relato’ en un poema. Hay otra poesía que es como un relámpago que muestra una sensación, un sentimiento, una imagen. En cualquier caso, un poema funciona cuando el lector se lo puede apropiar y decir «esto me pasa a mí», o reconoce la imagen como parte de su vida cotidiana. Uno de mis autores fetiche del que hice mi tesis doctoral es Stephen Dobyns. Decía él que la poesía es la más pasiva de las artes. Que el libro se queda en la estantería y él tiene un poema en el que el poema aparece personificado y cobra vida precisamente para romper con ese mito de la pasividad de la poesía.
Aunque yo empecé a escribir más tarde. A finales de los 90 empecé a coleccionar esas imágenes que me asaltaban o que surgían en mi interior como una enfermedad.
Una de las preguntas que se le hacen a alguien que publica un poemario son sus influencias. A mí me da un poco de pudor esta pregunta porque parece que de alguna manera te comparas con estos autores. Yo digo que son los que me hacer querer escribir, los que me inspiran. Por mi profesión quizás, hay muchos que son estadounidenses. Tengo especial predilección por los poetas de la segunda mitad del siglo XX que surgieron de la escuela de IOWA, de esto talleres de escritura creativa, los confesionales. Sylvia Plath, Denise Levertov, Donald Justice o por el tono confesional, en general, en la poesía. Whitman tenía un tono confesional siendo del XIX, y por supuesto, Emily Dickinson. Mi poesía, salvando las distancias, tiene un tono muy confesional.
– ¿Cómo ves la evolución estética y/o temática desde tus primeros poemas hasta tu obra más reciente? ¿te atreverías a establecer el ars poética en el que se fundamenta tu obra?
– En el prólogo de este poemario Catatónico amor Gerardo Rodríguez Salas capta muy bien lo que podemos llamar la ‘esencia’ de mi poesía. Usando la nomenclatura de Nicanor Parra, la califica de ‘antipoesía’ e incide en el uso de un lenguaje simple, alejado de la cursilería y con uso de la ironía. En este sentido, estoy de acuerdo con este término. En mi ‘poema al [des]uso’ establezco, por así decirlo, mi ars poética: «yo no quiero escribir/válgame dios/poemas al uso como hay tantos/prefiero por supuesto antes/huir/de vanos localismos o visiones del pasado…” porque no puedo, como digo, «creer en tópicos manidos».
Esa es la impronta de mi poesía, en general. En cuanto a la evolución estética o temática, percibo que los últimos poemas están escritos más desde la calma; los primeros, quizás, viven en el universo de la rabia y ahora, aunque mantengo un pensamiento litigante, creo que mis poemas habitan más la aceptación. Es lo que tiene cumplir años.
– ¿Qué te inspira a la hora de escribir un poema? ¿sueles tomar referencias de lecturas, artistas, música, cuadros o películas que sean importantes para ti o escribes tomando más en cuenta tus vivencias, el día a día, la sociedad en la que vives, lo que ocurre alrededor…?
– Básicamente me inspira lo cotidiano. No aspiro a vivir grandes acontecimientos con pompa y oropeles, ni a esperar días en el calendario que vengan señalados con letras doradas o estrellas de colores. Me gusta la vida diaria, el café de la mañana. Así que me inclino más a contestarte que me inspira más la experiencia o la vivencia. Cualquier imagen cotidiana puede parecerme sugerente y hacer que salte a un pensamiento y este quede escrito como una hilera de hormigas en el folio. Es cierto que hay lecturas o música, o arte, en general que me inspira, pero me inspira más como estado de ánimo que como catalizador poético. Soy bastante doméstica y terrenal en mi imaginario.
– Hablemos de feminismo y poesía, un binomio que, intuyo, te interesa especialmente y que por fortuna, cada vez es más fuerte y poderoso. ¿Cómo ves esa relación? ¿crees que goza de buena salud? ¿te sientes cómoda en la etiqueta de poeta feminista?
– Empiezo por la última pregunta: Me siento cómoda con esa etiqueta; soy una poeta feminista simplemente porque soy una persona feminista. Y es que no puedo concebirme de otra forma. Poesía y feminismo, o feminismos. Sí, parece que gozan de mejor salud que hace un tiempo, pero quizás por estar cogiendo fuerza o carrerilla también tienen más detractores. Para mí es algo incomprensible. No ser feminista me parece una falta de respeto a la especie humana. Pero el problema es que, a estas alturas, hay mucha gente que no sabe lo que es el feminismo.
– ¿Encuentras diferencias a día de hoy entre la poesía escrita por hombres y la que escribís las mujeres poetas? Si es así, ¿en qué radican esas diferencias?
– En teoría diría que no, pero pensando los poemas que me han marcado, creo que diría que sí. Yo creo que el imaginario de la mujer sigue siendo más doméstico y más ligado a la idea del hogar que el masculino. Temas como la maternidad, el hogar, lo cotidiano de la vida doméstica, el amor en pareja, son temas que imperan en el imaginario femenino. Esto no quiere decir que se perpetúen en el sentido de la tradición o de la poesía convencional. Creo que esas imágenes arquetípicas del universo femenino son poderosas y están ahí, y las poetas las utilizamos, en gran medida, para cuestionar ciertos estereotipos, especialmente los del amor romántico, y desafiar las convenciones sociales asociadas al género.
Esas imágenes arquetípicas del universo femenino son poderosas y están ahí, y las poetas las utilizamos, en gran medida, para cuestionar ciertos estereotipos
Rosa Morillas, poeta
– Alguien dijo alguna vez eso de que “lo íntimo es político”, algo que, en mi opinión, le sienta muy bien a tu obra. ¿Te ves reflejada en esta aseveración?
– Sí. Creo que esa aseveración surge de la segunda ola del movimiento feminista en Estados Unidos en los 70 del pasado siglo. Parece que quedara ya lejano, pero sigue vigente. Somos iguales ante la ley pero no tanto… De esto se trata, de posicionarse. Yo no puedo no ser feminista porque desgraciadamente esta denostada igualdad, que se da sobre el papel, deja traslucir que la realidad es otra y por eso pienso que lo personal es político, porque lo personal nos posiciona en cuanto a la toma de decisiones y nuestras decisiones, aunque no lo creamos, son siempre políticas. Me atrevería a decir que cuanto más personales, más políticas son.
– Según la escritora londinense Zadie Smith, toda novela ha de revelar “información escondida sobre lo personal, lo político y lo histórico”. Cuando leí esta frase en su libro Cambiar de idea, pensé que era una frase que definía muy bien muchos de tus poemas. ¿Qué opinas al respecto?
– No lo sé muy bien. De Zadie Smith me gusta su estilo. Me parece simple, que no superficial, y por eso su prosa llega a quien la lee. Me gusta cómo mira la vida, con curiosidad, y con esa misma curiosidad se mira a sí misma. Creo que por eso dice que la ficción revela información escondida sobre lo personal (y lo político, pues ante decíamos que lo personal es político) y lo histórico. Mi poesía no es necesariamente autobiográfica, pero sí es personal, sí revela mi posición frente a la vida y el devenir de la misma, sí hay que encuadrarla en el período histórico en el que vivo y del que procedo. Por lo que creo que sí hay información escondida o incluso camuflada en las imágenes cotidianas sobre las que se construye mi poesía.
– Como lectora de poesía, ¿qué visión tienes del mundo de la poesía en el Estado español en la actualidad? ¿crees que, como sostenía Bertolt Brecht y cantaron más tarde los Golpes Bajos, son estos malos tiempos para la lírica?
– No, no lo creo. Últimamente el panorama poético está creciendo mucho y aparecen poetas cada vez más jóvenes. Esto es un signo de buena salud poética. Lo bueno de la poesía es que tiene lectores fieles. La poesía no solo se lee, sino que se relee. Lo malo es que no se compra tanto. Creo que hay más tendencia a consumir ficción. Las listas de los más vendidos no suelen estar encabezadas por poemarios.
– Eres profesora de Literatura de los Estados Unidos. Imagino que, en tu doble vertiente de investigadora y lectora, te interesan poetas como la premio Nobel Louise Glück o Linda Pastan. ¿Cómo ves la poesía norteamericana contemporánea escrita por mujeres? ¿nos recomiendas alguna poeta que te haya impactado recientemente?
– Sí, me interesa mucho la poesía escrita por mujeres, especialmente la de tintes confesionales. Y me interesa mucho el contexto histórico y social en el que se crea. Me alegré muchísimo cuando a Louise Glück le dieron el Premio Nobel en 2020. Su poesía es magistral. Su imaginario poético me parece muy interesante: la naturaleza, el amor, la familia. Con ecos de Emily Dickinson y el eco confesional de Silvia Plath; con un verbo sólido, preciso, limpio; y el silencio deliberado, lo sugerente de lo no dicho.
– A Linda Pastan la descubrí más tarde. De ella me gusta la ‘oscuridad’ de sus poemas. Dice que sus poemas son oscuros porque “¿Acaso no está también la luna a oscuras/ la mayor parte del tiempo?/¿Y no parece inacabada la página en blanco/ sin la mancha oscura de los abecedarios?” Me identifico con estas imágenes de la oscuridad como algo inherente a la poesía. Necesitamos de la oscuridad para mirar con perspectiva la luz.
– Me preguntas por mujeres. Yo recomendaría leer a Silvia Plath, Muriel Rukeiser, Elizabeth Bishop o a Sharon Olds. Creo que ellas marcan la poesía que viene después. La segunda mitad del siglo XX fue una revolución poética y ahí tomaron territorio las poetas. De la sociedad estadounidense de los 1950, en la que la mujer era el ama de casa virtuosa, matrimonio perfecto y dos hijos, chico y chica a ser posible, cenas con parejas vecinas en sus porches rodeados de césped, y coches berlina en la puerta, surgen estas poetas de las que se espera que sean ‘adjuntas’ de sus maridos, que deseen la maternidad, que entreguen sus vidas al sacrosanto universo doméstico. Surgen de ahí, pero no son eso; anhelan una vida propia, o al menos su propia ‘habitación’ y tuvieron una lucha más que nada interna porque se posicionaron personal y políticamente. Y eso es muy importante.
Como me hablas de recomendaciones, te diré que últimamente he leído a una poeta de Sri Lanka, Vivimarie Vander Poorten, que me ha gustado mucho. Tiene solamente dos poemarios publicados y su poesía es muy directa y cotidiana; compuesta de imágenes que te asaltan y que transitan por los territorios de la violencia, la guerra, el amor y el dolor de una forma muy contundente y precisa. Esta puede ser una buena recomendación.
Por supuesto, y aunque me has preguntado por las poetas, no puedo dejar de recomendar a Stephen Dobyns, mi autor fetiche, como he dicho antes. Dobyns tienen una facilidad increíble para hacer buena poesía de cualquier tema. Utiliza la pintura, el deterioro del cuerpo, las vísceras, los defectos, la violencia, la enfermedad… para centrarse en el objeto poético. Tiene una poesía muy intrigante e interesante.

– Hablemos ahora de Catatónico Amor, tu obra más reciente. ¿Qué supone este nuevo poemario en el conjunto de tu obra?
– Catatónico Amor, que acaba de salir publicado por Ediciones Esdrújula, es mi tercer poemario, pero contiene una selección de poemas de los anteriores. Aunque mi primer libro de poemas De lo cotidiano, 2006 ganó el premio Cuadernos del Laurel del ayuntamiento de la Zubia, nunca se distribuyó ni salió a la venta. Los ejemplares que han caído en manos de los lectores son un mínimo número que me proporcionaron y que regalé a amigos. El segundo libro Desamor y distancia, (2009) lo publicó una editorial muy local, Alea Blanca, que creo que ya no está activa, y tampoco tuvo una buena distribución. Para colmo de males, he descubierto a raíz de publicar Catatónico amor que no consta en catálogo alguno, y si introduces mi nombre en el buscador para hacer compra on line mi segundo apellido está equivocado. Entonces la decisión fue coger una docena de poemas de cada uno de los libros anteriores; otra docena de poemas inéditos que componen la sección “Para volver”, que es toda una declaración de intenciones, y una parte final titulada “Abeceamario” que es una especie de A-Z con mi imaginario poético. Creo que este libro supone para mí tomar impulso. Doce poemas en cada parte, porque son poemas muy domésticos y siempre me ha llamado la atención que las cosas del hogar, alimentos, menaje o ajuar, se contaran por docenas; y también he querido hacer un guiño a mi hija, que tiene doce años. Este poemario ha sido como un impulso para dejar de vivir la crianza tan intensamente y encontrar de nuevo una habitación propia en el universo de la poesía. Creo que los poemas que habitan este “Para volver” son poemas escritos desde una posición más calmada, desde la aceptación. La pandemia, inevitablemente, me ha hecho ver ciertas cosas de una forma diferente, he vuelto a sentir la necesidad de la poesía; el haber cumplido años y sufrido varias pérdidas también. Esas emociones impregnan algunos de los poemas de esta parte, pero especialmente los que estoy escribiendo últimamente.
– ¿Algo que añadir para cerrar esta entrevista?
– No, solo darte las gracias. Y quizás, incidir en este hecho. Cuando la poesía forma parte de tu vida está ahí, aunque haya un paréntesis. Por eso en este momento afirmo: sí, quiero volver a la poesía.
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