Marisa, Adriana y Antonia son voces de mujeres resistentes ante la explotación laboral y sus formas de violencia, que forman parte de Mujeres Supervivientes. Ellas hablan por sí mismas para La Giganta digital.
Marisa Delgado: Ofertas de trabajo para mujeres pobres
Normalizar que las mujeres pobres trabajemos sin derechos es violencia. Ofrecer trabajos donde se vulneran nuestros derechos es violencia. Me gustaría saber qué pasa por la cabeza de una persona cuando plantea una oferta de trabajo sin contrato ni ningún otro derecho. “¿No prefieres tener trabajo sin contrato que no tenerlo? Quizás la pregunta debería ser otra, por ejemplo: ¿aceptarías las no condiciones laborales que ofreces? Seguramente no y aquí de nuevo vemos cómo los privilegios de algunxs son la explotación de muchas otras personas. Y a este juego macabro a menudo se apuntan las fichas de la derecha, pero también muchas que supuestamente están situadas a la izquierda del tablero…
Todas las mujeres pobres hemos tenido que pasar y pasamos por situaciones de explotación laboral y negación de derechos. Somos muchas las que nos quedamos sin cotizar, sin cobrar lo que nos corresponde, sin descansar, sin vacaciones.
No tenemos derecho a poder tener nuestro hogar, ni a que el día de mañana nos corresponda la pensión que nos pertenece, ni a tener un mínimo de estabilidad… He trabajado casi veinte años y no llevo ni cinco cotizados, lo que me lleva a no tener paro o un paro absolutamente precario.
La experiencia me dice que los trabajos sin derechos no me llevan a salir del agujero, sino todo lo contrario, esos trabajos me llevan a cavar un agujero más hondo, porque aparte de reventarme a nivel físico y psicológico no me aportan más que sobrevivir en situación de pobreza. Por supuesto la violencia se agrava con los colectivos de mujeres más vulnerables.
Pero también me dice la experiencia que no hay nada que nos haga más fuertes a las mujeres pobres que juntarnos con otras mujeres en nuestra misma situación. La sororidad y los cuidados mutuos nos hacen capaces de sobrellevar situaciones que serían devastadoras en soledad. Como dice mi compañera Antonia: “Mientras el estado no dé soluciones, nosotras con nuestros propios recursos vamos a reinventarnos la vida”.
Comparto esta oferta de trabajo que me hicieron hace unos días por teléfono porque es un ejemplo de lo que vivimos en nuestro día a día y el motivo por el que hoy escribo aquí.
- “Hola, estoy buscando a una persona para el cuidado de mis dos hijos”.
- Cuénteme, le digo.
- «He visto que tienes experiencia con niños, también que trabajas como profesora de teatro. Mis hijos son lo más importante para mí y me gustaría tener referencias tuyas. ¿Es posible?».
- A lo que respondo: «sí, claro».
- «Se trataría de cuidarlos entre semana, a veces a turno partido y también algunos fines de semana por la noche cuando mi marido y yo salgamos. También necesitaría que hicieras algunas labores en casa: planchar, limpiar, hacer la comida algunos días».
- «Entonces no tendría horario fijo, sino que iría cambiando», le digo.
- Me responde: «Sí, te iríamos diciendo según nuestras necesidades».
- «¿Y cuáles son las condiciones?, le pregunto.
- «Cuatro euros la hora».
- «¿Y qué tipo de contrato me harían?».
- «Ah no, no podemos hacer contrato».
- «Ya, así que sería cuidar a sus dos hijos pequeños, sin horario fijo incluyendo algunos fines de semana por la noche, encargarme de limpiar, planchar y hacer la comida algunos días por cuatro euros la hora, sin contrato ni ningún derecho laboral y además quiere usted referencias mías». Se hace un silencio. «Perdone, son las condiciones, ¿verdad?».
- «Sí», me contesta.
- «Vaya, pues para ser sus hijos tan importantes para usted pretende tener a la persona que los cuide en condiciones de miseria».
- «¿No estás interesada entonces? Pensé que buscabas trabajo», me dice con tono prepotente.
- «Sí, claro. Busco trabajo, no que se sigan aprovechando de mí». Me cuelga el teléfono.
Por un instante me sentí fuerte y orgullosa de mi decisión, me hace falta el trabajo, pero esta vez he sido capaz de decir no, pensé. La satisfacción me duró un segundo, porque no se trata de mí, sino de TODAS, de todas las mujeres que no pueden permitirse decir no al abuso y la explotación.
Adriana Ciccaglione: … Abusadas y explotadas
Todas las mujeres que no pueden permitirse decir no al abuso y la explotación. Todas, todas me repito.
Somos tantas. Soy yo misma.
1 de octubre de 2017 es la fecha en la que llegué a Sevilla. Venía del caos, de la miseria, de la fractura de la democracia en mi país. Venía del llanto de la despedida, de la migración forzada.
Yo formo parte de una cifra: 4,7 millones de venezolanos en un éxodo inexplicable. Y ahora en la realidad actual de España y más concretamente de Andalucía sin importar las estadísticas formo parte de otra cifra: la de mujeres paradas, sin empleo, y sin oportunidades ni expectativas para ello.
La precariedad como una forma de vida, venir huyendo de ello y conseguirme con esto. Pareciera como si se tratase de un realyty show, en el que te amenazan todas las semanas.
Pero no, no tiene nada de espectacular. No es televisado, porque estas realidades que están en cada esquina, son desconocidas por quienes sí sintonizan ‘MasterChef’. Nadie prueba mi plato de angustia, que al finalizar el mes puede ser bastante agrio. No hay jurado para ello, menos para intentar solventar una situación que se repite con total normalidad.
Lo que sí cabe es el termino realidad. La que nos golpea, porque es violenta, porque nos sumerge en la precariedad, en la periferia, y por ende en la resistencia. Resistir se ha convertido en el verbo que me empuja a vivir.
Al igual que mi compañera de lucha, Marisa, a mí también me han ofrecido trabajo sin condiciones dignas. La frase: Pensé que buscabas trabajo es de las peores que he escuchado, porque a la final te hace sentir responsable de no aceptar esa “oportunidad”. Muchas otras se suman a mi diccionario como mujer migrada y racializada. Una de las últimas: “Te toca atender a mi madre en las vacaciones, porque yo soy prioridad y debo estudiar para las oposiciones”.
Sin respuesta, así me quedé. No tuve el valor de manifestarme, tampoco el dinero para rechazar la oferta, y sí mucha necesidad para someterme a la mezquindad.
Sólo una pregunta ronda por mi cabeza: ¿Y yo, yo cuándo seré prioridad? Prioridad para quienes gobiernan, para quienes diseñan políticas o por lo menos quienes así lo debieran hacer.
Yo, yo soy de las mujeres que no pueden permitirse decir no al abuso y la explotación.
Pero también soy de las mujeres que cuentan con una manada de compañeras, que unidas hacemos sororidad ante la adversidad cuando nos violenta.
Antonia Ávalos: La violencia que nos atraviesa a las migrantes
“Maldita sea la exitosa dictadura del miedo
que nos obliga a creer que la realidad es intocable
y que la solidaridad es una enfermedad mortal,
porque el prójimo siempre es una amenaza
y nunca una promesa.” Eduardo Galeano.
En tiempos de crisis e incertidumbre, sostenernos en la construcción de la esperanza es nuestro futuro.
La violencia que nos atraviesa a todas las mujeres y más brutalmente a las mujeres migrantes, es de tal envergadura que nos cuesta nombrarla. Nos duele el hambre, el frío, el calor extremo, nos duele la violencia machista, nos duele la violencia sexual, nos duele no tener vivienda, nos duele el desarraigo y por supuesto, nos duele la explotación laboral y el abuso a nuestra condición de migrantes. Nos duele la injusticia social y nos duele el cuerpo de tanto dolor. Nuestro dolor se ha convertido en urgencia para poder sobrevivir y no darnos por vencidas, por ello aceptamos empleos precarios. Nos debatimos entre el hambre y la supervivencia sin perder la esperanza y la alegría de estar vivas. Trabajamos hasta la extenuación, aceptando 2,50 € a 5 € la hora para sostener con nuestro trabajo, una sociedad que nos ignora y desprecia por ser extranjeras, por el racismo, por la desconfianza y/ o por “primero los nuestros”.
Desde los márgenes habitamos la ternura y compartimos un plato de lentejas y los cuidados, porque reconocer nuestra fragilidad y derechos violados nos coloca con L@s Nadie, l@s que nada tienen, y si que tienen sus sueños, la nostalgia de su tierra y el deseo de un mundo mejor. “Nos metieron miedo, nos crecieron alas…” Culpables por ser pobres, mujeres migrantes, negras, “sin papeles”, inteligentes, bellas y desobedientes. A pesar del desempleo y la explotación laboral hemos decidido que no nos matará ni el Covid 19 ni el hambre. Frente a la insoportable realidad de la pobreza, la explotación y el desempleo, luchamos con esperanza, cargadas de afecto y solidaridad, construyendo Redes de apoyo mutuo y de cuidados, siendo el acto más revolucionario que podemos hacer. La vulnerabilidad y la exclusión no podrá con Nosotras, una vez más Sobreviviremos. Con la erótica del amor, de las lentejas y el cariño. No seremos las espectadoras pasivas del desprecio a los cuerpos que no importan al poder y a la Administración. Nosotras nos importamos, las de abajo, las feministas, las de izquierda, las migrantes, las nativas: Nos importan los Servicios Públicos, los afectos, la vida de los “otros” y lucharemos porque las mujeres pobres trabajadoras tengamos derechos y no ser más explotadas por el sistema machista y neoliberal, que tiene la perversión de normalizar la pobreza en nuestras vidas.
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