Pilar del Río llega al Consulado de Portugal, donde hemos quedado media hora antes de que dé comienzo el acto de presentación de un nuevo libro inédito de José Saramago: el sexto y último cuaderno. Habla con voz sosegada y tranquila mientras sus ojos se le iluminan. Hablar de José es hablar de ella misma. Porque, hace mucho tiempo, decidieron que serían un solo equipo transitando por la vida. Además, Pilar es la traductora de una gran parte de su obra al español.
De forma inesperada, mientras buscaba en un ordenador antiguo el texto de unas conferencias, un sexto cuaderno apareció de pronto en la pantalla. Era el cuaderno que recogía las impresiones del escritor en el año que le fue concedido el premio Nobel de Literatura, hace ahora justamente 20 años, en 1998. Pilar del Río describe las emociones que le embargaron en el momento de su descubrimiento en el prólogo de esta nueva publicación, que ahora presenta al mundo.
“…No será necesario que describa el pasmo del instante, la sorpresa y la emoción, el tiempo detenido, la ansiedad y la alegría, la nostalgia, el peso y una levedad que rompía todas las leyes de espacio y de tiempo. Eran días de hace veinte años. Eran días de hoy. El autor diciéndose de nuevo en Lanzarote, las palabras saliendo a borbotones, mes a mes, un año entero, ese año y justo ahora”.
Pilar del Río preside la Fundación José Saramago, que dirige desde Lisboa, ciudad donde reside desde el año 2010. Una Fundación que tiene como objetivos la defensa y difusión de los Derechos Humanos, del medio ambiente, y la promoción cultural de Portugal en todo el mundo.
–El nombre de Pilar del Río va ineludiblemente unido al de José Saramago, eso ¿Te gusta o te disgusta?
–Bueno, eso es una realidad. Haber compartido la vida con José Saramago es un privilegio. Me lanzo al cuello de las personas que me presentan como “la viuda…”, porque no soy la viuda, como tampoco fui la mujer. En última instancia fuimos un equipo, al cual me siento muy orgullosa de pertenecer.
–Usted conoció primero al escritor y luego al hombre. ¿Qué le llamó la atención de ambos?
–Efectivamente, conocí primero al escritor, y me pareció sorprendente. Me gustó mucho que existiera una persona que tuviera esa lectura del mundo. Quise agradecérselo, porque forma parte de mi manera de estar en la vida el agradecer los regalos que de ella obtengo. Y entonces descubrí, con absoluta perplejidad y admiración, que el autor era idéntico al narrador. Es decir, no había diferencias entre el ser humano y lo que veía en sus libros. Eso me fascinó muchísimo más. Y, a lo largo de estos casi 30 años de convivencia que hemos tenido, he podido confirmarlo. Cuando fue investido doctor honoris causa en la Universidad de Sevilla, él dijo que el narrador no existe y tampoco existen los personajes. Todo, en un libro, es el autor. Y yo digo el ser humano, que es el autor, está de cuerpo entero presente en sus libros.
«Descubrí, con absoluta perplejidad y admiración, que el autor era idéntico al narrador»
–¿Qué queda de la Pilar del Río periodista de los años 80, antes de conocer a José Saramago?
–Ha tenido que haber evolución, porque si no sería patético. Hay una realidad, las arrugas vienen a decírmelo. Lo que queda de aquella persona es la misma curiosidad, la misma actitud ante la vida, el mismo posicionamiento ideológico. Naturalmente he evolucionado, me he enriquecido y me siento privilegiada por el trato con gente sabia. Pero, sigo siendo la misma persona.
–El motivo que le trae a Sevilla es la publicación de este libro póstumo de José Saramago, El cuaderno del año del Nobel. ¿Cómo ha sido el hallazgo de este libro?
–Sabía que existía, pero es como si no lo supiera, estaba olvidado. Lo sabía porque, una vez recopilando la historia, descubrimos que estaba anunciado, anunciado en un libro. En el año 2001 escribió que se publicaría el sexto tomo próximamente. Pero, la vorágine de la vida nos hizo olvidarnos del cuaderno. Ahora sale porque, al preparar un libro de conferencias, lo hemos encontrado. Así de simple. Probablemente, si no hubiera estado investigando para este libro de conferencias, no habría aparecido.
–¿Qué va a encontrar el lector en este libro? ¿De qué habla José Saramago en este libro?
–Habla de la vida. Habla de Europa y del mundo. Fue escrito hace 20 años y resulta que es de una actualidad extraordinaria. Algunos intelectuales tienen una gran capacidad profética. Hace 20 años nunca llegaríamos a suponer que la situación iba a ser tan tremenda como está siendo ahora mismo en Europa, con la xenofobia, la falta de respeto por los demás, con la conculcación de leyes que parecía que ya estaban asimiladas, sobre derechos de trabajadores y derechos sociales. Habla de literatura, de otros autores. Y también habla de la vida cotidiana en el hogar, menos que en otros cuadernos, pero algo.
–José Saramago es un autor que sigue vendiendo libros. ¿Qué puede aportar su obra en este siglo XXI?
–Saramago decía que él no escribía para sosegar, es decir, que escribía para lectores desasosegados. Es un escritor, de alguna manera exigente, radical, feroz. Su escritura conecta con un universo de personas rebeldes que no aceptan las cosas tal como son y se valoran a sí mismos. Es curioso, pero es un autor muy leído por los jóvenes. Ya varias generaciones de jóvenes le han leído porque encuentran en la posición de José Saramago muchas de sus rebeliones: la rebeldía, necesaria para no transigir con un mundo hecho de pensamiento único y sin ninguna posibilidad de discordia.
«José decía que él no escribía para sosegar»
–Usted preside la Fundación Saramago. ¿Es fácil, desde la emoción de su vínculo, presidirla?
–Yo, lo de la emoción, la guardo para unas capas profundas y que no trascienden. Me ha tocado ese trabajo, como en algún otro momento me tocó otro, y algún día dejaré de tenerlo. Se trata de hacerlo con la mayor lucidez, con la mayor profesionalidad y, evidentemente, con todo el cariño del mundo. Pero tengo que decir que en la Fundación José Saramago, que tiene como objetivo los Derechos Humanos, el cuidado del Medio Ambiente y la difusión de la gran Literatura Universal, lo que más abunda entre los trabajadores es el cariño y el respeto.
–Usted reside en Lisboa. ¿Cómo se ve la España de estos últimos años, desde el sosiego de una Portugal que ha evolucionado por un camino político y económico anti neoliberal, tan diferente?
–Hay muchas cosas de España que no se entienden en Portugal. Portugal es un Estado unitario y siempre ha sabido que España es un Estado pluralista. Entonces, determinadas confrontaciones no se comprenden. No se entendían antes, con el franquismo, y no se entienden ahora tampoco. Que en lugar de haber tratado de hacer un equilibrio entre las posiciones de unos y las posiciones de otros, se haga confrontación, no se comprende.
–¿Qué diría José Saramago de esta nueva Portugal, unida por un proyecto común?
–No voy a decir nunca lo que hubiera dicho José Saramago, porque no sería mi papel. Digo lo que dijo. Él escribió en La balsa de piedra cómo la Península Ibérica se tenía que abrir a otras realidades, África y América latina, y puso a la Península Ibérica tirando de toda Europa, camino de América, y la dejó allí situada, como un puente. Y, con respecto a la crisis económica y de valores que está pasando, él escribió Ensayo sobre la ceguera. Pero también escribió Ensayo sobre la lucidez. Y ahí los ciudadanos tienen un papel definitivo para contraponer a ciertos designios macroeconómicos. Ahí está escrito lo que dijo.
«Saramago se contó a sí mismo y no tengo más nada que aportar con respecto a él»
–¿Era José Saramago feminista?
–Mucho. También lo dejó escrito. En uno de sus libros hay un diálogo entre una mujer y un hombre. En un momento dado el personaje masculino pregunta a una mujer si era irónica, a lo que ella contesta: “Soy antropóloga por formación y feminista por irritación”.
–Por último, ¿le han tentado con escribir algún libro sobre su vida con Saramago?
–Me lo han propuesto, pero mi respuesta ha sido un no. Sistemáticamente. Considero que la obra del autor está ya escrita. Saramago se contó a sí mismo y no tengo más nada que aportar con respecto a él. Y, sobre otros asuntos, después de haber vivido con José Saramago, una está lo suficientemente chafada como para ni intentarlo siquiera. En el peso de convivir con esa persona se anula cualquier veleidad. Nunca me he sentido anulada como ser humano, pero como escritora, ni lo intento. El listón está muy alto.
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