Si hay alguien que se haya preocupado de unir en una misma mirada el cine con el feminismo, esa mujer es Pilar Aguilar Carrasco. Pionera en la crítica del cine con perspectiva de género, se ha convertido en un referente internacional. Ha realizado diversos trabajos de investigación y, ya sea a través de los numerosos artículos que viene publicando, como a través de sus libros, Pilar Aguilar nos ayuda a comprender la representación de las mujeres en el mundo audiovisual.
Los vínculos de Pilar Aguilar con la ciudad de Sevilla son numerosos y se remontan al momento en que llega para estudiar la primera de sus carreras, Filología Moderna, donde se licenció en 1972. Desde entonces, vuelve con frecuencia desde París, ciudad donde reside habitualmente. Esta semana, coincidiendo con la Feria del Libro, ha venido a presentarnos el que ha sido su último libro, cuyo título ‘Feminismo o barbarie’, toma prestado de un artículo de la desaparecida Concha Caballero.
– ¿Cómo llega una joven nacida en Siles, Jaén, a viajar a París?
Pues fue por una extraña enfermedad que adquirí cuando era niña. El médico de mi pueblo no sabía lo que me pasaba y, después de un periplo de médicos, mis padres me mandaron a Francia, a la localidad de Clermont-Ferrand, donde vivían unos tíos míos. Me hicieron unas pruebas médicas y me trataron. Ese fue mi primer contacto con Francia, que me encantó. Así empezaron una serie de viajes de intercambio. Además, fue allí donde me di cuenta de dos cosas fundamentales en mi vida: primero, que se podía ser mujer de otra manera diferente. En la primera casa donde me acogieron vivía un matrimonio de profesores, y pude ver que la dueña tenía su propio despacho donde leía y trabajaba. Me mostró que no estaba condenada a estar ‘machacada’ como las mujeres de mi pueblo. La segunda cosa que aprendí fue que quería estudiar, que ese era el camino. No concebía mi vida sin estudiar.
– Después de esta experiencia, vuelves a Siles. ¿Fue difícil, en esa época, convencer a tus padres de que quería estudiar?
Afortunadamente, mi padre estuvo de acuerdo con que estudiara, aunque mi madre no lo veía necesario. Me preparé por libre y me examiné en Baeza. Luego me metieron interna a un colegio en Jaén. Después en Córdoba, y ya la universidad en Sevilla, Filología Moderna, aprovechando mi conocimiento del francés.
– ¿Cómo era la Universidad en esos momentos?
No nos damos cuenta de cómo hemos olvidado la destrucción de este país. La Universidad que yo me encontré estaba impregnada de represión. No había libros en las bibliotecas. Si no se dejan circular las ideas y el pensamiento, el resultado es una enseñanza muy pobre. Y a poco que te manifestaras algo disidente, notabas la opresión salvaje. Éramos la primera generación que no había vivido la guerra y, por tanto, no teníamos tanto miedo como nuestros padres. Esa represión fomentó la indignación y nuestra rebeldía. Fue inevitable la politización.
– ¿Cómo se produjo tu entrada en la disidencia política?
Mi primer contacto fue con las Juventudes Católicas, en Círculos de pensamiento y discusión. Los siguiente pasos fueron los movimientos antifranquistas. De ahí al Partido de los Trabajadores. Estuve varios años en células del partido, hasta que me detuvieron.
– ¿Cuántas veces te detuvieron?
Me detuvieron dos veces. La primera, solo tres días, hasta ver al juez, al que convencí de que yo era inocente. La segunda, ya fue más seria. Nos detuvieron a todos los miembros del partido. Estuve en prisión varios meses, hasta que me dejaron en libertad condicional a la espera de juicio. Mientras visitaba a mis padres, en Jaén, casi vuelven a detenerme, por lo que decido marcharme exiliada a París, esta vez hasta la Amnistia de 1976, año en que vuelvo a España y empiezo a vivir en Madrid.
Cine y Feminismo
– ¿Cómo llega el cine a tu vida?
Una vez en París, además de trabajar, decidí seguir estudiando Sociología de la Educación. Me gustaba mucho estudiar, y quería formarme porque, ingenuamente, pensé que íbamos a hacer la revolución. Allí en Francia seguía en contacto con el partido. Cuando llega la amnistía parcial, decido regresar a Madrid. En las primeras elecciones libres en España ya vimos que el socialismo no era una opción mayoritaria en España. Nos llegó la desilusión y se decidió disolver el partido. Entramos en una especie de depresión. Es entonces cuando reconsidero mi vida y vuelvo a París, después de aprobar unas oposiciones, con comisión de servicio. Me pregunté: ¿qué quiero estudiar? Elegí el cine, por lo que me matriculé en Ciencias Cinematográficas y Audiovisuales. Disfruté mucho. Y me quedé en París hasta 1991.
– ¿Y tu contacto con el feminismo?
Cuando me matriculo en el máster de Historia y Estética del cine, en la Facultad de Ciencias de la Información. Allí comienzan a crearse grupos de estudios feministas. Es en España donde lo conozco. Aquí entro en contacto con estos grupos. Además me doy cuenta de que me interesa el análisis de las películas. Me dedico a analizar relatos audiovisuales de ficción, sobre todo la representavión de hombres y mujeres. Es entonces cuando escribo mi primer libro, Manual del espectador inteligente, en 1996. Un libro de enseñanza del análisis y del lenguaje audiovisual, muy didáctico.
– ¿Cuál era el movimiento feminista en esos momentos?
No se trataba de un movimiento en sí mismo. Nuestra primera referencia fue Celia Amorós. Se habian iniciado grupos de intercambio de discusión. Se produjeron las Primeras Jornadas de la Dona en Barcelona, mientras yo estaba en Francia. A esas, le siguieron otras jornadas y seminarios. Poco a poco, el feminismo va calando dentro de mí. Era una especie de hervidero de ideas feministas.
– ¿Cómo nace la intersección entre feminismo y análisis cinematográfico?
¡Era inevitable! Una vez que empiezas a militar en el feminismo ya se incorpora a tu vida. Mis investigaciones iban a la par en esa doble vía: el lenguaje audiovisual y la mujer. De ahí nació por primera vez el análisis de cine con perspectiva de género, algo muy novedoso.
«Una vez que empiezas a militar en el feminismo ya se incorpora a tu vida»
– ¡Fuiste una pionera!
Yo llevaba ya algunos años dedicándome al análisis cinematográfico. Me pareció evidente analizar el lenguaje audiovisual en los papeles de hombres y mujeres. Analizar de qué manera el cine reflejaba o deformaba la realidad de la sociedad. Y el análisis de cómo se transmitía el mensaje audiovisual. Es decir, qué había más allá de lo aparente, de qué manera nos influía.
– ¿Qué descubriste?
Que existe una discriminación entre los papeles de hombres y mujeres. Las mujeres no estamos en el cine. El cine es un vehículo de desigualdad evidente. En ese momento, además, no había feministas que estudiaran el impacto del cine desde esta óptica. Es un camino que yo empecé. Ya estaba señalado en mi libro Manual del espectador inteligente.
– ¿Cuál es el papel de las mujeres en el cine?
Para empezar, no protagonizamos películas. Son los hombres los que desarrollan las ideas y la acción. Y las mujeres que aparecen están estereotipadas, en papeles absolutamente secundarios.
– ¿Hay cine feminista?
Lo que hay, es cine machista. Y cine de hombres para hombres. A partir de ahí, lo primero que hay que hacer es negarse a contestar si hay un cine de mujeres. Lo que está clarísimo, repito, es que hay un cine de hombres. No solo controlan la industria del cine, sino que la gran mayoría de películas cuentan historias de hombres. Y, en una mínima parte, cine que no es de hombres. No es comparable lo que hacen las mujeres como si fuera algo neutro. No existe el cine neutro.
«Las mujeres no estamos en el cine. El cine es un vehículo de desigualdad evidente»
– ¿Cómo es el cine actual?
Marcadamente patriarcal y machista. Si somos la mitad de la humanidad, no es lógico que solo protagonicemos, como mucho, un 20 por ciento de las películas. De una forma consciente o inconsciente, no lo sé. Supongo que depende de los directores y productores. Eso provoca que se deforme la realidad en la que vivimos. Lo que no se ve, no existe.
– Es cine de hombres y para hombres, pero somos muchas mujeres las que vamos al cine. ¿Cómo se explica, entonces?
Las mujeres no van solas, y suelen elegir sus parejas. Además, la deformación de la realidad consigue que esta realidad no sea visible. Se interioriza.
– ¿Qué debe tener una película para ser considerada feminista?
Quizás deberíamos centrarnos en qué tiene que tener para no ser considerada machista. Lo primero sería que estuviera protagonizada por mujeres. Pero no solo porque cuente la historia de una mujer se puede considerar feminista. No pueden reflejar a mujeres que estén ahí como algo excepcional, como en el caso de Ágora, de Alejandro Amenábar, donde no existen ni madres, ni hermanas ni amigas. También deberían ser mujeres que tuvieran anhelos, intereses propios, no solo que cuenten una historia de amor, como si fuera el único motivo de su vida, sino que refleje que tenemos entidad por nosotras mismas.
«Si somos la mitad de la humanidad, no es lógico que solo protagonicemos, como mucho, un 20 por ciento de las películas»
– ¿Puedes decirnos alguna película que consideres feminista?
Algunas hay. Por ejemplo Te doy mis ojos, de Icíar Bollaín. En la película muestra una situación de malos tratos, bastante ajustada a la realidad, donde la protagonista tienen un papel activo en la historia. La iraní El círculo, de Jafar Pahani, donde nos muestra la opresión de la sociedad iraní a través de las historias de tres mujeres. O Las sufragistas, de Sarah Gavron, donde nos relata la vida de muchas mujeres que lucharon por el derecho al voto.
– Para terminar, ¿de qué trata tu último libro, Feminismo o barbarie?
Es un libro que recopila 25 artículos que he ido publicando a lo largo de los años en distintos medios y que he reordenado en seis temáticas diferentes: debates feministas, patriarcado, sexualidad, vestir de las mujeres, prostitución y cine. Son 25 armas con la que luchar contra el argumentario patriarcal, ya que el feminismo busca liberar a las mujeres de la opresión.
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