Las mujeres sentimos miedo a opinar, a ocupar ese espacio público que desde siempre ha pertenecido a los hombres. Y, cuando nosotras, que estamos de alquiler, como bien decía el otro día Pepa Bueno en el foro “As mulleres que opinan son perigosas”, tomamos las riendas y nos ponemos a opinar, pues molestamos. Al sistema patriarcal.
La opinión ha sido ejercida desde siempre por los hombres, y en el caso de las mujeres, aunque las cosas hayan cambiado un poco a raíz de la huelga del pasado 8 de marzo del 2018, se sigue relegando nuestra visión a secciones consideradas menos serias o femeninas, como la belleza, el maquillaje o la cocina. Somos un gueto, y sino pensad la entrevista que Jordi Évole le hizo a Irene Montero y a Inés Arrimadas, en clave paternalista y con el tratamiento de temas considerados menores. ¿Os imagináis a un político hombre hablando de su vida privada? Como reconocía el pasado fin de semana en Pontevedra Irene Bascoy, jefa de redacción de la sección Galicia del Faro de Vigo, “quiero ver a mujeres políticas hablando de cómo solucionar el paro, no siempre del aborto”. Y es cierto, para lograr la igualdad real necesitamos que lo que nosotras digamos se sitúe en el terreno universal. Que nuestra percepción del mundo valga lo mismo que la de los hombres.
La huelga del 8 de marzo del año pasado fue histórica, sobre todo porque logró unir a muchas mujeres, pertenecientes a un gran abanico de clases sociales y profesiones, y porque la sororidad se amplió. Y en la profesión periodística emergió la simiente del cambio, pero todavía no es suficiente para que el tallo del árbol social se enraíce con fuerza. Las cifras desvelan que, a día de hoy, de los 221 diarios presentes en España, tan solo veinte están dirigidos por mujeres. Porque tenemos miedo, y la falta de referentes y de espejos en los que vernos nos agrandan el terror. Así y todo, yo creo que el debate feminista está calando de forma modesta en los medios, y por ejemplo, el periódico digital eldiario.es ya cuenta con una persona encargada de velar por la perspectiva de género en los contenidos, una función que no consiste en crear secciones destinadas a las mujeres, sino que busca que los debates se generen en clave universal, con mujeres y hombres representados en los mismos, porque, en caso contrario continuamos teniendo un periodismo cojo, al que le falta la mitad de la población.
Decía Ryszard Kapuscinski que “los cínicos no sirven para el periodismo”. Defensor de las causas de las personas más desfavorecidas, preocupado por dar voz a los que tradicionalmente nadie se la daba, su teoría podría aplicarse para entender la responsabilidad que los medios de comunicación tienen por delante.
Y esa responsabilidad se entrelaza con la reivindicación y la labor social. En la lucha feminista, la prensa tendría que ser el mejor altavoz, y para ello precisamos más periodistas que se atrevan a huir de la objetividad mal interpretada para llevarnos hacia una subjetividad de justicia histórica: las mujeres somos más del 50 % de la población mundial, y tenemos derecho a ocupar el espacio que nos corresponde, sobre todo en el ámbito público, en el que todavía no nos dejan irrumpir con fuerza, y ese techo de cristal se convierte en una barrera muchas veces infranqueable.
¿Y de qué forma pueden intervenir los medios de comunicación en el debate? Se me ocurren muchísimas: huyendo de los tratamientos estereotipados de las mujeres, poniendo el foco en los hombres maltratadores y no justificar la violencia machista (os recomiendo los vídeos de Towanda Rebels sobre estos temas), contando con mujeres que opinen sobre los mismos temas que los hombres, y defendiendo la perspectiva de género de forma transversal, como un símbolo identitario y global del medio en cuestión.
La lucha continúa, pues, este 8 de marzo, y quedan muchos escollos que salvar para llegar a la igualdad plena entre mujeres y hombres. Y para eso necesitamos que ellos también se involucren, necesitamos hombres cómplices. Y espejos en los que mirarnos. Y perder el miedo a opinar.
Comentarios: No hay comentarios