El martes 26 de marzo de 1985 se emitía por última vez en la segunda cadena de TVE el programa La edad de oro. Había estado en antena poco más de dos años, exactamente desde el día 17 de mayo de 1983 y al frente, tanto en la dirección como en la presentación, siempre estuvo la gran Paloma Chamorro. Cincuenta y cinco programas en total.
TEXTO: Rafael Calero (escritor y poeta). / ILUSTRACIÓN: Andrea Gestal González.
Toda la gente que tuvo –que tuvimos– ocasión de ver aquellos programas, los vivimos como un oasis de creación cultural y de libertad artística. Hoy recordamos la figura de una gran comunicadora, su valentía, su defensa a ultranza de la libertad de expresión, su ingenio, su sonrisa maravillosa, sus peinados imposibles, aunque todas esas cosas a veces solo sirvieran para que un ejército de intolerantes, cerriles y talibanes se posicionaran en contra de ella y de su manera de hacer las cosas.
A Paloma Chamorro (Madrid, 1949-Madrid, 2017) la recordamos sobre todo, como digo, por ese espacio maravilloso de la televisión que fue La edad de oro. Lo que mucha gente no sabe es que Paloma Chamorro ya había presentado y dirigido otros programas culturales antes de que aquel 17 de mayo de 1983, los mandamases de la televisión pública (la única de la época) decidiesen poner en marcha un programa en directo donde estuviesen presentes los grupos musicales más relevantes del momento, los artistas plásticos más transgresores, los cineastas más potentes, los dibujantes de cómics más locos, y en suma, cualquiera que tuviera algo importante que contar o cantar. Y al frente, una mujer: Paloma Chamorro.
Paloma Chamorro estudió Filosofía pero se dedicó profesionalmente al periodismo cultural, concretamente a la televisión, un medio que, al principio, le producía repugnancia, según sus propias palabras. Y sin embargo, vio que allí había mucho potencial, una gran extensión de terreno baldío que pedía a gritos la intervención de gente decidida, gente deseosa de libertad, con ganas de cambiar la oscuridad por colores brillantes. Ya en la década de los setenta presentó en TVE programas como Galería, Cultura 2, Trazos (también fue su directora) o Imágenes, entre otros. Este bagaje le permitió codearse con artistas de primer orden, como Joan Miró o Salvador Dalí. Y a pesar de todo esto, su fama de “atrevida, de roja, de chica atípica” siempre hizo que la espada de Damocles de la censura pendiera sobre su cabeza y que los problemas la persiguieran.
Paloma Chamorro fue una auténtica pionera. Fue una de las primeras mujeres que en este país tuvieron la oportunidad de dirigir un programa de televisión, cuando la televisión era un medio absolutamente dominado por los hombres a todos los niveles. Y por supuesto fue una de las primeras en hacer un programa cultural de una calidad incuestionable. Además fue una gran defensora de la libertad de expresión. Así lo confesaba en una entrevista: “Lo único que he buscado siempre ha sido ensanchar los límites de la libertad de expresión. Lo he hecho siempre, en la medida en la que he podido en TVE, que ha sido mi ventana. Lo hice peleando contra la censura franquista y lo voy a seguir haciendo peleando con todos los convencionalismos habidos y por haber».
«Siempre hizo que la espada de Damocles de la censura pendiera sobre su cabeza y que los problemas la persiguieran»
La edad de oro se convirtió en el gran escaparate de la Movida madrileña. En los apenas dos años que duraron las emisiones, pasaron, por aquel plató de televisión de Estudio1 de Prado del Rey que simulaba una sala de conciertos, con bar y escenarios incluidos, y donde se podía fumar y tomar una copa mientras se emitía, artistas de primerísimo orden. Casi todos los que tenían algo interesante que mostrar. La vanguardia musical y creativa del momento. Lo más potente y atrevido.
Ya desde el primer programa, aquello prometía. Nada más y nada menos que Kaka de luxe, grupo seminal de la Nueva ola madrileña, formado por Alaska, Fernando Márquez, el Zurdo, Carlos Berlanga, Nacho Canut, Pablo Beneyto, Manolo Campoamor y Enrique Sierra. El grupo llevaba desde 1978 disuelto pero todos sus componentes estuvieron dispuestos a reunirse de manera excepcional para aquel programa a cuyos mandos estaba Paloma Chamorro. Y volvieron a tocar en directo y a cantar La tentación, Viva el metro, Rosario y la versión del I don’t wanna walk with you de los Ramones, que ellos titularon literalmente como Yo no quiero caminar contigo, para escándalo de las mentes biempensantes. También en aquel primer programa hubo que improvisar un homenaje a Eduardo Benavente, líder del grupo Parálisis Permanente, que había fallecido unos días antes en un fatídico accidente de tráfico. En los programas sucesivos, vendrían muchos más, de aquí y de fuera. La lista es larga y ecléctica. Punks, rockers, nuevos románticos, technos, pero todos con un halo heterogéneo y maldito a su alrededor. Entre los músicos, Lou Reed, Johnny Thunders, John Cale, Radio Futura, Alaska y Dinarama, The Smiths, Violent Femmes, Tuxedo Moon, Los Coyotes, La Mode, Los Nikis, PVP, Grupo Sportivo, Nick Cave, Cabaret Voltarie, Durruti Column, y muchos, muchos más. Entre los artistas plásticos, Miquel Barceló, Mariscal, Ceesepe, Christo, etc. También hubo fotógrafos, como Alberto García Álix; dibujantes de cómics, como Nazario; cineastas, como Pedro Almodóvar. Algunos de aquellos programas levantaron ampollas. Pero esto es algo que siempre va a ocurrir, antes y ahora. Siempre habrá algún meapilas que en nombre de cualquier religión —aquí es siempre la católica— quiera imponer restricciones a la libertad de los demás.
«Paloma Chamorro navegó contra corriente para poder sacar adelante su proyecto»
La gota que colmó el vaso, el detonante que sirvió a los directivos de RTVE para eliminar el programa de la parrilla de emisión, la puso el grupo inglés Psychic TV, con su líder el provocador Genesis P-Orridge al frente, que se bebió una botella enterita de güisqui durante el programa y lanzó ataques directos contra todas las religiones, sobre todo, la católica. En el mismo programa el artista Jordi Valls llevó a cabo una performance en la que destrozaba cuadros valorados en más de un millón de pesetas y de ellos brotaba sangre. Una especie de misa negra que molestó a mucha gente que ni siquiera eran seguidores del programa. Aquello le valió a la responsable de La edad de oro una querella y un montón de quebraderos de cabeza. Al final, como suele ocurrir casi siempre en estos casos, la querella fue desestimada, pero el daño ya estaba hecho.
Paloma Chamorro navegó contra corriente para poder sacar adelante su proyecto. A él se entregó en cuerpo y alma, poniendo a veces, dinero de su bolsillo para que los invitados pudieran cenar en sitios de calidad o pudieran visitar el Museo del Prado. Cosas de este país. Al final la santa inquisición —siempre, tarde o temprano, la santa inquisición acaba con los espacios de libertad— le cortó la cabeza y la envió al ostracismo. Resulta curioso que fuera otra mujer, Pilar Miró, primera mujer en dirigir el ente público de RTVE, la que acabara enviándola a las catacumbas.
Tras La edad de oro hubo otros programas: La estación de Perpignan, nombre simbólico donde los haya, y La realidad inventada. Pero ya nada fue lo mismo. El viraje conservador había comenzado y el momento de libertad absoluta en el que se desarrolló La edad de oro estaba muerto y enterrado.
Paloma se retiró en 2001, año en que se empezó a sufrir terribles dolores de cabeza. Se retiró al campo, a leer, pasear, y escuchar música, lejos de todo, ajena a la vida que llevó durante una época en la que ella y solo ella, fue el centro del universo cultural. Murió un día de invierno de 2017. Tenía 69 años. Y seguía siendo una defensora a ultranza de la libertad de expresión.
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