TEXTO: Rafael Calero (escritor y poeta).
Las que amamantaron a sus hijos
con la leche agria del silencio.
Las que sintieron la tristeza
empapándoles los huesos
y escribieron versos de amor.
Mujeres que creyeron,
cada uno de los días de sus vidas,
las falacias de un Dios rencoroso y malvado.
Las que empuñaron la pistola
y después, vencidas, agónicas,
lo dieron todo por nada.
Las que cantaron y bailaron y rieron y gozaron
en los días de fiesta.
Las que fueron piadosas y dieron limosna.
Las que recubrieron la piel cuarteada de la mentira
con la piel azulada de la verdad.
Mujeres que jamás se arrodillaron.
Las que amaron con vehemencia,
de una manera febril.
Las que trabajaron de sol a sol
para dar de comer a los suyos
y no sucumbieron a la desolación
del hambre y la pobreza.
Las que miraron a las estrellas en las noches claras,
embriagándose de misterio.
Mujeres que aprendieron a leer después del trabajo.
Las que anduvieron por caminos polvorientos,
sin derramar una lágrima,
aferrándose,
con uñas y dientes, a la vida.
Las que plantaron árboles y no recogieron sus frutos.
Las que jamás renunciaron a sus sueños.
Las que siempre dijeron la verdad.
Mujeres que rompieron las cadenas.
(El llanto, la sangre, el fuego, Editorial Alhulia, 2012)
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