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Página principal > Bebés robados > “Mi madre lo único que quiere saber es que su hijo está bien y decirle que nunca le abandonó”
29 agosto 2018  |  Por Fátima Fernández y Juana Vázquez

“Mi madre lo único que quiere saber es que su hijo está bien y decirle que nunca le abandonó”

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Pilar Peña Martínez habla de la historia de su madre y de su primer hermano. Emociona escucharla y comprobar que su relato es muy parecido a tantos otros. Pero aquí, en La Giganta, ponemos nombres, apellidos y rostros para que quede constancia y, como ella dice, que esto que contamos llegue “al cielo y a la tierra”.

La madre de Pilar Peña Martínez, Ana María Martínez León, y su padre, Luis Peña López, se casaron cuando ella tenía 25 años y él 32. “A los 27 años se queda en estado y tuvo lugar el parto de mi primer hermano que iba a llamarse Luis, como mi padre, y que nació el 11 de marzo de 1966”. Pilar insiste en que nació porque, aunque le dijeron que había muerto, explica, “mi madre siempre ha sabido desde sus entrañas, desde su saber y sentimiento como madre, que ese niño nació vivo, algo que siempre ha mantenido”.

Parece ser que su madre tuvo “un embarazo natural, normal sin complicaciones. Era una mujer sana”. Cuando llegó el día del parto, refiere, “se fue con una vecina al hospital García Morato porque mi padre estaba trabajando mañana y tarde”. Cuando estaba pariendo le dijeron: “Venga, Ana María, cuando sientas algún dolor tú aprieta”. Aunque Pilar cuenta su historia desde el recuerdo vago de su madre, que ya tiene 75 años, insiste en que “estaba muy dilatada y le atendió el doctor Carlos Cobo –un excelente médico cuyo nombre, al parecer, es muy recurrente en muchos casos de bebés robados– y la matrona Paquita”.

Entonces dice que le dijeron: “María, que el niño ha nacido muerto, pero tú no te preocupes mi alma, que eres muy joven y para el año que viene traes otro”. Pilar imagina ese jarro de agua fría para una mujer tan joven que se pone a llorar desconsoladamente con esa incertidumbre y extrañeza de que su hijo había nacido y ella no había tenido ningún problema previo. En ese momento, explica, “mi madre recuerda que le enseñaron un niño congelado o fallecido que le pusieron en una tabla, enfrente de ella, para que lo pudiera ver. Una historia nuevamente muy recurrente contada por muchas mujeres que, pobres ellas, sufrieron sin saber qué hacer en ese momento tan desgarrador”.

A su padre, que estaba obviamente muy emocionado, le dijeron que el niño había nacido muerto y que se encargaban ellos del entierro. “Él no dijo nada en contra porque así no tenía que tramitar ninguna gestión en el estado tan lamentable en el que se encontraba”, lamenta.

La vida sigue pero…

Al año siguiente nació la hermana de Pilar, Ana Mari; a los dos años, su hermano Luis; y, a los cuatro años, nació ella, en 1973.

En la historia clínica de su madre, del maternal del hospital Virgen del Rocío, tan solo aparece los datos de nacimiento de Pilar, los de su primer hermano no. “Solo tenemos un documento en el que se describe tres partos espontáneos y uno fallido con una cruz como única prueba de que, supuestamente, mi madre ha tenido un niño muerto. Mi hermana Ana Mari y mi otro hermano nacieron en el Macarena”.

Los documentos del cementerio los ha solicitado la presidenta de la Asociación Sevilla Bebés Robados, Carmen Llorente, de la cual formamos parte, porque, en su tiempo, “le dijeron que mi hermano entró el 12 de marzo del 1966. Solicitó la documentación para que se la dieran impresa y visitar el lugar donde, en teoría, debería estar enterrado mi hermano”. Sin embargo, “hubo un fallo y se ha tenido que pedir nuevamente la documentación. A partir de ahí, tendremos que saber dónde se encuentra y, posteriormente, si comprobamos irregularidades, comenzar los trámites de la denuncia”.

“Cuando ocurre algo así, el alma está destruida y es irreparable”

Este proceso es para Pilar y su familia “muy doloroso”. Si no iniciaron los trámites antes –reconoce– “es porque cada vez que sacábamos el tema mi hermana y yo, mis padres lloraban. Por lo que, nada más que ver la cara de sufrimiento de ambos, no nos merecía la pena”.

Sin embargo, gracias a la asociación  ya mencionada han tenido la oportunidad de iniciar este camino. “Mi madre se sigue emocionando, pero con más calma. Ella lo único que quiere saber es que su hijo está bien, que está sano, que sea un buen hombre y decirle que nunca le abandonó. Yo también me emociono, sobre todo ahora que soy madre, y que siento y amo a mi familia con todo mi corazón. Cuando ocurre algo así, el alma está destruida y es irreparable. Hay que seguir viviendo y seguir ofreciendo amor a tus hijos y nietos, pero ese trozo de alma que se ha perdido… Siendo para mi madre el primer parto, tan jovencita y con tanta ilusión… Es horroroso pensarlo”.

Pese a todo, Pilar lo tiene claro: “Voy a ir a por todas e intentaré por todos los medios posibles encontrar a mi hermano. Mis padres son muy mayores y ojalá en poco tiempo lo pueda conseguir, aunque sé que es muy difícil. Hay que ser realista, el tiempo es crucial para ellos. Pero tengo la fe y la esperanza de que esta historia se difunda y podamos llegar al cielo y a la tierra”.

Ana María Martínez León, la madre de Pilar.
Pilar con su padre, Luis Peña López. / FOTOS: cedidas por Pilar Peña Martínez.
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