“A mí también me desagrada: hay cosas más importantes que esta fruslería”.
TEXTO: Rafael Calero Palma (escritor y poeta).
Con este verso comienza “Poesía”, probablemente el poema más popular de todos los que escribió, en una larga vida dedicada a las letras, la poeta, crítica literaria, traductora y editora estadounidense Marianne Moore, sin ningún género de dudas, una de las escritoras más destacadas de la literatura escrita en lengua inglesa durante el siglo XX. Por si aún no lo habías adivinado, la “fruslería” a la que se refiere la poeta no es otra cosa que la poesía. En los versos que siguen a estas primeras palabras, su autora nos hace partícipes de su estado de ánimo: no puede más que mostrarse ambivalente hacia la poesía, a la que ella no considera importante en sí misma, pero que puede llegar a ser de cierta utilidad, si está bien construida, si combina el mundo de la imaginación con el mundo de los sentidos y si se nutre de las experiencias vitales de la persona que la escribe. Toda una declaración de principios que Marianne Moore aplicará, durante toda su carrera, a su propia obra.
Pero vayamos al principio. Marianne Craig Moore nació en el sur de los Estados Unidos, en la pequeña población de Kirkwood, en el estado de Misuri, el día 15 de noviembre de 1887, aunque creció en Carlisle (Pennsylvania), Debido a una enfermedad mental que sufrió su padre, la niña creció con su madre y su abuelo materno, un pastor de la Primera Iglesia Presbiteriana. Durante toda su vida, sintió un amor desorbitado hacia su madre, con la que vivió hasta la muerte de ésta, en 1960. Desde muy niña se reveló como una gran estudiante, lo que le permitió graduarse en biología e histología en 1909, aunque siempre mostró una pasión desbordada, además de por el mundo animal y vegetal, por la poesía y los libros. Con dieciocho años, comienza a hacer sus pinitos en el arte de la poesía. Algunos de sus poemas más famosos, como “A Jelly-fish”, fueron escritos durante su etapa universitaria, y publicados en Lantern, la revista literaria de la universidad. Aunque en una entrevista confesaba que en esa época su intención no era dedicarse a la poesía, sino a la pintura, para la que estaba muy dotada técnicamente.
En 1919, tenemos a nuestra autora viviendo y trabajando en Greenwich Village, en la ciudad de Nueva York. Y allí decide que quiere dedicarse en cuerpo y alma a lo que más le gusta: la escritura. De esta manera, se convierte en escritora profesional, enviando sus poemas y sus reseñas y artículos críticos a numerosas publicaciones tanto en su país, los Estados Unidos, como en el Reino Unido. Su esfuerzo y su laboriosidad pronto dan sus frutos y su firma se convierte en una habitual en este tipo de revistas y su nombre empieza a ser conocido entre los cenáculos poéticos norteamericanos.
De ahí a la publicación de su primer libro hay sólo un pequeño paso. Y termina por darlo en 1921. Con treinta y cuatro años, Marianne Moore publica su primera colección de poemas, titulada con absoluta sencillez, Poems. (Casualmente, en aquel mismo año, a miles de kilómetros de Nueva York, en la ciudad de Granada, un jovencísimo poeta llamado Federico, publicaba también su primer poemario, titulado lacónicamente Libro de poemas).
Poems fue editado en Londres, y recopilaba una serie de poemas que habían visto la luz en diferentes publicaciones literarias como Others, Egoist, Broom o Poetry. De la selección de los poemas se encargó la escritora Hilda Doolittle (más conocida como H. D.), amiga de Moore desde los tiempos de la universidad, ya que ambas habían estudiado en Bryn Mawr College, donde también coincidirían con otro insigne poeta de la época: William Carlos Williams. Sobre el primer poemario de Moore, el profesor Cándido Pérez Gállego escribió en su Guía de la Literatura Norteamericana que poseía “un ritmo de intensidad lírica sumamente prometedor y sincero».
Tres años más tarde, se publica en los Estados Unidos Observations, el segundo libro de la autora. Esta obra ya supone un salto cualitativo en la producción poética de la escritora y, probablemente, sea la mejor colección de poemas de Moore. Algunos de los poemas que se encuentran entre sus páginas ya forman parte de la mejor poesía escrita en inglés de todos los tiempos: “Marriage”, “To a Steam Roller”, “The Fish”, “Peter”, “When I Buy Pictures”, “An Octopus” (un poema magistral en el que ponía de manifiesto su amor por la naturaleza) o el poema con el que empezamos este artículo: “Poetry”, uno de los más relevantes de toda su obra.
Tras la publicación de su segundo libro, se suceden las alabanzas y Marianne Moore se convierte en una poeta admirada. En los años venideros, su obra irá creciendo tanto en títulos como en calidad: Selected Poems (1935), incluye poemas que ya habían sido publicados en sus dos primeros libros junto a otros inéditos; The Pangolin and Other Verse (1936), What Are Years (1941), Nevertheless (1944), Collected Poems (1951) Like a Bulwark (1956); O, to Be a Dragon (1959); Tell Me, Tell Me: Granite, Steel, and Other Topics (1966); y The Complete Poems of Marianne Moore (1967), completan una carrera poética que brilla con luz propia, cargada de originalidad, fuertemente influida por la obra de Ezra Pound y el Imagismo, esa tendencia poética que pone el acento en el uso preciso de la imagen, y en la utilización de un lenguaje sencillo y detallista.
Como señala Javier Pérez Escohotado, “Marianne Moore pertenece al modernismo norteamericano, un movimiento que plantea la imperiosa necesidad de una poesía moderna, alejada tanto del romanticismo y su sentimentalidad, como del realismo”. No resulta descabellado señalar que, en muchos aspectos, Moore escribió una poesía “anti-poética”, absolutamente moderna y vanguardista que terminaría por sentar las bases para la mayor parte de la poesía que vendría tras ella. A simple vista, los poemas de Moore pueden parecer carentes de forma. Se trata, en la mayoría de las ocasiones, de modernos collages en los que la poeta mezcla frases muy cortas con largos versículos, y en los que muestra su predilección por el uso de un vocabulario que poco o nada tiene que ver con el tema tratado en el poema (abunda el lenguaje comercial, las citas de otros autores, los fragmentos de artículos periodísticos, de libros de texto, etc.), y en general, se puede ver una experimentación en el ritmo, el acento, o el contenido que encumbró a la poeta norteamericana a lo más alto de la estructura jerárquica de la poesía estadounidense. Como señala la crítica Elaine Showalter, Marianne Moore se enfrentó a “los convencionalismos lingüísticos, sintácticos y temáticos de lo que Stein llamó la “poesía patriarcal”. Y cabría añadir: salió victoriosa.
Marianne Moore dirigió la revista The Dial entre los años 1925 y 1929, año en que dejó de editarse. En palabras del crítico Daniel Aaron, The Dial ha sido “la mejor publicación de literatura y arte de América jamás publicada en los Estados Unidos”. Durante su etapa como directora, en las páginas de The Dial aparecieron colaboraciones de destacados autores estadounidenses, como E. E. Cummings o Hart Crane, y europeos, como Thomas Mann o William Butler Yeats. Además contó con la colaboración de destacadas personalidades de la pintura, como Pablo Picasso, o del pensamiento, como José Ortega y Gasset. The Dial, que había nacido en Chicago en el siglo XIX como una publicación de tendencia conservadora, se instaló en Nueva York en 1916 y fue, poco a poco, transformándose en una revista de pensamiento radical y controvertido, innovadora y vanguardista.
Como ya hemos señalado, Marianne Moore, además de poeta, se dedicó a la crítica literaria y a la traducción. Como traductora, se encargó de traducir al inglés las fábulas de La Fontaine (1954) y su labor crítica está recopilada en varios libros, entre los que destacan: Predilections: Literary Essays, (1955), Idiosyncrasy and Technique, (1959) y Poetry and Criticism, (1965).
Marianne Moore sufrió un derrame cerebral que terminó por causarle la muerte el 5 de febrero de 1972 en su pequeño apartamento de Brooklyn. Su obra había sido bendecida con numerosos y prestigiosos premios, incluido el Premio Pulitzer, y con el beneplácito de la crítica y el de los lectores. Durante la mayor parte de su vida, vivió como escribió: con absoluta libertad, haciendo gala de sus excentricidades (por ejemplo, le encantaba usar sombreros con forma de tricornio y vestir con ropa de hombre, disfrutaba con el boxeo y el béisbol, no se le conoce ningún tipo de relación amorosa, etc.), rompiendo los convencionalismos tanto sociales como literarios y buscando siempre lo más genuino y autentico que la vida le ofrecía. No resulta pues extraño que tantos poetas insignes alabasen su obra y su figura, de T. S. Eliot a William Carlos Williams, pasando por Elizabeth Bishop, Wallace Steven, W. H. Auden, Allen Gingsberg o John Asberry. Pero no sólo poetas anglosajones manifestaron su pasión por la obra de esta mujer. También escritores españoles como Jaime Gil de Biedma alabaron públicamente la poesía de Marianne Moore. Tal vez por esta razón un crítico dijo de ella que era “una poeta de poetas”.
Quiero poner el punto y final a este texto con las palabras que el escritor irlandés Declan Kiberd dedicó a la autora norteamericana: “Marianne Moore fue, al fin y al cabo, la más importante de los Modernistas estadounidenses; reescribió las reglas de la forma literaria y, mientras tanto, vivió una vida plena y digna de ser celebrada».
Comentarios: No hay comentarios