La investigadora y divulgadora Mara Dierssen Soto (1961) estudió medicina en la Universidad de Cantabria y, con posterioridad, el doctorado en neurobiología hasta llegar a liderar el grupo de Neurobiología Celular y de Sistemas del Programa de Biología de Sistemas en el Centro de Regulación Genómica de Barcelona (CRG). Hoy, en el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia, nos alumbra desde su experiencia en un ámbito donde, argumento que defiende con el ejemplo, se debe poner en valor lo diferente.
–¿Qué implicaciones y significado tiene para usted ser una mujer científica?
–Las personas que nos dedicamos a la ciencia lo hacemos (generalmente) porque nos apasiona saber y comprender, y canalizamos esa pasión a través de una carrera científica. Lo que nos diferencia a las mujeres y a los hombres en este campo, al igual que en el resto de ámbitos sociales, es que las mujeres encontramos muchas más dificultades, y no gozamos de las mismas oportunidades que los hombres para desarrollar una profesión científica y progresar en ella. Las razones son muchas en cada etapa de nuestra carrera: falta de referentes, estereotipos sociales, sesgos subconscientes, falta de mentores, desequilibrio salarial, desequilibrio de género en las oportunidades de progresar y en el liderazgo, dificultad de conciliar la vida personal y laboral y muchas más…
–¿Cómo reaccionó su entorno más inmediato cuando decidió dedicarse a la investigación?
–De forma desigual. Algunos me avisaron de lo difícil que iba a ser, otros me alertaron de que yo llegaría “donde mi sexo y condición me lo permitieran”, alguno me sugirió que económicamente sería mucho más rentable poner una consulta privada… Pero también hubo personas que me animaron. Mi padre, al haber sido científico, aunque me avisó que sería duro, estaba muy orgulloso de que escogiera ese camino, al igual que mi madre. Y mi marido siempre ha sido para mi un pilar que me ha dado mucha fuerza para seguir adelante.
–¿Hay que sacrificar algo por el camino?
–Yo creo que en todas las profesiones se sacrifica algo, pero si te gusta lo que haces merece la pena. Hay que procurar simplemente no sacrificar cosas que te importan. Yo nunca me planteé ni siquiera no tener familia, por ejemplo, o planear cuándo sería el momento más conveniente para tener hijos, porque consideraba que ese momento no existiría nunca y, además, los humanos estamos por definición sesgando; así que dudo mucho que seamos capaces de tener una visión “objetiva” o ni siquiera una definición clara de cuál es ese “buen momento” para hacer las cosas…
–¿Considera que ha tenido obstáculos en su carrera profesional por ser mujer?
–Muchas y de tipos muy diversos, pero todas superables. Al principio de mi carrera tuve las mismas dificultades que tenía cualquiera en aquella época, en la que ni se planteaba que un becario (que era dificilísimo de encontrar, puesto que había muy pocas becas), tuviera un contrato, o continuidad laboral; y de hecho, en mi caso, tuve que trasladar mi laboratorio cinco veces, por razones familiares (ni mi sueldo ni mi situación laboral me permitía sustentar a mi familia y teníamos que seguir a mi marido). Ello suponía que, en muchas ocasiones, la familia tuviera que estar separada durante meses y que, el que no estaba con los niños, se desplazara los fines de semana, generalmente con viajes de seis o más horas de coche. Aún así, siempre lo hemos solucionado y ¡siempre con buen humor!
Más difíciles de superar eran los obstáculos para obtener una plaza, por ejemplo. Cuando te ponían trabas porque un colega se presentaba también y “tú ya tienes un marido que trae el dinero a casa” o porque “tú tienes muy buen currículo y no lo necesitas”, lo cual resultaba bastante desconcertante, al menos para mí. Por suerte, también he encontrado científicos brillantes que me animaron a seguir y eso me ha permitido estar ahora donde estoy.
–¿Cómo se concilia la vida laboral y familiar?
–En este tema, de nuevo no se puede generalizar. Hay personas que tienen cerca algún familiar y les resulta más sencillo, pero sobre todo cuando tienes el primer hijo las cosas son complicadas. Además de las dificultades “estructurales”: los precios de las guarderías son muy elevados, y se añaden a los gastos habituales de una familia que empieza, los sueldos de los científicos en nuestro país.
–¿Qué necesita una científica para hacer carrera?
–Fundamentalmente encontrar personas que no le pongan trabas; y buenos mentores que le ayuden a incrementar su autoconfianza y le animen a llegar hasta donde ella se proponga. El mayor enemigo de la carrera científica de una mujer son los “palos en las ruedas”.

Síndrome de Down
La verdad es que en su primer postdoc (o sea, tras la tesis doctoral) ya comenzó a interesarse por los mecanismos que subyacen a la memoria y el aprendizaje, es decir, cómo el cerebro es capaz de almacenar tantas “memorias” y por qué esos procesos se alteran en enfermedades como el Alzheimer. Pero el interés por el síndrome de Down vino de la mano de uno de sus directores de tesis, el profesor Jesús Flórez. «Él me guió por los intrincados caminos de la discapacidad intelectual y lo hizo mostrándome también el trasfondo humano que se escondía detrás de nuestra investigaciones», recuerda. Los trabajos de Dierssen, en este tema, han permitido demostrar las alteraciones en la neuroplasticidad, una propiedad del sistema nervioso central fundamental para un correcto desarrollo del cerebro y para los procesos de memoria y aprendizaje. Estos estudios, aclara, «nos han permitido proponer y probar un tratamiento farmacológico que pueda normalizar esos procesos y favorecer la función cognitiva».
¿Qué falta por entender, pues? ¿Qué falta por descubrir? Mucho… «Yo diría que solamente hemos acariciado la superficie de ese enorme iceberg que son los misterios de la función mental. Nuestro abordaje científico durante muchos años ha sido reduccionista, es decir, se ha intentado comprender los procesos cerebrales a partir de hallazgos en modelos celulares que, desgraciadamente, no son capaces de remedar la complejidad de los procesos cerebrales. A partir de los desarrollos de la Neurociencia de Sistemas estamos adquiriendo una nueva perspectiva».
–¿Cómo le explicaría a un niño o niña con síndrome de Down qué es y lo que implica tenerlo?
–Lógicamente dependerá de qué edad tengan. No podemos darle una argumentación científica, pero tampoco hacer ver que no sucede nada. Quizá les hablaría de lo positivo de sumar capacidades diversas, y de que ser diferente no tiene por qué ser un problema. Todos somos distintos. A mi me encanta el corto de animación: Los peces no se mojan. Se trata de un proyecto para explicar a los niños qué es el síndrome de Down a través de compartir la experiencia de crear un cuento juntando niños con síndrome de Down con otros sin discapacidad.
–¿Y a la sociedad en general?
–Eso ya es más difícil. La sociedad está cargada de prejuicios y estereotipos que dificultan la integración de la diversidad. Las personas con discapacidad se enfrentan cotidianamente a problemas muy amplios y a la vez complejos. Han de lidiar con personas que evitan o huyen de ellas, que les compadecen, o les rechazan sin más. Tener una discapacidad dificulta obtener un empleo, tener acceso a la cultura, a la educación, al deporte y al ocio como puede tenerlo cualquier otra persona.
–¿Por qué “lo diferente” da tanto miedo?
–Parece que algunos estudios sugieren que el cerebro humano utiliza los mismos circuitos neuronales para juzgar a una persona por motivos étnicos que para procesar emociones y tomar decisiones.
–¿Qué otras líneas de investigación puede destacar?
–Nuestro grupo también trabaja en otras líneas de investigación que pretenden incorporar nuevas aproximaciones tecnológicas al conocimiento básico, como es el proyecto “Brain Polyphony”, cuyo objetivo es detectar señales bioeléctricas que codifiquen las emociones para traducirlas en un lenguaje sonoro que puedan utilizar las personas con dificultades de comunicación como las que tienen parálisis cerebral.
Logros
Las contribuciones científicas más importantes de la doctora Mara Dierssen han sido en el ámbito de la cognición, y de ellas han derivado hallazgos muy interesantes y aplicables. Gracias a una investigación de muchos años con varios modelos de laboratorio descubrieron Dyrk1A, una proteína cuya acumulación provoca alteraciones cerebrales en la mosca del vinagre. En ratones, la terapia génica demostró que era posible normalizar la dosis de esta proteína en el cerebro de los ratones modelo de síndrome de Down. Posteriormente, explica, «encontramos en el té verde un inhibidor natural de Dyrk1A, la epigalocatequina galato, un polifenol que además posee otras propiedades beneficiosas, como su poder antioxidante. La idea fundamental es que el exceso de Dyrk1A en el cerebro de las personas con síndrome de Down impide la plasticidad necesaria para los procesos de aprendizaje, y lo que observamos en los estudios previos con ratones es que la epigalocatequina normaliza la plasticidad y mejora los procesos cognitivos. Eso nos animó a realizar ensayos clínicos con resultados muy positivos».
«La desigualdad de género en ciencia se presentan bajo el espejismo de la igualdad formal y la meritocracia mal entendida»
–¿Cómo considera que está la situación de las mujeres investigadoras en España?
–Para las mujeres la carrera científica es una carrera de obstáculos, sobre todo para llegar apuestos de responsabilidad. Por ejemplo, en la Universidad española solamente el 18 % de los profesores titulares y 4 % de los catedráticos son mujeres. Lo mismo sucede en los centros de investigación de excelencia, el famoso techo de cristal. Desde luego el mundo de la ciencia, especialmente en los sectores STEM (ciencia, tecnología, ingeniería, matemáticas), pero sucede incluso en sectores más feminizados como la medicina en que hay muchas mujeres en los puestos inferiores pero se van “perdiendo” a medida que subimos en el escalafón, un fenómeno que se conoce como la “tubería que gotea”. No solamente en términos de quién hace la ciencia es un mundo masculinizado, sino también en términos de lo que se investiga y de hecho en este momento hay toda una serie de normativas que obligan a integrar el género en el contenido de la investigación e innovación.
Si pensamos que la situación respecto a la equidad de género sigue igual, o incluso ha empeorado en algunos sectores a pesar de que en nuestro país el 74 % de las universidades y el 86 % de los OPI tienen planes de Igualdad desde hace años, es evidente que estos han sido “papel mojado”. Y yo creo que posiblemente existe voluntad de cambio, en la mayor parte de los casos. Es decir, la mayor parte de los investigadores acepta que el género no determina la capacidad de un individuo para superar una entrevista de trabajo y que, en consecuencia, su género no debería ni allanarle ni interponerse en su camino hacia un puesto de trabajo. Pero, la realidad es otra y está conformada por múltiples dimensiones que se combinan en una tormenta perfecta que aboca muchos procesos de selección a resultados pobres y discriminatorios. Y, de hecho, el problema es que la desigualdad de género en ciencia se presentan bajo el espejismo de la igualdad formal y la meritocracia mal entendida.
Desde esta perspectiva es evidente que si, de verdad, queremos que la situación cambie debemos considerar la discriminación positiva como una posibilidad de cambio real. Eso sí, siempre que se haga adecuadamente y con sentido común.
–¿Por qué considera que hay pocas mujeres científicas?
–No hay una respuesta única. Son muchos los factores que contribuyen a que las mujeres no se sientan “bienvenidas” en la ciencia. Creo que en parte es porque aún arrastramos los estereotipos que nos impone la sociedad y eso es complicado de vencer, porque requiere trabajar desde la educación. Además, la situación familiar sigue siendo un lastre, porque en muchos centros no se apoya la maternidad, por ejemplo, con medidas de conciliación como el teletrabajo.
En ciencia existe la arraigada creencia de que es la mujer científica quien ha de renunciar o acomodarse si quiere tener vida familiar. Pero hay muchos más factores. La evaluación sesgada de la excelencia, la brecha salarial, la necesidad de ajustarse a los “patrones” masculinos, que son los imperantes, si la mujer quiere progresar en la carrera científica, la brecha salarial, que muchos científicos ni siquiera reconocen, la falta de referentes, la falta de apoyo por parte de la propia sociedad, etc.
«Nuestra sociedad sigue instalada en estereotipos sexistas»
–¿Cuál es el papel de la enseñanza y de las instituciones para que las niñas deseen ser científicas?
–Evidentemente es importante, pero a los primeros que habría que educar en sus propios sesgos es a las familias, que constituyen un factor primordial en que las niñas confíen en sí mismas y se sientan capaces. Necesitan referentes con los que descubrir que la pasión que ponemos en lo que hacemos determina nuestra capacidad de elegir nuestro futuro, independientemente de las circunstancias. Y que para que el futuro nos sea propicio hay que confiar en una misma y crearlo, haciendo que esas circunstancias formen parte de la solución en lugar de ser el problema.
Considero que es fundamental que exista diversidad en las ideas y las aproximaciones científicas para poder avanzar, y la plena incorporación de las mujeres y de otros colectivos que ahora no están representados (desde personas de diferentes orígenes raciales hasta personas con diferentes capacidades) en la ciencia, va a permitir dar un salto conceptual y cualitativo que no es evidente cuando el colectivo científico es homogéneo. Diversidad, con mayúsculas, debería ser un objetivo fundamental de la comunidad científica.
El ser humano necesita el arte
Mara Dierssen tiene publicado el libro El cerebro artístico donde expone los progresos desarrollados en la neurociencia. De hecho, en esta obra explora los conceptos de la neuroestética. Es decir, las bases biológicas del arte y la expresión y experiencia estéticas. Explora cuál es el sentido biológico del arte o por qué el ser humano invierte tanto tiempo en crear obras “bellas” y estas son placenteras. En algún momento, el hombre adquirió la capacidad de pensamiento abstracto y fue capaz de crear sin un objetivo utilitario concreto. Una posibilidad para explicar el “comportamiento artístico” reside en que el cerebro humano ha desarrollado una tremenda capacidad de aprendizaje para adaptarse al entorno, que nos libera en cierta medida de la “lentitud” de las leyes evolutivas. Si lo enfocamos de esta forma, explica la científica, «el conocimiento adquirido necesita transmitirse a través de la cultura, que es fruto del agrupamiento social. Y este es, precisamente, el segundo ingrediente: el ser humano necesita, para su bienestar psicológico, el arte».
–Sé que estoy simplificando mucho pero, ¿cómo es posible, con todo lo que hemos avanzado, que la sociedad no asuma que hombres y mujeres pueden tener capacidades similares? Me refiero a que intelectualmente y, con la ciencia por delante, la mujer no está supeditada al hombre…
–Básicamente porque nuestra sociedad sigue instalada en estereotipos sexistas tales como la falta de capacidad de las mujeres (en la encuesta de percepción de la ciencia y la tecnología de hace un par de años el 63 % de los encuestados pensabas que las mujeres no pueden llegar a ser científicas de alto nivel, por ejemplo). Los medios de comunicación tampoco están haciendo un esfuerzo suficiente por mejorar el tratamiento periodístico de las mujeres en general y de las científicas en particular, empleando incluso aún en muchos casos lenguaje sexista.
Aún más claro es el impacto de la publicidad, o los comercios que siguen reproduciendo muchos elementos de estigmatización. Es absolutamente necesario reconocer cuáles son estos elementos y evitarlos, pues su presencia constante refuerza la persistencia de estereotipos sexistas que el imaginario social atribuye, de manera inconsciente e injustificada, a las mujeres.
«La pasión que ponemos en lo que hacemos determina nuestra capacidad de elegir nuestro futuro»
–En su carrera, ¿qué científicas le han inspirado?
–Siendo neurocientífica, por supuesto, Rita Levi-Montalcini, famosa por descubrimiento del NGF (factor de crecimiento nervioso), que le valió el Nobel de Medicina en 1986. Por tanto está en ese 3 % de mujeres que han sido reconocidas con este premio. Además de una magnífica científica, supo no quedarse solamente en su nicho y luchar por aquello en lo que creía. Durante la guerra fue perseguida y tuvo que trabajar clandestinamente, pero fue capaz de integrarse como miembro de pleno derecho en la clase científica y la sociedad civil, en una época con costumbres que marginaban a las mujeres con estereotipos de feminidad y prejuicios que las minusvaloraban. Estaba profundamente comprometida con los problemas sociales y, en especial, con la lucha contra la marginación y la desigualdad de las mujeres. Recomiendo la lectura de su autobiografía y memorias en la obra Elogio de la imperfección. Una inspiración. Por supuesto hay muchas más. Os recomiendo una web fantástica: Mujeres con Ciencia.
–¿Cuáles son las que toda niña (y niño) deberían descubrir?
–¡La verdad es que todas ellas tienen mucho que aportar! Deberían leer un libro maravilloso: Mujeres en la ciencia: 50 intrépidas pioneras que cambiaron el mundo, de Rachel Ignotofsky. Es fantástico y las ilustraciones son geniales.
–¿Y qué puede contar de sus proyectos futuros?
–Seguimos interesados en los mecanismos neurobiológicos que subyacen a la memoria y el aprendizaje. El secreto está en la plasticidad (propiedad de las células de reorganizar sus conexiones y modificar los mecanismos) ¿Cómo se acumulan nuestros recuerdos? ¿Por qué se pierden o desdibujan? ¿Por qué esos procesos se alteran, por ejemplo en los trastornos cognitivos?
El mismo cerebro, cuando se está construyendo a sí mismo, es plástico; incluso en casos en los que fallan señales, las neuronas encuentran otra forma de llegar al mismo sitio. Puede que lleguen más tarde, y eso ya supone un impacto, pero el cerebro tiene capacidad para recomponerse, es muy determinado a la hora de hacer las cosas y es capaz de tomar rutas alternativas.
–¿Podría concluir con un deseo profesional o personal?
–Que el conocimiento nos ayude a crear un mundo más humano (en el sentido evolutivo del término). En lo personal me gustaría contribuir a ello. Considero que la educación y el acceso universal a una buena formación permite a los ciudadanos tener un mayor espíritu crítico y también comprender y apreciar mejor el valor de lo diferente.
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