De cómo las radios comunitarias pueden ser herramientas de transformación sociales para las mujeres a través de la cultura.
TEXTO: María Limón (coordinadora del proyecto).
Este próximo sábado 9 de noviembre se proyecta en el Festival Europeo de Sevilla el largo documental Reporteras de buen rollo, dentro de la sección de Panorama Andaluz de esta edición.
Se trata de la exhibición de un trabajo de vocación archivística, y de muestra de procesos, metodologías y aprendizajes de un proyecto que comenzó allá por enero de 2017 y donde sobrevolaba el eje articulador de una nueva aventura profesional y personal en torno a “las mujeres, la cultura y la participación con el radioteatro» como herramienta de transformación social con vecinas de Polígono Sur.
Y de dónde viene la propuesta que hice al ICAS. Quizás fue la nostalgia de esa revolución que supuso el programa de radio en Radiópolis “Corazones de Guatiné” para un grupo de creadoras, actrices, comunicadoras, y activistas entre las que yo también formé parte, y donde había grandes dosis de gamberreo, locura y rebeldía. Veníamos de una hermandad tejida en nuestro apoyo incondicional a la Corrala Utopía. Y allí, en aquel edificio ocupado que dio la vuelta al mundo, hicimos programas en directo con ingredientes creativos.
Y luego vino la participación en el colectivo de reivindicación del sector cultural “Actuacción” que se convirtió en un revulsivo ante los tremendos recortes que impuso la Junta de Andalucía en el sector, precarizando aún mas la situación de muchos profesionales de las artes escénicas. Y eso también lo llevamos a la radio en forma de debates donde al final decidimos que la criatura, es decir, los vínculos generados a través del afecto y la risa, tenían que transformarse en algo más sofisticado, guionizado y teatralizado, y donde las mujeres fuéramos un altavoz de nuestras demandas y críticas.
Así que nos pusimos unas batas de guatiné, unas pelucas estridentes en unos shows de radio con público en directo con el mirador de la Torre del cambio de Agujas de escenario. Aquello fue un éxito de dimensiones inesperadas con multitud de descargas de los podcasts, y con un seguimiento de nuestras andanzas de una comunidad de mujeres y hombres que nos hacían llegar su disfrute. Las claves fueron la alegría, la reivindicación y el humor a través de unos trabajos muy pensados en función de la realidad social que nos preocupaba en cada momento, y revisadas en clave de mujeres inmersas en la burbuja mullida y confortable que suponían esas batas estando juntas.

Sí que hubo una dosis importante de morriña de volver a unirnos y seguir ahondando en el radioteatro, pero en Polígono Sur, e imaginando un traslado de escenario de la antigua Torre de Renfe a Factoría Cultural, ese ovni de edificio con un gran equipamiento para eventos culturales construido con fondos europeos URBAN, en medio de Las Vegas, y con una amplia incomprensión del vecindario de su necesidad, a falta de una comisaría y de otras urgencias. Y con grandes dosis de incredulidad de que se produjera su apertura tras dos años ya finalizada la obra. Y por otro lado, Radio Abierta, radio comunitaria del barrio y compañera, consideramos que sería nuestra compañía indispensable mediadora y de saberes de mucho trabajo participativo vinculado a la comunicación con vecinas desde hace muchos años. Y Radiópolis por supuesto.
Y con estas premisas, y fundamentalmente, un conocimiento previo y muchas reuniones con colectivos, profesionales con gran compromiso social, asociaciones diversas en Polígono Sur, empezamos a dar a conocer nuestra voluntad de sumar mujeres jóvenes. Y llegaron a esos primeros encuentros en el Centro Cívico El Esqueleto. Raquel, Sandra, Rocio, Conchi, Rosa entre ellas. Nos manifestaron que no entendían muy bien qué estábamos haciendo, pero que se olvidaban de todo con aquellas dinámicas de juegos de desinhibición, de improvisaciones teatrales, de primeros contactos con los micrófonos, y que querían volver a cada una de las citas. Y un día apareció Poli, y tras ella sus hijas Aida y Amara, y se consolidó el grupo definitivo. Las Reporteras de Buen Rollo.
El nombre surgió tras un proceso de semanas colectivo en una Factoría Cultural que ocupamos nosotras antes de su estreno oficial. Ese fue otro de los momentos mágicos, hacer de ese edificio enorme nuestra casa, y merodear por el casi de puntillas al principio, por sus pasillos, su gran escenario, sus aulas de danza vacías, su sala multiusos y sin más testigos que Juan, el hombre de seguridad con el que trabamos amistad y complicidad. Y hasta invitar a profesionales y colectivos a conocerlo “extraoficialmente”, y burlar un poco a la Administración.
El nombre se fraguó allí tras un proceso de trabajo de contenidos ampliamente consensuados de querer construir un relato poderoso del barrio a través de mujeres poderosas, y donde todas las que formábamos el equipo tejíamos una tupida red de apoyo y afectos, y juntas notábamos que había una chispa transformadora que se había instalado colectivamente en nosotras. Eso fue la clave de todo, el trabajo horizontal y comunitario, el sorprendernos, el emocionarnos con cada paso decidido en común producto de una toma de conciencia nueva sobre muchas cosas. Desde el día a día de las mujeres que van mucho mas allá de los prejuicios con los que pudimos aterrizar las formadoras, y de ahí vino una tertulia sobre las RATAS en el programa piloto en clave de humor. Qué éxito contar teatralmente el anecdotario de vivir en un barrio plagado de malditos roedores que condicionan el día a día.
Y la capacidad de articular un empoderamiento feminista sin haber utilizado siquiera la palabra, o planeado nada al respecto en las sesiones formativas. Lisístrata, fue en ese sentido el broche del programa piloto. Llevaríamos a escena un cachito de esa obra de teatro milenaria sobre la guerra del Peloponeso donde las mujeres deciden hacer una huelga de piernas cruzadas. Y parar la guerra. Y tomar el poder.
Y Tomar las calles de Polígono Sur. Fueron 8 representaciones. En el Centro Cívico Esqueleto, Asociación Esperanza Sur, Fundación Don Bosco, Residencia Universitaria Flora Tristán. I.E.S Ramón Carande, I.E.S Polígono Sur. Y fue de él. En Viento Sur teatro en Triana, gracias a la generosidad e implicación de Maite Lozano, compañera del proyecto. Allí entrevistaron además a la Comisionada, María del Mar González, y como vecinas, le pudieron hacer sus preguntas de reporteras a la representante política de las cosas que les inquietan. En Flora Tristán entrevistaron como vecina necesaria a la cartera, una mujer que lleva una vida entera siendo la emisaria de intercambios epistolares, sin buzones, y a veces sin oficina.
Llegadas a este punto de la crónica del proceso me detengo para agradecer y manifestar mi admiración por el trabajo realizado por mis compañeras Antonia Gómez, Marisa Delgado, Maite Lozano y Teresa Cabello, equipo de formación plagado de todo menos de linealidad o previsibilidad. Trabajar con ellas ha significado un carrusel constante de idas y venidas desde el humor, las discusiones, los replanteamientos y donde lo emocional junto a la experiencia profesional se ha configuró como la sal de un proyecto vivo y mutante.
He aprendido mucho de mis comadres, de su enorme experiencia y sabiduría, y que me ponían en mi sitio cuando me pasaba de formal ante la incertidumbre y ansiedad de coordinar un proyecto sujeto a lo que es la vida de mujeres de un barrio como es Polígono Sur. Eso supone gestionar las precariedades y las ausencias, y los ritmos derivados de ellas, pero también la plasticidad de algo vivo, y con un potencial extraordinario.
Tras las representaciones mencionadas, vino la selección de la obra-programa piloto dentro del Festival Internacional de Artes Escénicas, o poder acudir al I Encuentro de Mujeres Radiantes organizado por compañeras de la Red de Medios Comunitarios estatal celebrado en Madrid. Así como entrevistas en Canal Sur radio, o presencia en Congreso sobre mujeres y participación organizado por Alianza por la Solidaridad.
Y finalizo donde comencé. En un estreno del documental de “Reporteras de Buen Rollo” dentro del SEFF dirigido por Guillermo García, amigo, y cuyo trabajo audiovisual he seguido y aplaudido desde que nos conocemos. Desde las bambalinas nos ha acompañado detrás de la cámara durante miles de horas de grabación y preocupaciones con el sonido, con la luz, con los encuadres. Pero sin saberlo ninguna de nosotras, aunque intuyéndolo por su actitud siempre respetuosa, en un segundo plano y nunca condicionando nada de lo que iba acontecimiento en las clases, representaciones y experiencias, ha grabado el alma de la vivencia en su expresión mas pura.
Nos ha grabado desde una sensibilidad e inteligencia de alguien que se ha implicado como una reportera más. Pero con el valor añadido del que observa y recoge los momentos con mas belleza y fuerza narrativa de este proceso. Frases como las de Rocio de 14 años respondiendo a la pregunta de en qué te ha cambiado esta experiencia con una “Ahora soy más feminista” compensa cualquier otra consideración de las muchas dificultades que han atravesado esta aventura en muchos momentos.
Ahora toca disfrutar del documental, y si es posible utilizar este trabajo audiovisual en otros barrios, en otros contextos para celebrar y debatir si es posible o no, que en condiciones complejas y de marginación social las mujeres se apoderen de la cultura y de su tiempo de ocio, y de ellas mismas.
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