«Las mujeres ‘mantecaeras’ mayores, las que están y las que ya se han ido, las abuelas, bisabuelas, tatarabuelas de las niñas de hoy, con sus malas condiciones de trabajo en décadas del siglo XX, muchas de ellas sin contrato, sin cotizar a la seguridad social, sin jubilación, sin una adecuada valoración de su trabajo… Han permitido que la industria del mantecado se mantenga y que sus familias pudiesen vivir con unos ingresos complementarios a los obtenidos del trabajo en el campo. Son ellas las verdaderas artífices del desarrollo rural de la localidad de Estepa. Ellas y su trabajo doméstico y extradoméstico, su flexibilidad horaria, su disponibilidad, su temporalidad de campaña, se destreza manual (adquirida por todo un proceso de socialización femenina impuestas por las representaciones ideológicas de género y trabajo en nuestra sociedad)».
Así de bien narra el pasado y el presente del mantecado de esta preciosa localidad sevillana Anastasia Téllez, profesora titular de Antropología Social en la Universidad Miguel Hernández de Elche, quien pone en valor, con sus estudios, el trabajo femenino en el desarrollo local, a través de ‘Las Mantecaeras’ de Estepa. Actualmente también hay que seguir resaltando la importancia de la mujer en este sector, ahora que prácticamente ocupa «un 85% del empleo que se genera en nuestras fábricas», reconoce José María Fernández, secretario del Consejo Regulador de la Indicaciones Geográficas Protegidas (IGP) “
La previsión de esta campaña, que dura de agosto a diciembre, prosigue el secretario, «es mantener los números récord que se alcanzaron en 2018, con alrededor de 22 millones de kilogramos y, con un posible aumento, que estará en torno a un 3%. Del total de esta producción, aspecto que sigue siendo una asignatura pendiente para el sector, el porcentaje destinado al mercado exterior puede estar en torno al 10%, a pesar de que estos productos estacionales viajan a todos los continentes». El sector del mantecado da empleo en su campaña productiva a unas 4.000 personas, creando de media cada temporada unos 2.000 empleos directos y más de 2.000 indirectos (en industrias auxiliares como talleres de maquinaria, artes gráficas, fábrica de plásticos y de cartón, transportes…). De estos empleos directos en plantilla de las fábricas de mantecados y polvorones, como ya se adelantaba antes, casi el 85% son mujeres, por lo que la industria del mantecado en Estepa sigue siendo una producción esencialmente femenina.
Hay que reconocer que las condiciones laborales de las mujeres ‘mantecaeras’ ha ido mejorando considerablemente a lo largo de las últimas décadas, y se ha de poner en valor las medidas en políticas de igualdad de género y trabajo que se recogen en el actual Convenio Colectivo para las empresas de fabricación y venta de mantecados, polvorones, roscos y alfajores y demás productos que se elaboran en Estepa (2016-2020).
A continuación os acercamos tres historias, breves, pero sinceras, de tres mujeres con un pasado entre canela y almendra molida, con abuelas-madre, y madres ausentes por unos meses contribuyendo a endulzar el mundo en estas fechas y a impulsar un sector económico que, sin ellas, no hubiera sido posible. Ahora es esta nueva generación la que recoge el testigo… y así lo cuentan.

Sandra de la Cruz Cano: «La elaboración de los mantecados supone mucha mano de obra, principalmente de mujeres»
Comenzó a trabajar en los mantecados hace unos 24 años, haciendo trabajos esporádicos y, poco a poco, se fue quedando. «Hace unos 18 años decidí dedicarme a ello. Mi empresa es De La Cruz Hnos. S. L., propietaria de las marcas «La Confitera» y «Obrador San Jerónimo».
«Vengo de una familia mantecadera», cuenta Sandra de la Cruz Cano (41 años). «Mis abuelos paternos fundaron una pequeña fábrica que, con el tiempo y mucha dedicación, ha crecido. La empresa pasó a mi padre y sus hermanos como Sociedad Limitada y, finalmente, mi padre adquirió las acciones de sus hermanos. Actualmente mis hermanas y yo trabajamos en la fábrica junto a mi padre». Su madre, continúa, también trabajaba en la misma fábrica y ella, la mayor de tres hermanas, pasaba mucho tiempo en la fábrica, «lo que para mi era un juego muy divertido». Cuando tuvo edad, empezó a trabajar en la fábrica en distintos puestos y procesos; «lo compaginaba con los estudios, hasta que decidí dedicarme a esto».
Sandra no tiene un puesto específico. «La mayor parte del tiempo la dedico a producción: organizar y preparar el trabajo diario que se realiza en fábrica». Además, «me ocupo de recursos humanos, encargándome de buscar el personal necesario para cada puesto y me estoy introduciendo en el tema de compras y preparación de campaña.
Sinceramente, reconoce, «siempre le temo cuando va a empezar la campaña, pero me gusta. Es un trabajo bonito y gratificante y, a la vez, duro y estresante. Es una mezcla agridulce para la que me preparo todos los años con intención de seguir mejorando». Al ser un trabajo temporal implica muchas horas de dedicación en un tiempo muy corto, «lo que te limita mucho en el resto de parcelas de tu vida… Pero merece la pena, y sí, me hace feliz».
En la memoria
La madre de Sandra estuvo muchos años trabajando en la fábrica y la veía poco. «Siempre corriendo para atender la casa, la comida y a nosotras», relata. «La temporada de mantecados ha sido y es época de abuelas y abuelos. Son ellos los que la mayor parte del tiempo nos cuidaban y nos atendían y así sigue siendo. Son recuerdos bonitos, la dedicación que nos tenían, o incluso cuando las vecinas se hacían cargo de nosotras, nos daban de comer y nos cuidaban… Había una convivencia muy bonita».
Lo que más le transmitía su madre de sus años trabajando en aquellos entonces, es la relación casi “familiar” que se formaba entre compañeras, «el buen ambiente que había entre todas y el apoyo que recibían unas de otras. Esto, en un trabajo de muchas horas, se agradece muchísimo».
«La campaña de fabricación de mantecados supone una gran implicación por parte de los trabajadores que forman parte de ella, puesto que al ser un trabajo temporal requiere muchas horas de dedicación en un tiempo corto»
Mujer ‘mantecaera’ actual
La situación no es fácil, al ser un trabajo temporal, implica muchas horas de dedicación que hace difícil la conciliación con casa, familia y vida social. «Yo creo que ya estamos mentalizadas de que son unos meses que se pasan como mejor se puede y después vuelta a la normalidad», explica Sandra.
Esta industria cuenta con mano de obra eminentemente femenina. «En cuanto a operarios en fábrica, con diferencia prevalecen las mujeres, pero es cierto que la mayoría de los empresarios del sector, son hombres».
Variedad
El mantecado y el polvorón son unos dulces tradicionales, muy peculiares y ricos. Están elaborados con materias primas naturales, principalmente harina, azúcar, manteca de cerdo ibérico, almendra y canela. «No le añadimos colorantes ni conservantes y son bastante sanos a diferencia de lo que algunos piensan de ellos. Es un producto artesano, con variedades para todos los gustos», comenta Sandra, para añadir: «Me gustan prácticamente todos. Me encanta mucho el mantecado de coco, un mantecado de artesanía, un polvorón de almendra… depende del momento en que me lo vaya a comer, pero prefiero los mantecados tradicionales y, sobre todo, los primeros que fabricamos. Imagino que se cogen con más ganas, aunque en casa se come mantecados todo el año».
«Trabajar en los mantecados tiene más cosas positivas que negativas y, sobre todo, lo hago con mucha ilusión. Y me hace muy feliz trabajar para hacer feliz a la gente cuando consumen nuestros productos y disfrutan de ellos»
Para Sandra, lo mejor de los mantecados, afirma, «además de que tengamos una buena campaña y todo vaya bien en todos los sentidos, son las relaciones personales y las vivencias con las compañeras y compañeros. Se crean vínculos especiales y una empatía que valoro mucho. El ir todos a una, aunque estemos cansados, es muy gratificante». Para ella «es muy reconfortante y emocionante cuando los clientes aplauden tu producto porque quedan encantados con él. Me hace feliz que estén contentos y satisfechos al consumirlos». Por otra parte, concluye, «me he planteado alguna que otra vez la posibilidad de cambiar de trabajo, aunque ya hace tiempo que no lo hago. Y aquí sigo… Quizá no hay otra cosa que me parezca tan completa como esta».
Belén Sánchez: «Me gusta mi trabajo y he estudiado para seguir en este sector»
Lleva cinco años trabajando en este sector que compagina con los estudios en la empresa Santa Clara.
Belén Sánchez (22 años) lleva toda su vida alrededor del sector del mantecado. «Mi bisabuelo tenía una fábrica que luego pasó a mi abuelo y que ha continuado con mi padre; y yo me he ido pegando al negocio familiar», explica. Cuando era pequeña, recuerda, «iba a la fábrica, me subía y me sentaba en los cubos vacíos para poder llegar a la mesa y poder poner piñones, guindas…». Antiguamente las niñas también se iban a aprender a liar a mano con sus madres, cosa que hoy en día no se hace. «Todo ha evolucionado», asume.
Actualmente su trabajo se basa en la elaboración de los envases de los productos (liado), tanto como de los embalajes como de su reparto. En general, un poco de todo. Hasta ahora compagina los mantecados con los estudios. «No he estado parada y, tras la temporada de mantecados, luego retomo las clases. Pero si me planteara la situación de no estudiar y solo trabajar en temporadas, sería feliz porque es un trabajo que me gusta y me alegra seguir con la tradición familiar».
Pese a la modernización en el sector, la mujer sigue muy representada en el ámbito de la calidad, ya que es el motor de la producción y el desarrollo de todo el proceso desde los principios de este trabajo.
Creando recuerdos positivos
Los mantecados son un productos artesanal que se elaboran con harina, azúcar manteca, almendra… para un período de tiempo concreto. «El producto tiene muchas variedades, formas y sabores. La campaña consiste en elaborar los mantecados durante un período de tiempo y luego venderlos para su consumo», apunta Belén, quien confiesa que su mantecado favorito es el de aceite y el de limón, «aunque me gustan todos, y mi especialidad preferida es el turrón de almendra y el milki-bom».
Cada campaña trabajada es un recuerdo positivo: «No hay nada mejor que tu trabajo te sirva y le guste al consumidor. Es un orgullo que algo elaborado o distribuido por mí puede llegar a muchos lugares del mundo y le guste al cliente». Además, añade, «soy feliz porque en algo que ha trabajado mi bisabuelo, mi abuelo y mi padre, yo pueda estar detrás aportando mi trabajo».
Rosa Gamito Cejudo: «Es un gran orgullo conocer a gente de toda España y acercarles nuestro producto»
Lleva toda la vida en varias fábricas. «Mi trabajo consiste en atención al público, marketing, venta de productos y reposición de existencias. Llevo trabajando desde los 18 y empecé en El Santo».
Rosa Gamito Cejudo (44 años) piensa que se trabajan muchas horas, en horarios complicados, «pero es bueno porque al ser una temporada se hace llevadero y se introducen unos ingresos extras en casa».
Según Rosa, «hay muchas mujeres representando al sector desde diferentes puntos de vista». Para mí, sonríe, «es un gran orgullo conocer a gente de toda España y acercarles nuestro producto, típico de Estepa y de Navidad que se elabora durante estos meses en nuestro pueblo». Y enfatiza: «Me encanta mi trabajo».
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