Las Grecas pusieron la banda sonora original a una España que estaba ansiosa por dejar atrás casi cuarenta años de franquismo (que como todos sabemos, estaba listo para morir matando). Dominaron por derecho propio las listas de ventas de aquella España de mediados de la década de los setenta, un país en blanco y negro de pantalones acampanados imposibles, Seat 128, atraso decimonónico y censura cultural y política, en el que lo cutre, a todos los niveles, era el pan nuestro de cada día.
TEXTO: Rafael Calero (escritor y poeta). / ILUSTRACIÓN: Andrea Gestal González.
Despacharon más de un millón de discos de vinilo de sus cuatro álbumes y tantas cintas de casetes en gasolineras y restaurantes de carretera que sería prácticamente imposible cuantificarlas. Sus actuaciones se contaban por decenas. Fueron inmensamente famosas entre 1973 y 1977. Salían en televisión una semana sí y otra también y sus canciones sonaban constantemente en las emisoras de radio. Fueron una máquina demoledora de hacer hits y dinero. En un poco más de un lustro, grabaron cuatro discos, y dejaron para la posteridad algunas de las canciones más famosas y deslumbrantes de la historia de este país.
Desde pequeñas, las hermanas Muñoz Barrull, Carmela (Valladolid, 1954) y Edelina (Madrid, 1957), que pasaría a la Historia como Tina, parecían tener el futuro predestinado. Habían nacido para ser artistas, para cantar y bailar, para mostrar en público un desparpajo tan inusual como sorprendente. Durante su infancia, fueron de aquí para allá: Valladolid, Madrid, Argentina, a donde se trasladan por motivos laborales del pater familias. Y allí, en el país sudamericano, ellas, que habían crecido empapándose de la más rancia ortodoxia flamenca, se contaminan con otras músicas: rock, folk, bolero, bossa nova y todo lo que se tercie.
Regresan a España cuando la década de los setenta comienza a dar sus primeros pasos y ya entonces tienen meridianamente claro que desean fervientemente dedicarse de manera profesional a la música. Empiezan, como era habitual entre los gitanos de la época, a hacerse habituales de los tablaos: en Los Canasteros, el local que Manolo Caracol tenía en Madrid, y después, en Caripén, el de Lola Flores, van extendiendo, poco a poco, en palabras de Diego A. Manrique “su genialidad innata”. El boca a boca hace su efecto y José Luis de Carlos y Felipe Campuzano, cazatalentos de la CBS, una de las más importantes discográficas de la época, se dejan caer por allí para comprobar con sus propios ojos que todo lo que se dice de las dos hermanas es cierto: la pasión, el dominio del ritmo, la fuerza imparable, el magnetismo de esas voces indomables que cantan al unísono, etc. Todo está allí. Solo hace falta alguien que canalice toda esa energía en bruto. Y José Luis de Carlos, que es un visionario, está dispuesto a llevarlo a cabo.
De ahí a firmar un contrato con la disquera hay un pequeño paso. Y las dos hermanas lo dan con absoluta naturalidad. José Luis de Carlos se pone al frente de un equipo de arreglistas, compositores, músicos y técnicos para que aquello sea todo un éxito. Felipe Campuzano, Johnny Galvao, Paco Cepero, Eddy Guerín, Jeros, Carlos Villa, Luis Cobos, Luis Fernández Soria, Manolo Gas o Pepe Nieto son algunos de los colaboradores que ponen su granito de arena para que aquella aventura llegue a buen puerto.
Historia
La primera grabación aparece publicada en enero de 1973. Se trata de un single con dos canciones: en la cara A, Te estoy amando locamente y en la cara B Amma Immi. Y el resultado es, sencillamente, espectacular. Y aunque al principio la cosa no acaba de despegar comercialmente como de Carlos deseaba, muy pronto se produce una explosión de popularidad. Las ventas del disco se disparan, llegando al medio millón de copias despachadas en unos meses. Las dos hermanas vuelven a entrar en un estudio de grabación para dar forma a su primer elepé. Gipsy Rock (CBS, 1974), se llamará el artefacto.
El propio José Luis de Carlos explicaba en la contraportada del álbum, para dejar las cosas claras desde el principio, de qué iba la cosa:
“Gipsy Rock no es la sofisticación gratuita de una idea con mayor o menor gancho comercial. Se trata simplemente del nombre dado a la realización de una idea basada en la fusión de elementos originalmente dispares en lo cultural, pero compatibles y curiosamente coincidentes en muchos aspectos».
Y añadía:
“Estos elementos eran de un lado la asombrosa fuerza expresiva de unas originales voces gitanas muy jóvenes y de otro el electrizante poder de penetración y arrastre de la “actitud” sonora más joven e internacional que conocemos: el rock. Es decir, no era tanto la unión de flamenco y los ritmos modernos (pop). Flamenco, como tal, no aparece sino en el origen: algunas cadencias melódicas y armónicas (de no todas las canciones), así como en la estructura rítmica de otras (tangos, originariamente). La unión ser realiza sobre todo en el aspecto expresivo”.
Y concluía con esta rotunda afirmación: “El swing ‘gitano’ y el ‘son’ rockero se han mezclado en Las Grecas, y eso es su Gipsy Rock».
En Gipsy Rock, el disco, se pueden rastrear todos y cada uno de los ingredientes que convertirán a Las Grecas en las artistas más populares de esos años: un viaje cultural que va de lo particular a lo universal, unas guitarras poderosas y deslumbrantes, empapadas de glam e incluso a ratos de heavy, unas bases rítmicas que las emparentan directamente con James Brown, Aretha Franklin o Sly and the Family Stone, unas voces ancestrales que se pierden en el origen de los tiempos, la mezcla de diferentes sustratos sonoros que van del flamenco al soul, pasando por el funk, el rock, los aires morunos o la psicodelia, y por último, una imagen moderna y atractiva, colorida y atrevida, que hacía las delicias de la juventud de la época.
Entre las diez canciones del disco, destaca sobre todo Te estoy amando locamente, compuesta por Felipe Campuzano, aunque las hermanas Muñoz siempre mantuvieron que en realidad fueron ellas las creadoras del tema. Se trata de una canción tan fresca e hipnótica que ha sido versionada en numerosas ocasiones y en diferentes idiomas y cuyo riff de guitarra ha sido sampleado por gente del rap. Pero además de este temazo había muchos más: Achilipú, Así, así, La zarzamora, y una magistral Orgullo, compuesta por Jeros, que luego sería tremendamente famoso con su propio grupo, Los Chichos. Y así hasta diez. 32 minutos de música racial, pasional, fresca, rupturista, moderna. Un disco absolutamente recomendable, que recientemente ha sido rescatado por el sello Munster en su colección Vinilissimo.
A Gipsy Rock le siguieron otros tres discos: Mucho más (CBS, 1975), Tercer álbum (CBS, 1976) y Casta viva (CBS, 1977). Y aunque las ventas descendieron con cada uno de ellos, la calidad siempre mantuvo el listón muy alto, y en todos ellos hay gemas que merecen ser rescatadas.
«Sin Las Grecas la historia de la música española sería muy distinta»
Las canciones que abundan entre los surcos de estos cuatro discos son composiciones arrebatadoras, con abundancia de amores imposibles, pasión racial a raudales, sensualidad y sexualidad a flor de piel, relaciones desgarradoras en las que se desborda el dramatismo. Canciones al borde de un ataque de nervios, las podríamos llamar parafraseando el título de la película más famosa del director Pedro Almodóvar. No en vano, compositores como Felipe Campuzano, Isidro Muñoz, Enrique Morente o Paco Cepero pusieron su talento al servicio de las hermanas Muñoz. En cuanto a las numerosas versiones que realizaron (de temas de Roberto Carlos, de The Turtles hasta en dos ocasiones, de Dolores Vargas, la Terremoto, de Smash, etc.,) yo me quedo con la magnífica Nadie me quiere ya, incluido en Casta viva, el último disco del dúo, una composición original que había escrito Fernado Arbex y estaba incluida en el álbum Contrabando (Novola, 1968) de Los Brincos y que ellas se llevan magistralmente a su terreno.
Cuando la década de los setenta se acerca a su final, y en medio de numerosos problemas de toda índole, las hermanas deciden romper tan fructífera relación. Lo que vino a continuación (enfermedad, droga, cárcel, pobreza, SIDA) fue carne de revistas del corazón y es otra historia que nada tiene que ver con la música, poderosa y catártica, que facturaron las hermanas Muñoz Barrul. Igual que los distintos intentos de revivir al dúo, con diferentes miembros. Algo patético y que provocaba vergüenza ajena.
El crítico sevillano Luis Clemente, en su libro Filigranas, Historia del nuevo flamenco, escribió sobre Las Grecas: “Abrieron camino, se adelantaron a su tiempo, y pagaron por ello». La gente del rock, tan prejuiciada y elitista, nunca las tomó en serio y la crítica especializada siempre las consideró un producto pensado, diseñado y creado en los despachos. Y sin embargo, artistas fuera de toda sospecha, como el guitarrista Paco de Lucía y el cantaor Camarón de la Isla, declaraban, siempre que tenían ocasión, su devoción hacia ellas. En la actualidad, críticos de la talla de Diego A. Manrique, Juan Pablo Silvestre o Vicente Fabuel hablan de ellas con un respeto reverencial. Hoy ya sabemos que sin ellas no hubiesen sido lo mismo el “sonido Caño Roto”, la rumba suburbial o los Jóvenes Flamencos. Sin ellas, probablemente, no hubiese existido Veneno, ni Pata negra, y quizás, si Camarón no hubiese escuchado Gipsy Rock, nunca se hubiese atrevido a grabar La leyenda del tiempo. Sin ellas la historia de la música española sería muy distinta.
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