Era muy pequeña, mucho. Y decidí que, cuando fuera mayor, quería ser enfermera y mamá, considerando el ser madre como trabajo. Todo el mundo se reía y recuerdo que alguien, no sé quién, me dijo que “ser mamá no es un trabajo”. Ah, bueno, pensé. “Pues seré enfermera”. Hoy, con unos años más, tengo infinitas dudas de que ser madre no sea una profesión a tiempo completo, aunque eso ya no me preocupa. Desde hace bastante tiempo decidí, junto con mi pareja, que no íbamos a tener hijos. Tampoco soy enfermera así que, de alguna manera, creo que a nivel inconsciente, y muy consciente, he preferido no “profesionalizarme” como cuidadora en ningún ámbito de mi vida. Aunque lo haya sido en el pasado.
Mientras todavía podía haber dudas sobre mi decisión final, todo el mundo opinaba, sobre todo las mujeres, que me preguntaban impúdicamente si tenía hijos o familia (equivalente a tener descendencia, como si mi pareja no fuera familia). Y, ante mi negativa, en plan “no, pero porque no quiero”, como si tuvieran obligación de contestarme afirmaban con certeza desafiante que seguro que cambiaba de opinión, que un mujer sin hijos es como un jardín sin flores, que los hijos te dan la vida… Pero, curiosamente, cuando oyes a varias madres hablar entre sí, y tú te haces invisible, porque o bien desconectas o no tienes nada que añadir, únicamente escuchas el día tan malo que han dado, que llevan siglos sin poder dormir una noche seguida, que viven sin vivir en ellas. Cada cual más preocupada, cada quién más diluida. Observo cómo todas las conversaciones giran alrededor de hijos desconocidos para el mundo aunque para ellas, por supuesto, son su mundo.
Hoy ya preguntan menos, es verdad. Pero he perfeccionado mi contestación. “¿Tienes hijos?”. “No, es que ser madre es una opción y hemos decido que no, no queremos hijos, nuestra vida es perfecta así”. Ese nuevo matiz, el de “opción”, hace que mi interlocutora abra los ojos y termine dándome la razón, más bien por concluir la conversación que por convencimiento. Pero esa palabra abre un mundo de posibilidades, el de “yo puedo elegir”. Lo más importante en esta historia es que no me siento culpable, eso ya está más que superado. Puedo no tener hijos y puedo no quererlos. Es mi opción, es mi vida. Y, al igual que la que es madre por convencimiento, en mi caso, está bien así.
Comentarios: No hay comentarios