Con este texto introductorio pretendo contextualizar de forma muy breve y con un lenguaje apto para todos los públicos el marco histórico, político y social en el que vivieron mujeres anarquistas, libertarias, mujeres libres. Significa saber dónde, cuándo y por qué surgen estas mujeres y sus luchas. Unas historias que han conseguido mantener ocultas en gran medida, invisibilizar y excluir, como sucede con la filosofía y la práctica anarquista en general. Menciono también su influencia, lo que han supuesto para los movimientos feministas y, para el anarcofeminismo en particular.
A finales del siglo XIX las ideas anarquistas se difunden en España y desde el principio hay mujeres que las hacen suyas. Son las pioneras, como Guillermina Rojas, que alcanzó un puesto en la Comisión Federal de la Primera Internacional.
Luego llegó Mujeres Libres, el primer colectivo de mujeres dentro del movimiento libertario. Se sabe que entre 1934 y 1936, que es cuando nace la revista del mismo nombre, hay al menos dos grupos de mujeres, en Barcelona y Madrid, que vieron la necesidad de organizarse de forma autónoma. Sus integrantes formaban parte de algunas de las tres organizaciones de ese momento en el mundo libertario, la CNT (Confederación Nacional del Trabajo), la FAI (Federación Anarquista Ibérica) y las JJLL (Juventudes Libertarias). En un marco social, el de entonces, muy politizado. El objetivo era «sacar las mujeres de su esclavitud de ignorancia, de su esclavitud de mujer y de su esclavitud de productora». Capacitarlas para un orden social más justo. Hasta 1939, ML movilizó a más de 20.000 mujeres. Pero nunca fue reconocida plenamente por parte de las otras organizaciones libertarias (hubo petición formal en 1938).
Eran hijas de su tiempo y del movimiento libertario, que aquí tomó la forma de anarcosindicalismo. Nos puede resultar chocante hoy, pero nunca se declararon feministas. Entendían el feminismo de entonces, si es que habían oído hablar de él, como un feminismo burgués. Y ellas eran obreras y revolucionarias. Cruzaron género y clase. Esa es una de sus principales aportaciones. Otra, la aceptación de la igualdad entre los dos géneros desde el respeto a la diferencia de cada uno. El esfuerzo por crear una comunidad que incorpore íntegramente a todos sus miembros. Mujeres Libres como colectivo exigió que el reconocimiento y el respeto de la diversidad incluyera a mujeres y hombres.
Digamos que había un feminismo implícto, pero explícitamente rechazado (igual que sucede con el término político para los anarquistas). Se puede hablar también de superación del feminismo de entonces, en el sentido de reinterpretar el existente, buscar una denominación diferente para un enfoque ideológico diferente (Federica Montseny).
Todo procede de cómo conciben al ser humano y a la sociedad (una concepción proveniente de la propia filosofía anarquista). Frente a la concepción de que el orden social necesita de liderazgo jerárquico y de una autoridad política capaz de guiar a la población, el anarquismo sostiene que las jerarquías formales no sólo son dañinas sino innecesarias, existiendo modos alternativos, horizontales y más igualitarios de organizar la vida social, y sobre todo que, como indica la historiadora Martha Ackelsberg: “la naturaleza humana es una construcción social, el modo que tenemos las personas de comportarnos es más un producto de las instituciones en la que hemos crecido que el producto de una naturaleza inherente”. La sociedad ideal está basada y regulada por, las relaciones de mutualidad y reciprocidad, y no en la jerarquía y el dominio.
¿Les suena? Hablamos de las teorías feministas contemporáneas por la interacción entre las jerarquías de género, raza, clase social, capacidad, etc. Al reconocer ese carácter multidimensional e interseccional de la subordinación, la experiencia de Mujeres Libres representa una contribución al feminismo contemporáneo que lucha por desarrollar una concepción de la subordinación y la capacitación de las mujeres que atienda a las diferencias de etnicidad, clase, sexualidad, capacidades, etc. Al situar la identidad individual dentro de la comunidad y reconocer las estructuras jerárquicas de poder como límites al desarrollo, tanto de las comunidades como de los individuos que la constituyen, Mujeres Libres intentó desarrollar estrategias de capacitación que permitieran a las mujeres y a los hombres tomar conciencia de sus propias capacidades.
La historia de Mujeres Libres es, en muchos sentidos, la historia de un intento de construir un movimiento que incorporase al menos un grupo de diferencias (traducidas en desigualdades), las que están basadas en el género. Durante este proceso, empujaron la teoría y las prácticas anarquistas a profundos cambios y a nuevas direcciones, a la vez, que aportaron importantes desafíos para la actualidad del feminismo.
Las mujeres que fundaron Mujeres Libres estaban firmemente comprometidas con las metas del movimiento libertario e insertas en sus organizaciones y colectivos. Sin embargo, simultáneamente, sentían que algo les faltaba a las mujeres; ser conscientes de que en las estructuras organizativas que le ofrecían las propias organizaciones libertarias no se las trataba con plena integración e igualdad por lo que, tanto para sí mismas como para el movimiento en sí, una organización dedicada a la emancipación de las mujeres era esencial en ese contexto.
La consideración de la dimensión política de la vida privada y las cuestiones sexuales, así como la defensa de la contracepción y el control de la natalidad que propugnaban estas mujeres, pueden identificarse como anticipación de la política sexual feminista de la década de los 60/70 (y con ello, también, con la irrupción en la sociedad en general, y del ámbito científico social en particular, de la transversalidad de la perspectiva de género).
Concienciación y capacitación por medio de experiencias compartidas
Profundamente arraigada en la tradición anarquista de orientación comunalista, para Mujeres Libres el proceso de capacitación individual era, fundamentalmente, un proceso colectivo. Las mujeres no existían como aisladas sociales. La capacitación que cada una de estas mujeres experimentó no está relacionada solo con lo que ella personalmente había logrado, sino, más significativamente, con la comunidad de militantes con los que vivía y trabajaba. Hoy, la importancia de las relaciones entre mujeres (redes) va implícita en la lucha feminista.
La atención prestada al entorno, característica definitoria de ‘una concepción feminista del mundo’, era también un elemento importante del anarquismo español. Criticaron la monocasualidad económica y lucha y actividad como generadores primarios de la conciencia radical. La radicalización nace de la acción. Participar en la acción puede ser en sí mismo politizante.
Mujeres Libres eran conscientes también de la ambigua naturaleza de las comunidades. Las que desdeñan o niegan las diferencias pueden perpetuar las relaciones de jerarquía y dominio a pesar de un supuesto compromiso con la igualdad. Hablamos de interrelación entre comunidad e individualidad. Para los anarquistas, se refuerzan mutuamente.
Tienen mucho que enseñarnos sobre la concienciación, la organización colectiva, la relación entre los individuos y las comunidades y sobre el significado de la diferencia en la sociedad actual. Pero es que además, siguen resistiendo y participando de forma activa hoy. Su filosofía impregna muchas de las formas organizativas de movimientos sociales y políticos. Aunque no sepan de dónde viene. Es justo reconocerlo.
Justo es recordar a mujeres como Amparo Poch y Gascón, Lucía Sánchez Saornil, Mercedes Comaposada, Conchita Liaño, Sara Berenguer, Dolores Prat, Suceso Portales. Y tantas otras, miles de mujeres trabajadoras libertarias que difundieron la idea y sostuvieron el complejo entramado de actividades y luchas que conlleva ser anarquista. Y para las que, lo que vivieron, siempre fue con ellas. Tuvo un impacto tremendo y duradero en sus vidas. Las revolución no solo había sido un sueño o una esperanza, sino que habían vivido un cambio en sus vidas cotidianas. Mujeres cuyas historias ya podemos conocer y reivindicar.
Bibliogafía recomendada: Martha A. Ackelsberg: Mujeres Libres, el anarquismo y la lucha por la emancipación de las mujeres (Virus). Jesús Mª Montero Barrado: Anarcofeminismo en España. La revista Mujeres Libres antes de la Guerra Civil (Fundación Anselmo Lorenzo). Sara Berenguer: Entre el sol y la tormenta, treinta y dos meses de guerra (1936-1939) (Seuba Ediciones).
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