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29 noviembre 2020  |  Por Juana Vázquez Torres

Desahogo

Mi desconfianza en la justicia de los tribunales viene de fábrica. Con todo, hay que reconocer el posibilismo al que nos aferramos a veces para que no nos lo quiten todo. Pero hasta eso quieren arrebatarnos, la nimia posibilidad de que quien la hace la pague, o al menos que no vuelva a hacer. Solo hay que echar un vistazo alrededor -de España a Argentina, pasando por el resto del mundo- para sentir más rabia si cabe, y más asco, ante las sentencias judiciales que dejan a las víctimas absolutamente desamparadas y sin atisbo de justicia posible, sea lo que sea lo que entendamos por ese término. 

El caso es que mientras siguen las muertes, las violaciones, los abusos, las humillaciones, los maltratos, el colaboracionismo, la normalización, la vergüenza, la rabia y la impotencia, el monopolio de la justicia lo tienen los tribunales. Así que tenemos que acogernos al aura infalible de jueces y juezas, y así nos va. Porque estos magistrados y magistradas que nos miran desde arriba, son personas como usted y como yo, con una ideología, unas convicciones, unas flaquezas, y a veces, demasiadas veces, se les ve el plumero cuando dictan sentencia. Un plumero patriarcal, además de racista, clasista, homófobo y mucho más.

Escandaloso es que el Juzgado de Instrucción 5 de Alcalá de Henares (Madrid) haya archivado la causa abierta por el suicidio de Verónica, trabajadora de Iveco, el 25 de mayo de 2019, después de que sus compañeros de trabajo compartieran un vídeo con imágenes sexuales privadas de ella, sin su consentimiento, entre la plantilla de la empresa. Este juzgado ha archivado el caso por “falta de autor conocido”. A Verónica la hemos conocido tristemente porque está muerta.

Escandaloso es que la Sección Primera de la Audiencia de Navarra haya estimado parcialmente el recurso de apelación de un hombre condenado por un delito contra la integridad moral de la víctima de ‘La Manada’, al publicar en redes sociales una fotografía de la víctima mientras era violada durante los sanfermines de 2016. Al rebajar en un día la pena a este individuo, lo libra de ir a prisión, y le rebaja la indemnización por el daño moral causado. Lo que están rebajando de hecho es el delito, total, que te violen en grupo, lo graben, te tachen de golfa borracha, de mentirosa, hagan caso omiso de que no publiquen fotos tuyas, te obliguen a salir del país, a abandonar tus estudios, te destrocen la vida en suma, eso parece que entra dentro de ‘lo normal’, para qué tanto aspaviento, parecen decir.

Escandaloso es que María Salmerón, una mujer maltratada, esté a las puertas de la cárcel, otra vez, porque desde el Juzgado de lo Penal número 6 de Sevilla, una jueza sin relación con el caso haya decretado su inmediato ingreso en prisión porque su hija, entonces menor, se negó a seguir el régimen de visitas de su padre, maltratador condenado en 2009 a 21 meses de cárcel, sin que la haya pisado.

Escandaloso es que en algunas sentencias se aplique a sabiendas la terminología más benigna para los acusados, amparándolos, y la más dura para las propias víctimas, que además tienen que volver a pasar un calvario, esta vez judicial, para demostrar que no se lo han buscado ellas. Las consecuencias las pagan las víctimas y su entorno, entendiendo por este todo el conjunto social,  que advierte el mensaje: no hay para tanto, no es violación sino abuso, o desahogo, dejen las cosas como están, a saber qué habrá hecho para acabar así. Eligiendo un término u otro, legislando en consecuencia, están eligiendo de qué lado están. En las calles también elegimos, y no está de más recordar que las leyes no son inmutables, sino que deberían de evolucionar al compás de la sociedad. Y el mayor cambio social de los últimos años se llama feminismo, les guste o no. Hasta aquí mi desahogo.

juana@lagigantadigital.es

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