Huyendo hacia delante: ¿Cómo saber qué hemos hecho mal?/Fátima Fernández Baena
Las relaciones humanas son complejas; al menos, así lo creemos cada vez que sufrimos o vivimos choques frontales con personas cercanas (o no) a nosotras. Mientras más estrecha sea esa relación, más nos duele todo lo que ocurra. Más sufrimos, más amamos, más nos alegramos, más nos condiciona la reacción de la otra parte…
Ahora imagina que esa persona con la que tienes o has tenido un problema es tu pareja. Imagina que has tenido tres grandes relaciones en tu vida y que, la actual, no está pasando precisamente por el mejor momento. Imagina que quieres darte a ti misma una respuesta de lo que ha ocurrido con las personas anteriores para estar en el punto que estás (dejando quizá en mal lugar al actual).
Pues toda esta exposición de posibilidades y preguntas es la realidad de Liliana Torres (Barcelona, 1980), la directora y protagonista de ¿Qué hicimos mal?, una especie de documental ficcionado donde la historia y la metahistoria se entrelazan.
En palabras de la propia Torres: “Se trata de un relato que se basa en personas reales de mi vida, y en mí, que contiene situaciones reales; como las entrevistas, pero que también tiene muchas partes de ficción; como en la vida de la pareja, o en la manera en la que están ordenadas las secuencias e incluso en el viaje de búsqueda que hace la misma protagonista”. Esta situación, explicó en la presentación de la cinta, ha requerido “que las actrices y actores de la película hicieran un esfuerzo para ir a mi terreno y, dejando de lado la técnica, jugaran conmigo a la verdad”.
Tras su primer largo (Family tour), Torres aborda en su segunda obra este proyecto documental intimista (¿autoficción?) con salida desde Galicia, lugar donde vive con su pareja actual, y haciendo paradas en Barcelona, Turín y México D. F., país este último donde vivió siete años y comenzó a trabajar en el cine. Tres historias (cuatro con la presente) que Lili muestra con exhibicionismo extremo (mantiene relaciones sexuales, llora, sufre, se expone en canal…) pero con gran verdad y honestidad.
La espectadora acompaña a Torres en su periplo y no puede parar de pensar que esa pregunta –¿Qué hicimos mal?– no tiene sentido más que para ella quien, de hecho, apela al público, antes de visionar la película: “Si alguien sabe la respuesta, por favor que me la diga”.
El experimento de Liliana Torres sobre la pantalla se deja ver y añade notas de humor en algunas escenas. Asistimos, como voyeur sentimentales, a esa búsqueda persistente, a esa necesidad de saber lo que diga el otro para, al final, saber, quizá antes que ella, que lo importante es que se encuentre a ella misma y escuchar su propia voz. Porque, no nos engañemos, aun cuando la perspectiva del tiempo nos acompañe lúcidamente en nuestro presente, los yoes de nuestro pasado hubieran hecho lo mismo siempre (de verdad, siempre) con las mismas circunstancias y experiencias como mochila. La pregunta, pues, se queda sin respuesta.

Un experimento no tan arriesgado/Juana Vázquez Torres
A veces, lo de menos es la posible respuesta a una pregunta. En ¿Qué hicimos mal?, Liliana Torres (Vic, 1980) se hace esa pregunta para seguir escarbando en su propia experiencia vital, esta vez amorosa, después de su primer largo, Family Tour (2013). En su galardonada opera prima aprovechaba un mes de vacaciones con su familia (vivió siete años en México) para explorar el extrañamiento ante una familia que no se elige. En la cinta que se ha presentado en Sevilla, en la sección oficial, la directora y guionista sigue con la auto ficción, parte de una situación de crisis, con su pareja actual, aunque se intuye existencial también, para preguntarse por sus anteriores relaciones amorosas y por qué fallaron. De manera que si Family tour era una película de Liliana Torres y su familia, ¿Qué hicimos mal? Es una película de Liliana Torres y sus ex. Elige a los tres más importantes de su historia amorosa y los entrevista, aunque solo uno de ellos accedió y los otros dos son actores. Entre fragmento y fragmento, seguimos el hilo, a trompicones, de una historia actual cuyo destino está sentenciado.
Esta vez, Liliana Torres ha dado un paso más para que su auto ficción funcione: se ha puesto también delante de su propia cámara. No actúa, pues ella misma reconoce que desconoce la técnica, revive situaciones que ya ha experimentado. Hay vulnerabilidad y sufrimiento en esta exposición voluntaria, a veces exhibicionista, y eso es lo mejor de la cinta. Seis años le ha costado a Torres poner su proyecto en pie, en el que incluye además ciertas dosis de cine dentro del cine: el resultado es fruto de la grabación que se ve, y donde ella a veces se muestra fuera de cuadro.
El film puede interpelar directamente a la generación de su autora y posteriores: crisis identitaria permanente, obsolescencia programada de las relaciones, insatisfacción, precariedad, desequilibrio económico y emocional derivado. Son temas que navegan pero muy por debajo de una superficie demasiado ligera e incluso ingenua. De ahí que el experimento no sea tan arriesgado.
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