Alegría, con toques de multiculturalidad y sabor a quimera/Fátima Fernández Baena
Ya lo cantaba Jorge Drexler en su Milonga del moro judío: “Yo soy un moro judío / Que vive con los cristianos / No sé que dios es el mío / Ni cuáles son mis hermanos”. Esa batalla interna (y externa) es la tabla de juego de una película, Alegría, que toma el nombre de la protagonista. Una sorprendente Celia Suárez alejadísima de su archiconocido papel y acento en la afamada serie La casa de las flores.
Las mujeres, aquí, en una Melilla desconocida para muchos, vuelven a dar un paso adelante en una historia coral de cristianas, judías y musulmanas que conviven bajo el mismo techo (léase casa o cielo). Una boda sefardí es la excusa para tratar esas diferencias religiosas que se disipan o acentúan convirtiéndose en los mismos problemas universales más allá de cualquier credo.
La mirada de Violeta Salama (Granada, 1982), nos dirige hacia un relato luminoso, a ratos, sorprendente y divertido, en otros tramos, y forzado en algún momento. La directora de esta opera prima, de madre católica y padre sefardí, nos enseña el particular Macondo de su infancia y, desde su propia experiencia, aborda lo femenino bajo el prisma de la multiculturalidad.
No obstante, la relación entre madres e hijas, entre tías y sobrinas, entre nietas y abuelas, entre empleadas y trabajadoras, entre amigas de distinta religión… conforman un universo muy interesante que nos hace pensar que todas las relaciones son “iguales” -en la película un poco idealizadas, pero es una fábula- da igual nuestro origen.
Te emocionarás, te reirás, te chocarán ciertas cosas, como siempre… como nunca. A la postre, Drexler nos vuelve a dar la respuesta con la moraleja: “La guerra es muy mala escuela / No importa el disfraz que viste / Perdonen que no me aliste / Bajo ninguna bandera / Vale más cualquier quimera / Que un trozo de tela triste”. Esta es la quimera de Violeta Salama. Pasen y vean.

Alegría y buen rollo/Juana Vázquez
Alegría no es solo el nombre de la protagonista (Cecilia Suárez, La casa de las flores), sino el espíritu que recorre de principio a fin, pero sobre todo al final, el debut como directora de Violeta Salama (Granada, 1982) en forma de comedia. Y eso que el personaje no es precisamente la alegría de la huerta, es más bien borde, antipático, resentido. Así aparece en buena parte de la cinta, rodeada de otras mujeres que, como ella, llevan a cuestas sus propias contradicciones y tienen por delante decisiones vitales que no siempre (casi nunca) dependen de ellas. El nexo común es Melilla, la otra gran protagonista, una ciudad espejo de la infancia de Salama, de padre sefardí y madre católica, donde convergen las tres culturas mediterráneas: la judía, la cristiana y la musulmana. Es allí donde vuelve Alegría, judía no practicante, con la excusa de una boda familiar concertada y ortodoxa, dentro de la comunidad sefardí.
Se mete la debutante en camisa de once varas, al idealizar identidades y multiculturalidades. Cuesta conectar con esa imagen sorprendente de una Melilla en la que no aparecen por ningún sitio conflictos y agravios que puedan suponerse en una ciudad española enclavada en Marruecos, militarizada y en gran medida desconocida. Cuesta conectar con unos personajes, femeninos, que un día se debaten entre enterrarse en vida en un matrimonio concertado, y al día siguiente se abandonan con deleite al rito endulzado que encierra una cárcel. O que un día están desesperadas porque se ha roto su sueño de irse a otro lugar, a otra vida, y al día siguiente están conformes y felices con su destino más propio de otros siglos. Cuesta conectar con esa falta de comunicación entre una madre y su hija ya que desconocemos casi todo de su historia. Las mujeres como siempre sosteniéndolo todo y apoyándose mutuamente incluso cuando van cuesta abajo y sin freno, para que nada cambie. Es decir, Salama apunta pero no aprieta, pasa de puntillas y cierra en falso dilemas que per se son profundos y complejos y merecerían otro tratamiento.
Eso sí, la alegría y el buen rollismo van in crescendo y con eso se queda Salama de sus recuerdos y, por ende, quien vaya a ver esta película, recomendada para quien quiera pasar un buen rato, nada de profundidades, con una buena actuación coral y una imagen bien edulcorada y sorprendente, por lo simplona, de la ciudad (y de quienes la habitan).
FICHA
Dirección: Violeta Salama.
Guion: Violeta Salama, Isa Sánchez.
Fotografía: Pau Esteve Birba.
Sonido: Tamara Arévalo.
Intérpretes: Cecilia Suárez, Laia Manzanares, Sarah Perles, Mara Guil, Luisa Mayol, Leonardo Sbaraglia, Emilio Palacios, Joe Manjón, Zorah Liba, Adelfa Calvo.
Producción: Clara Nieto, Olmo Figueredo.
Compañía Productora: La Claqueta PC, Powehi Films, La Cruda Realidad, Alegría Película AIE y 9AM Media Lab.
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