En la madrugada del día dos de agosto de 1976, la cantante Cecilia viajaba en su flamante Seat 124 desde la ciudad gallega de Vigo, donde había estado cantando en la Sala Nova Olympia, de regreso a Madrid.
TEXTO: Rafael Calero (escritor y poeta). / ILUSTRACIÓN: Andrea Gestal González.
En el pequeño pueblo de Colinas de Trasmonte, en la provincia de Zamora, un carro tirado por bueyes sin ningún tipo de iluminación (en aquellos tiempos era bastante común ese tipo de estampa) apareció como un fantasma ante el coche de la cantautora, sin que el conductor del vehículo, que había estado conduciendo durante toda la noche, pudiera hacer nada por esquivarlo. El desenlace de aquel absurdo accidente forma parte de la historia negra del pop español. Sobre el asfalto de aquella carretera castellana quedaban esparcidos un millón de sueños que jamás se cumplirían. Junto a la intérprete madrileña fallecía el batería de su grupo de acompañamiento, Carlos de la Iglesia.
En aquel momento, la autora de ‘Un ramito de violetas’ se encontraba en el momento más dulce de su breve carrera musical. Le faltaban apenas tres meses para cumplir 28 años y tenía ante sí todo el futuro por delante, pues su éxito no había hecho más que empezar. La fatalidad hizo que allí, en aquella carretera cutre y tercermundista de una España más cutre y más tercermundista aún, se acabara una de las carreras más prometedoras de la música española.
Cecilia, cuyo verdadero nombre era Evangelina Sobredo Galanes, había nacido un 11 de octubre de 1948, en la capital de España. Fue hija de un diplomático español y pertenecía, como era lo habitual de la época, a una familia numerosa, formada por ella y sus siete hermanos. Por el trabajo de su padre, gran parte de su vida transcurrió en el extranjero, lo que para una niña con sus inquietudes intelectuales supuso una gran suerte. De esta manera, pasó su infancia y adolescencia viajando y viviendo en los Estados Unidos, en Gran Bretaña, en Portugal y en Jordania. Su formación cultural, cosmopolita y abierta, tan alejada del oscurantismo nacional-católico-fascistoide de la España franquista, le permitió, desde muy niña, no solo aprender a tocar la guitarra sino también desarrollar un gusto por la música que, con toda seguridad, no hubiese sido el mismo de haber crecido en la España retrógrada y gris de la época. Y además hablaba inglés. Un lujo que muy poca gente se podía permitir por entonces.
«Su formación cultural, cosmopolita y abierta le permitió, desde muy niña, no solo aprender a tocar la guitarra sino también desarrollar un gusto por la música»
Muy pronto la niña se enamoró de los nuevos sonidos que empezaban a surgir por doquier: The Beatles, Simon and Garfunkel, Bob Dylan, Joan Baez, Pete Seeger, y en general el folk de raíz americana, los sonidos psicodélicos, el pop británico y cualquier otra música que tuviera un punto de autenticidad y honestidad.
A su regreso a España, la joven se matricula en la facultad de Derecho. Pero las leyes le interesan poco. Su cabeza y su corazón están en otra cosa. Ella lo que quiere es dedicarse por completo a su gran pasión, la música. Por aquellos días conoce a Joaquín Díaz, una de las grandes figuras de la música folk de este país. Díaz le presenta a Nacho Sáenz de Tejada, de Nuestro Pequeño Mundo, y a Julio Seijas, de Aguaviva. Con ellos lleva a cabo su primer intento musical serio bajo el nombre de Expresión. En 1970, Expresión grabó un single con dos temas, titulados ‘Try catch the sun‘ y ‘Have you ever had a blue day‘, en los que las influencias del folk americano de la época son más que evidentes. Entre esas influencias figuraban en lo más alto del podio, como ya ha quedado dicho, el dúo Simon and Garfunkel, de cuyo tema ‘Cecilia’, la cantante Evangelina Sobredo toma su nombre artístico.
«En 1971, ya bajo el seudónimo de Cecilia, inicia una exitosa carrera en solitario, que la llevó a publicar un buen puñado de singles y tres magníficos discos en vida y alguno más de manera póstuma»
Su primer larga duración se llamó Cecilia y fue publicado en 1972 por la CBS, con quien había firmado unos meses antes. La magnífica portada del disco, obra de Daniel Gil y Santiago Monforte, ya nos avisa de su contenido. Una jovencísima Cecilia, vestida con vaqueros y con un guante de boxeo en su mano derecha, nos mira como advirtiéndonos: aquí estoy, soy joven, soy una mujer, estad preparados porque vengo a golpear fuerte. El disco fue producido por José Luis de Carlos y arreglado por Juan Carlos Calderón. Todas las canciones, sin embargo, y aquí radicaba lo absolutamente original, habían sido escritas por ella: ‘Fui’, ‘Dama, Dama’, ‘Mi gata Luna0, ‘Al son del clarín’, ‘Nada de nada’. Un par de temas están cantados en inglés: ‘Portraits and Pictures’ y ‘Lost Little Thing’, en las que dejaba patente la pasión que sentía por los cuatro de Liverpool. Aún era pronto para decirlo, pero ya se adivinaba que Cecilia había llegado para quedarse y para insuflarle nuevos aires a la canción de autor: letras repletas de ironía, arreglos orquestales, referencias feministas y antibelicistas que serán una marca de la casa, retratos detallistas de la sociedad burguesa nada complacientes y, en definitiva, un toque personal e intransferible a algo que ya, antes que ella, habían hecho muchos más. Ni que decir tiene que el disco despachó miles de copias y la convirtió en una de las cantantes más famosas de la época.
Cecilia 2
Un año después, en el otoño de 1973, se publica Cecilia 2, también con la CBS. A los mandos de la producción continúa José Luis de Carlos pero para este segundo disco, se llama a José Nieto para que se encargue de los arreglos. El resultado es, sencillamente, maravilloso. Una colección de 10 canciones, todas escritas por la propia autora y todas cantadas en castellano. Esta vez la portada es una fotografía en blanco y negro, en la que se ve a la artista sentada en una silla de perfil. Una imagen casi minimalista, y muy en consonancia con el contenido del álbum: un disco triste, melancólico, desesperanzado, duro, reflexivo, e incluso, por momentos, hiriente. Para Cecilia 2, la cantautora escribió algunas de las canciones más hermosas no solo de aquellos años sino de toda la historia de la música española. Los arreglos de ‘Andar’, ‘Me quedaré soltera’, ‘Un millón de sueños’, ‘Mi ciudad’ o ‘Me iré de aquí’, son preciosistas, rebosantes de detalles, y con unas atmósferas íntimas, casi existencialistas. Brillan con luz propia las poéticas letras de las 10 canciones, de un nivel poco inusual para lo que era habitual en la primera mitad de los años setenta. El disco se vendió mucho menos que su antecesor, pero hoy en día, es considerado una obra maestra de la música de este país. El tiempo no ha hecho más que mejorarlo.
El siguiente álbum se titulará Un ramito de violetas (CBS, 1975) y supondrá la consolidación definitiva de la autora. Para esta nueva entrega, la compañía no elige una foto de la cantante para ilustrar la portada, sino un cuadro pintado por ella. Aunque dentro de ese cuadro, si nos fijamos con detalle, podemos ver un minúsculo retrato de la autora sosteniendo en sus manos un ramito de violetas. Para este disco, se prescinde de José Luis de Carlos como productor. Ahora es Juan Carlos Calderón no solo el productor sino también el arreglista. Como ya es habitual en sus discos, la cantautora madrileña nos sorprende con 10 canciones que nos ofrecen una visión del país y del momento histórico en que fueron escritas cercana a la literatura costumbrista. En lo musical, Cecilia parece irse alejando del folk de influencias americanas de los primeros tiempos. El modelo a seguir ya no es Dylan, Baez, Seeger o Simon and Garfunkel. Ahora la brújula dirige su aguja hacia el pop facturado por el Serrat de los discos en los que el catalán pone música a los poemas inmortales de Antonio Machado y de Miguel Hernández. Entre las canciones del disco, ‘Mi querida España’, ‘Decir adiós’, ‘Mi pobre piano’, ‘Don Roque’ o ‘Un ramito de violetas’, una canción magistral que ha trascendido el tiempo y los estilos. No hace falta decir que Un ramito de violetas fue su mayor éxito de ventas, y la convirtió a ella en una de las artistas más famosas de mediados de la década de los setenta. Algunos años más tarde, Manzanita versionó de una manera magistral esta canción, transformándola en una rumba, y con la que el cantante gitano consiguió el mayor éxito de su carrera.
En la OTI
También en 1975, RTVE la designa para representar a la cadena en el festival de la OTI con una canción de Juan Carlos Calderón titulada ‘La llamada’. Pero a Cecilia no le gusta la letra y se niega en redondo a interpretarla. Al final, tras los tiras y aflojas pertinentes, se le permite escribir un nuevo texto y la canción acabará titulándose ‘Amor de medianoche’, un tema poético, reivindicativo y feminista, en la que la autora reclama su derecho a “volar en libertad” y que obtiene un meritorio segundo lugar en el festival hispanoamericano que ese año se celebró en Puerto Rico. Al hilo del éxito de esta canción, la CBS publica un álbum recopilatorio, con alguna toma alternativa, que no hace más que aumentar la fama de la cantautora.
1976 fue un año lleno de actuaciones por todo el país. Hasta aquel fatídico 2 de agosto en aquella maldita carretera de Zamora. Allí terminaba su vida. Allí empezaba el mito. Unas semanas antes había sido publicado el que sería su último disco en vida, un single con dos canciones: ‘Tú y yo’, en la cara A y ‘Una guerra’, en la cara B. Ambas canciones iban a formar parte de su siguiente elepé, el cuarto, el que jamás llegaría a grabar.
Tras su muerte, la industria discográfica ha ido publicando periódicamente material inédito de la cantante madrileña, con más o menos acierto. En 1983 se publicó Canciones inéditas, un disco en el que Juan Carlos Calderón y Joaquín Torres se encargaron de producir 10 composiciones que habían sido apenas esbozadas por la propia autora entre 1971 y el momento de su muerte. Como en su primer álbum, se vuelven a combinar los temas en castellano con aquellos cantados en inglés. El resultado es irregular, pero aunque s0lo fuera por la magia de ‘Doña Estefaldina’, uno de los poemas de Ramón María del Valle Inclán a los que Cecilia pone música, ya merece la pena. Pero es que hay mucho más: ‘Lady in the Limousine’, ‘Soldadito de plomo’, ‘El testamento” o ‘Nana del prisionero’.
De los discos de duetos mejor no hablar, porque la verdad es que, al que esto escribe, le producen vergüenza ajena.
En los últimos años, el sello Rama Lama, que dirige José Ramón Pardo, y gracias a la perseverancia de Teresa Sobredo, la hermana pequeña de Cecilia, ha puesto en circulación todo el material inédito que aún existía de la cantautora madrileña: un precioso disco doble en directo titulado Cecilia inédita, en directo; otro, titulado Mi muñeca, incluyendo las grabaciones primigenias de sus grandes éxitos, muchas de ellas apenas esbozadas en breves bocetos, más cuatro temas que nunca habían visto la luz hasta ahora; y un tercer volumen, titulado Diálogos, en el que la genial artista pone música a algunos poemas memorables de Ramón María del Valle Inclán, más algunos temas absolutamente inéditos.
De todo este material el más sobresaliente es, en mi opinión, el disco en directo. Se trata de un doble álbum —en cd y en vinilo—, con un montón de material inédito. Se titula Cecilia inédita, en concierto, y es exactamente eso: tomas en directo de muchas de sus canciones que nunca antes habían visto la luz. Una auténtica maravilla. Según las notas interiores de Jesús Caramés, responsable de la mejor página web dedicada a la autora de ‘Mi querida España’, estas canciones estaban durmiendo el sueño de los justos, perdidas en cintas que su familia tenía guardadas en un trastero. Benditos trasteros y benditas cintas.
Se abre el disco con dos estupendas versiones: del ‘We Shall Overcome‘ del cantautor americano Peter Seeger y del ‘Bridge over Troubled Water‘ de sus admirados Simon and Garfunkel. Además de estas dos versiones, el disco contiene otras dos: ‘The boxer‘, también del dúo americano, y el archifamoso ‘Blowing in the wind‘, de Bob Dylan.
«Teresa Sobredo, la hermana pequeña de Cecilia, ha puesto en circulación todo el material inédito que aún existía de la cantautora madrileña»
No obstante, estas versiones de temas americanos son un pequeño aperitivo. Lo que realmente engrandece este disco, lo que de verdad vale la pena, lo que convierte estas canciones en un puñado de temas fuera de lo común, es la interpretación en directo de sus propias composiciones. Cómo suenan de bien canciones como ‘Dama, dama’, ‘Doña Estefaldina’, ‘Mi ciudad’, ‘Me quedaré soltera’, ‘Canción de amor’, ‘Nada de nada’, ‘Un ramito de violetas’ y así hasta completar las 24 canciones en directo, más el middley de seis minutos de ‘Mi querida España / Fui / Dama, dama’. Y es que las versiones en directo no están tan adornadas como las versiones originales. Se trata de unas tomas arregladas de manera más sencilla, casi desnudas, arropadas tan solo por la guitarra de Francisco Cervera, el bajo de Carlos Viciello, la batería de José Ramón Company, el saxo y el clarinete de Antonio Martí y el piano de Alejandro Monroy, que además es el responsable de la dirección musical. Esta sencillez instrumental da a las canciones de Cecilia un toque íntimo que pone la piel de gallina. Se completa el disco con dos tomas en estudio: ‘Broadway show‘ (inédita hasta la fecha), una preciosa canción a ritmo de music-hall y ‘Sevilla’, una versión, en mi opinión, mucho más bonita que la que apareció en Un ramito de violetas. En el disco también podemos encontrar una versión en inglés de ‘Un millón de sueños’, titulada ‘A million dreams‘, y una versión en directo, apenas un bosquejo, de la primera canción que Cecilia compuso: ‘Daddy, don´t close the light‘. Hay que destacar las introducciones que la cantante hace antes de casi cada tema. Son breves comentarios, que sirven para contextualizar cada una de las canciones. En total, 91 minutos y 36 segundos que superan con creces las grabaciones en estudio que ya conocíamos de estos mismos temas.
Hoy en día la leyenda de esta genial compositora e intérprete no hace más que aumentar. Los homenajes se repiten cíclicamente y cada vez, más y más gente, muchos de ellos que ni siquiera habían nacido cuando esas canciones fueron compuestas, se va incorporando a esa ingente cantidad de admiradores. Músicos como Alaska y Nacho Canut, de Fangoria, Eva Amaral, Nacho Vegas, La Buena Vida, Coque Malla, Alondra Bentley, Christina Rosenvinge, Diana Navarro, y muchos más han declarado su admiración y su respeto por las canciones de Cecilia, por su personalísima manera de escribir, por sus versos sinceros, por sus melodías deslumbrantes. Yo he llegado a la conclusión de que todo lo que tiene que ver con esta artista inigualable está revestido de algo que se parece mucho a la magia. Tiene que ser eso. No encuentro otra explicación para que más de cuarenta años después de su muerte aún nos emocione.
Comentarios: No hay comentarios