Mi abuelo Manuel era bético y después, como segundo equipo, del Athlétic porque decía que tenía mucho mérito jugar solo con gente de la tierra. Murió cuando yo tenía 9 meses así que no llegué a conocerlo, pero me caía bien. Mi madre, su hija, se cambió a palangana (en adelante, este término está lleno de cariño, no ofuscarse) por un racimo de uvas, según ella misma cuenta muerta de risa. Mi abuelo Diego era sevillista. Mi padre, su hijo y primer varón de los ocho hijos e hijas que tuvo, fue el único bético. Mi abuela Juana era bética al igual que su marido, Manuel, y cuando escuchaba los partidos por la radio se ponía colorá de la irritación. Mi abuela Manuela no hablaba de fútbol, así que no le he puesto nunca equipo, ni se lo pregunté en su momento. Yo ya de pequeña, como adoraba a mi padre, salí bética. No recuerdo que él me presionara, no le hacía falta, claro. Sí recuerdo la presión martilleante de mi tío político y de sus hijos y primos, todos palanganas. Yo les decía: yo soy del Betis como mi papá. Aquí, o eras del Betis o del Sevilla, aún lo es. Y esa eterna rivalidad cainita tiene su puntito.
En la casa familiar se ha visto siempre mucho fútbol (también la quiniela, y nunca tocaba). Todos los partidos de Betis y Sevilla, los de la selección, los mundiales, lo que fuera. Poco a poco fui quedándome solo con los partidos del Betis, igual que ahora. Sí que tengo especial tendencia a acabar en bares con mayoría de parroquianos del otro equipo cuando he buscado un sitio para verlo en la tele con amigas o con alguna pareja. No me he dado cuenta hasta que se metía un gol; si era del Betis, apenas yo y algunos más los cantábamos, el gol, y vaya cara las que se les quedaba al resto, impagable. Si el gol era sevillista, había que dejar claro que a pesar de todo tú eras del manque pierda. También he visto varias veces alguna final, en la tele, rodeada de la familia palangana lanzándome tiritos, más pendiente del rival que de sí mismos. Ahora todos se ríen mucho con Joaquín, no pueden evitarlo.
No he sido una bética de carnet. A verlo al campo he ido un puñado de veces. Cuando estaba en segunda, una de las veces, jugó con el Nástic de Tarragona y a mí me cogió por allí. Me fui con mi concuñado de entonces a verlo y fue emocionante ver a esa afición descendiente de por aquí abajo y además ganamos. No olvidaré nunca esa última copa del rey, tampoco es que hayamos ganado muchas pero, eso sí, todas en fechas muy especiales. Como me había mudado hacía poco al barrio, allá que fui a recibirlos por Santa Justa. Una afición acostumbrada al sufrimiento, tiene que aprovechar estos momentos. Todavía tengo guardado un recorte de prensa de cuando el Betis escaló el Everest, en 2005, literalmente el titular, con un gol memorable de Dani al hasta entonces intocable Chelsea. También tengo el libro ‘La marcha verde’, es muy gracioso, sobre todo aquello de los otros entenderán de fútbol, pero nosotros, de la vida.
Hoy el Betis cumple 114 años y he recordado que forma parte de mis señas de identidad y además me gusta el fútbol, digan lo que quieran del pan y circo. Y hay un Betis femenino también al que seguir. Y sobre todo, queda mucha guasa aún en esa eterna rivalidad que nos enerva, alimenta y nos da gustito, todo a la vez. Por muchos años más.
Comentarios: No hay comentarios