
El título de esta crónica no es original, por supuesto, pero por una vez no encuentro palabras alternativas a lo que ha sido la valoración unánime de este 8 de Marzo. Una jornada que empezó para mí antes de las 00.00h. Había visto cómo las estudiantes preparaban su pancarta al mediodía del miércoles. A las 22.00h, estaba con el piquete informativo de CGT en la fábrica de Renault en San Jerónimo. Era el cambio de turno y los trabajadores y las escasas trabajadoras se daban prisa por introducir su tarjeta de acceso en la máquina y entrar o salir, según les tocaba. Cuando se les entregaba un folleto con los datos fundamentales de la huelga que empezaría en un rato, todos ellos repetían como un mantra que: habían sido informados en asamblea por CC OO y UGT de que el paro era de dos horas. Que habían convocado al mediodía y de 23.00 a 01.00 de la madrugada del 8 (cuando ya no había huelga). Que esa era la huelga que había que secundar, les habían dicho. Que la de 24 horas no era legal. Que había que avisar antes. Que si se secundaba ellos verían. Cuando se les informaba de que: la huelga era general o sea de 24 horas. Que tenían derecho constitucional a hacerla. Que era absolutamente legal. Que no había que avisar a nada ni a nadie para secundarla. Y que no tuvieran miedo a represalias, entonces la mayoría se sentía perplejo y alguno hubo que tomó la decisión de volverse por donde había venido para unirse a la huelga.
De madrugada, mientras me dirigía en coche al centro de trabajo de Tablada de la multinacional aeronáutica Airbus, pensaba que a simple vista parecía un día como cualquier otro, a la vista del tráfico. A las 06.30h, un grupo de personas, hombres y mujeres, estaban en la entrada para repartir folletos informativos. Sobre la huelga de 24 horas, convocada por CGT, CNT y otros sindicatos, y sobre los dos paros parciales de dos horas, convocados por los mayoritarios, CC OO y UGT. Juntos en el mismo enclave pero no revueltos. En la hora escasa que estuve en el lugar, coincidiendo con la entrada de trabajadores y trabajadoras a su turno, todos cogían los folletos, daban los buenos días y entraban con prisa. Así que pensé que a nivel laboral, la huelga iba a tener escaso éxito. Se trata en todo caso del sector metal, muy masculinizado y muy mimado por los poderes públicos y
económicos andaluces. El mismo 8 de Marzo, día de huelga general feminista, el ‘oportuno’ titular de Diario de Sevilla rezaba en portada a cinco columnas: “Airbus conforma recortes de plantilla en Sevilla por la crisis del A400M”. El antetítulo, “La multinacional precisará el día 15 el número de trabajadores que pierde cada programa”. Subtítulo: “La bajada de producción costará 850 empleos en España, sobre todo en San Pablo y Tablada”.
El escenario vuelve a cambiar. Estoy a las puertas de Torretriana, sede de la Consejería de Educación de la Junta de Andalucía, con las mujeres de la Asamblea Feminista Unitaria de Sevilla, en un piquete informativo no mixto. Son las 8.00h y hay muchas trabajadoras que sonríen, recogen el folleto y entran a trabajar. Mientras, el megáfono intenta llamar la atención de la gente que viene y va y hay cánticos, gritos y baile a pesar de la cara de sueño de algunas. Un tenderete cuelga entre dos árboles delantales de papel hechos a mano. Otro delantal en huelga rodea un tronco. Las mujeres llevan delantal y silbatos. La mañana no ha hecho más que empezar.
Llegado un punto, cuando ya no hay más trabajadores ni trabajadoras que entran, la comitiva decide irse al mercado de Triana. Entramos por la puerta desde la calle Castilla y desembocamos en la puerta de entrada del puente. La mayor parte de los puestos están abiertos, con alguna excepción donde nos hicimos la foto, hay poca gente y nos cogen los folletos con simpatía, sobre todo las mujeres. Es en el puente cuando parece que vamos despertando, se multiplican los megáfonos (ya hay dos funcionando), los bailes, las coplas y los actos de simpatía de la gente que va y viene. Alrededor, parece que es un día normal y corriente pero algo estamos empezando a notar, muy tenue todavía.
Comentamos las noticias que nos llegan. Trabajadoras que denuncian que les están metiendo miedo por parar. Grandes medios de comunicación que siguen citando, entrevistando y vendiendo los paros parciales por huelga, en vez de visibilizar a las mujeres que son las que han organizado y convocado la huelga.
El camino desde el puente de Triana hasta la próxima parada, el ambulatorio de Marqués de Paradas, fue largo y bullicioso. El tráfico como de costumbre, pero salvo alguna moto o algún coche con demasiada prisa, la mayoría de los conductores y conductoras se solidarizaban con la pequeña marcha, que se demoraba en los pasos de cebra y se crecía por momentos. A la altura de Reyes Católicos nos alcanzaron el periodista y el operador de cámara en servicios mínimos de TVE y tomaron unas imágenes y declaraciones (también a los conductores). En el centro de salud nueva tanda de cantes y bailes con público y paraguas. La lluvia iba y venía. Aún quedaban muchas horas por delante.
Parada en la sede de la CGT de Sevilla en Alfonso XII, convertida en centro de cuidados y ludoteca, llena y en perfecto orden. Todo a cargos de hombres, también encargados del avituallamiento y la comida del mediodía. Cargada con un bocadillo y un batido, me dirijo con un megáfono a Plaza del Duque, donde están las compañeras periodistas para leer un manifiesto. A las 11.30h, la entrada del ayuntamiento está llena de compañeras de profesión, de negro y con el lacito violeta. En frente y a una distancia medida para la toma de imágenes, los compañeros periodistas, entre asombrados y jubilosos, los medios de servicios mínimos y mucha gente viviendo momentos emocionantes y nunca vistos. Nunca vi a tantas compañeras juntas, gritando lo mismo y con ilusión y determinación en sus caras. Reencuentros, promesas de seguir y de reencontrarnos a lo largo del día, complicidades para contarnos eso que se ha leído en el manifiesto y que nos toca de forma personal. La plaza empieza a llenarse con banderitas de los mayoritarios y el próximo destino está en la cercana Plaza del Duque.
A las 13.00h llueve, la entrada al Corte Inglés está sellada por la policía y hay muchísima gente. Sobre todo mujeres, pero también hombres. Ante la falta de paraguas, se improvisan carpas de plástico. A estas alturas, el éxito de la convocatoria se saborea y vamos conociendo que han sido, son, muchas las mujeres que han parado. Y muchos los hombres que nos han apoyado, asumiendo servicios mínimos, quedándose de cuidadores con hijos e hijas, padres y madres, familiares dependientes. En la retaguardia, asumiendo su papel y dándonos el protagonismo.
Vuelta por la sede de CGT a comer, donde no se cabe tampoco. La huelga de consumo es un hecho también aquí, gracias a la comida que han preparado los hombres: couscous, paella y tapeo. En otro punto de la ciudad, el Pumarejo, mientras, las calles están llenas de actividades y una comida de convivencia. Lo sé de oídas, porque no tengo el don de la ubicuidad. Ya estamos en la celebración de la huelga feminista.
La manifestación, convocada a las 19.30h, se esperaba pletórica pero nos desbordó. Para bien. Media hora antes, ya casi no se cabía en Plaza Nueva. Las mujeres veteranas, también los hombres, repetían que no habían visto cosa igual desde la movilización por el Estatuto de Autonomía. Muchas lloran. Tenían por allí a sus hijas, sobrinas, gente muy joven que se estrenaba, y estaban emocionadas por poder compartir ese momento que ya sí estaba siendo histórico. Pasaban los minutos y la manifestación parecía que no se movía. En medio, sin poderse desplazar, la columna de CC OO y UGT, con las únicas banderas que había, a pesar de haberse posicionado allí una hora antes. La cabecera no tenía siglas y era de mujeres. La misma que llegó, casi sin creérselo, a la Alameda de Hércules, punto y seguido. Porque llegar allí se había convertido ya en algo secundario, después de lo vivido durante todo el día. Porque habíamos aprendido un puñado de lecciones: el poderío de las mujeres, la empatía de los hombres, la esperanza de la juventud, la lucha de la calle y la movilización social, la validez de la huelga como herramienta para este 8 de marzo en el que hemos hecho historia y el resto del mundo nos mira con respeto por primera vez en tanto tiempo.
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