María del Mar Daza Bonachela se define como “una jurista victimóloga feminista precarizada”. Aporta lo que puede en proyectos que le interesan y en causas que piensa que valen la pena, como la feminista y la victimológica. Ahora se dedica a la investigación, consultoría, formación y, en la medida en puede, al activismo y divulgación.
Ejerció la abogacía durante cinco años en un pueblo de Málaga. Se volvió a Granada para formar familia con su pareja y estudió el experto universitario en Criminología. Al acabarlo, comenzó el doctorado en Derecho penal y política criminal, que dejó aparcado al nacer su segundo hijo y comenzar, al cabo de unos meses, a especializarse en Victimología y luego a trabajar en el SAVA, el Servicio de Atención a las Víctimas de Andalucía en Granada (aunque la Junta de Andalucía prefirió llamarle de Asistencia).
“Me apasionaba ese trabajo, pero el SAVA fue externalizado, como todos los servicios sociales especializados, y a los diez años, en 2009, el concurso nos dejó fuera. Estudié entonces el experto universitario sobre malos tratos y violencia de género de la UNED, participé en algunas investigaciones con Ana Rubio y Fany Gil, y retomé el doctorado”.
Hizo una tesis doctoral porque sentía la necesidad de repensar la Victimología desde su experiencia. “De ella publiqué un libro, Escuchar a las Víctimas, y tengo pendiente la publicación de otro sobre los Programas de ayudas económicas a víctimas de delitos violentos en España”, adelanta. Participa en varios proyectos colectivos. Está colegiada en Granada y se plantea si volver a ejercer la abogacía. “Me gusta la investigación y la docencia, y hace poco he obtenido la acreditación de la ANECA que me habilita para trabajar como profesora ayudante doctora”.
–En Escuchar a las Víctimas. Victimología, Derecho Victimal y Atención a las Víctimas, analizas la Victimología actual, el Derecho Victimal (internacional, europeo y español, incluidas reformas en curso y leyes recientes) y la situación de la Atención a las Víctimas de delitos en España. Desde una perspectiva de género, ¿qué puedes aportar?
–La doctrina victimológica arrastraba una serie de vicios positivistas y de estereotipos patriarcales y machistas, que subyacen, por ejemplo, a las tipologías victimales (clasificaciones de víctimas, en continua ampliación y reformulación pero con la base casi inalterada, que provoca una suerte de sustancialización de la victimidad muy alejada de la realidad de las víctimas, de efectos culpabilizadores).
Estos vicios se han reproducido sin cuestionar suficientemente el lastre, sin desvelarlos y ponerlos patas arriba de forma clara y sistemática, al menos en la doctrina en lengua española, salvo honrosa excepción como es la profesora Myriam Herrera Moreno, autora de La hora de la víctima (1996). Le hacía mucha falta a la Victimología una revisión sistemática con perspectiva de género, y tenía además una deuda importante que reconocer de forma explícita con el feminismo.
El Derecho victimal también necesitaba un estudio y exposición realista, sintética pero detallada, completa, sistemática, atendiendo tanto al derecho sustantivo como al procesal desde una óptica feminista. Lo enmarco junto a la doctrina como parte del discurso teórico pues, ya se sabe, “del dicho al hecho hay un gran trecho”, tanto como entre el deber ser de las normas y la realidad. Y quise también estudiar y arrojar luz sobre los modelos de apoyo a las víctimas y la situación en España y cada uno de sus territorios. Todas estas cuestiones son claves en Escuchar a las Víctimas.
–En los últimos años parece que la mujer, como víctima, está recibiendo una violencia inusitada desde todos los ámbitos a la que, no obstante, parece que estamos “acostumbrados” por los casos tan mediáticos que acontecen. Como profesional del derecho ¿cuál es la realidad a nivel estadístico?
–Pienso que no es inusitada, sino visible ahora esta violencia que antes era invisible, y las distorsiones en su tratamiento mediático son producto del mismo conflicto cultural que envuelve a esta violencia.
En los últimos años se ha avanzado mucho, desde luego, con las estadísticas ministeriales sobre “víctimas mortales de violencia de género” y con los datos sobre violencia de género del CGPJ, pero hay mucho que mejorar en el campo estadístico.
Por una parte, ni siquiera conocemos completas las estadísticas de la forma más extrema de violencia contra las mujeres por razón de género, el feminicidio. En nuestro país, como en muchos otros, los datos oficiales solo computan a las mujeres asesinadas por hombres en el ámbito de la relación de pareja o expareja, pero no en cualquier otro. En España tenemos conocimiento de todos los feminicidios y otros asesinatos de mujeres y de sus circunstancias gracias al esfuerzo de Feminicidio.net, proyecto de una pequeña asociación que trabaja con muy pocos medios, pero mucha voluntad y esfuerzo, de forma muy precaria y sin apoyo de las instituciones que deberían promover y sustentar ese trabajo.
Además –ojo, no en lugar de–, en un país como España, donde podría hacerse, sería bueno estudiar todos los homicidios y asesinatos, no solo contra mujeres, también todos los demás tanto del ámbito doméstico como ajenos al mismo, conocer circunstancias y sus tendencias, para enfrentarlas y mejorar la prevención.
Por otra parte, las estadísticas del CGPJ sobre el tratamiento judicial de la violencia de género, aunque son buenas estadísticas y han ido mejorando cada año, siguen siendo muy mejorables. Hay datos bastante completos, pero les falta un análisis crítico y exposición sistemática que haga fácilmente accesibles e inteligibles todos los datos y su evolución a cualquier persona interesada y, como propone el Instituto Europeo para la Igualdad de Género (EIGE, 2016), que los haga útiles para formular y evaluar las políticas y desarrollar estrategias efectivas para prevenir y combatir la violencia contra las mujeres.
En Feminididio.net hemos tratado de hacer ese trabajo con los datos ya de tres años (2015 y 2016 publicados, y 2017, pendiente de publicación), con un tipo de análisis que permite conocer cómo responde el sistema de justicia a la violencia contra las mujeres: la evolución de los indicadores, y la proporción entre, al menos, los principales (denuncias, renuncias, archivos, órdenes y medidas de protección y condenas) en un territorio determinado en relación con los demás territorios (Estado, Comunidades Autónomas, provincias y Partidos judiciales) y, por tanto, detectar y valorar las distorsiones. Este análisis estadístico puede ser muy útil para detectar dónde se produce y corregir el mal funcionamiento de la justicia, a la hora de, por ejemplo, formular o de resolver quejas. Debería ser útil para corregir fallos. Donde hay distorsiones el CGPJ debería analizar estas cifras, estas proporciones, no ya por partidos judiciales, sino por Juzgados, y tomar medidas para corregir los que no funcionan.
TIPOS DE VIOLENCIAS
Desde un punto de vista criminológico, victimológico, que está en la base de lo jurídico, hay muchos tipos de violencia y ámbitos donde se ejerce. El ejercicio de la violencia puede tener causas diversas pero su uso siempre busca imponer o mantener una posición. Cuestión crucial: si esa posición que se mantiene o impone mediante su ejercicio es ilegítima o es legítima (y, en este último caso, si la violencia usada es proporcionada ─legítima defensa─ o no). Son cuestiones que jurídicamente hay que analizar ante cada manifestación de violencia.
Hay violencias con una especial incidencia social que antes la tradición consideraba legítimas o, cuando eran excesivas, las toleraba y que, tras un cambio cultural que intenta poner los derechos humanos en el horizonte como norte, como aspiración, hoy ya son ilegítimas e intolerables.
Entre ellas, en particular, las violencias contra las mujeres por razón de género que pretenden mantenernos en los espacios tradicionalmente asignados (de reproducción, crianza, satisfacción de las necesidades físicas y de cuidado, sea en el hogar y la familia o fuera, y sumisión) y las violencias machistas. Unas y otras tienen relación, coinciden en buena parte, pero no son lo mismo, e intersectan con otras, como la violencia doméstica y la familiar, que tampoco son desde el punto de vista victimológico exactamente lo mismo, aunque muchas veces las confundan.
Daza hizo una aproximación gráfica para expresarlo, que usa en cursos de formación (y que puso en twitter):
Y para aclarar y delimitar los conceptos, las describió en el estudio sobre “El feminicidio en el marco del Convenio de Estambul” (nota 1) que hizo con Feminicidio.net:
(1) Los conceptos de violencia doméstica como se empezó llamando a todas, violencia familiar, violencia/s contra las mujeres y violencia/s machista/s marcan conjuntos que interseccionan pero no coinciden. Violencia doméstica incluye toda la que se ejerce por algún/ a componente del núcleo de convivencia contra otro/a. La familiar puede darse en el ámbito doméstico o fuera de él: requiere un vínculo de parentesco entre victimario/a y víctima que no requiere la doméstica, pero no necesariamente la convivencia bajo el mismo techo. Diversos tipos de violencia, que suelen tener un componente machista -con mucha frecuencia naturalizado y no reconocido, o negado, por los victimarios y por la sociedad- afectan a las mujeres de manera específica o desproporcionada, tanto en los ámbitos doméstico o familiar como fuera de ellos; son violencias contra las mujeres que reciben también la denominación genérica de violencia de género, pero de las que preferimos hablar en plural para explicitar la diversidad de formas (física, sexual, psicológica, económica, institucional) y de ámbitos en que se extienden (doméstico, familiar, de relación íntima o de pareja, laboral, institucional, comunitario, etcétera). Violencias machistas es un concepto que engloba al anterior; son violencias de género y por razón de género que afectan a las mujeres y a otras víctimas: personas que pretenden escapar al mandato patriarcal de género, esto es, salirse de los roles tradicionalmente asignados en función del sexo. A mujeres, con mucha frecuencia cuando en la pareja heterosexual él reclama sumisión y ella se niega a ser sumisa, a personas LGTBIT y además, por conexión, a otras personas (allegadas o defensoras de las anteriores).
Hoy los roles han cambiado, o están cambiando (no es un momento, es un proceso global, muy largo y muy complejo, con distintos estadios en distintos lugares, con fuertes avances y retrocesos, con acciones y reacciones…). Las mujeres ocupamos espacios antes vetados, reclamamos corresponsabilidad en lo público y en casa, no queremos la crianza como ocupación exclusiva y menos forzada, nos creemos los derechos humanos, igual que nos creemos los de las personas que antes eran excluidas por su identidad u orientación sexual no normativa, que ahora reclaman con apoyo del feminismo la aceptación general.
Y mucha gente (no solo hombres) vive un conflicto cultural importante: tienen nostalgia de la tradición, a la vez que continuamente reciben mensajes de normalización de la violencia y dominio y supremacía masculina; no rompen con la forma de pensar sexista y machista ni comprenden nuestro cambio, no se adaptan, carecen de la perspectiva de los derechos humanos, no se los creen y, cuando les pilla cerca, agreden a quien no se somete a aquella distribución tradicional de roles que decía que la mujer o bien era puta (el insulto por antonomasia del machismo para denostar a las mujeres) o santa y mártir, y el hombre o muy macho o “maricón” (el insulto por antonomasia del machismo para denostar a los hombres), porque creen que peligra el mundo que entienden hecho conforme a sus rígidos esquemas, y que pierden sus privilegios, aunque no siempre sean conscientes de ellos y nieguen tenerlos (el privilegio, en definición de Isabel E. Vélez, en el primer Glosario del Curso de Daza, es “la libertad de no tener que pensar en las cosas, porque te vienen dadas”).
–¿Hablamos de las violencias contra la mujer?
–Jurídicamente hay un poco de lío, porque la definición estatal española (art. 1.1 de la LO 1/2004) aún no coincide con la internacional.
Las normas internacionales hablaban de violencia contra la mujer (Declaración sobre la eliminación de la violencia contra la mujer de ONU), y hoy de violencia contra las mujeres por razón de género (Convenio de Estambul, Recomendación General 35 del CEDAW), y de violencia doméstica. En estos instrumentos, de los que España es parte, violencia contra las mujeres por razón de género –abreviando, violencia de género– es “toda violencia contra una mujer porque es una mujer [esto es, evidentemente, una simplificación que comprende muchas cosas largas de explicar] o que afecte a las mujeres de manera desproporcionada”, comprende “todos los actos de violencia basados en el género que implican o pueden implicar para las mujeres daños o sufrimientos de naturaleza física, sexual, psicológica o económica, incluidas las amenazas de realizar dichos actos, la coacción o la privación arbitraria de libertad, en la vida pública o privada”, abarca también las violencias contra las niñas (menores de 18 años) y se puede producir en cualquier ámbito (privado y público, la pareja, el hogar, el vecindario, el educativo, el institucional, el laboral, los espacios de ocio…); no es solo la violencia masculina en la pareja/expareja heterosexual, como en la ley integral española.
Y la doméstica hace referencia al ámbito en que se produce –la convivencia– y afecta a las mujeres y a cualquier otra persona, en especial a quienes están en situación más vulnerable; y afecta a las mujeres desproporcionadamente más que a los hombres.
Otra cuestión, no solo jurídica, sino política, es qué hacemos como sociedad, cómo estudiamos cada una de estas violencias, qué problemas sociales consideramos prioritarios y por qué, y qué decidimos que debemos hacer para prevenir y para enfrentar –atender a las víctimas, frenar a los victimarios, prevenir– cada una de estas formas y ámbitos donde la violencia es más frecuente y más grave.
“Es necesario visibilizar la injusticia, la realidad de las víctimas, pero de forma seria y respetuosa”
–A nivel jurídico y victimal, los casos “Manada”, “María Salmerón”, “Juana Rivas”, “coño insumiso” o, ahora, el de “Pamela Palenciano”, como ejemplo y referencia de tantos otros, ¿se están tratando adecuadamente?
–La falta de perspectiva de género de una parte considerable de quienes operan en el sistema de justicia o cerca de este (titulares de la potestad jurisdiccional, abogadas/os, fiscales y demás funcionariado, equipos psicosociales, personal de servicios sanitarios, de servicios sociales comunitarios y especializados, policía, puntos de encuentro familiar, etc.) conduce a malas praxis que ignoran la realidad de muchas mujeres.
Esta ignorancia antes podía ser por negligencia: no tener en cuenta las vivencias, reflexiones y aportaciones al conocimiento de las mujeres porque no se ha accedido a ellas, y se cuenta solo con esquemas mentales androcéntricos (los que nos enseñaron), sin pararse a pensar en el machismo que encierran. Pero ya es cada vez menos admisible, ha habido y hay muchas oportunidades de acercarse a este conocimiento; cada vez más la carencia de perspectiva de género se debe a un posicionamiento negacionista recalcitrante de la violencia contra las mujeres o, lo que es igual, de machismo reaccionario. Lo peor es que lo hacen pasar por igualitarismo (reclaman igualdad formal ante la ley), pero no pasa de igualismo, ignoran cualquier discriminación, especialmente la de género, y niegan que el género sea un factor al que atender para comprender la realidad.
Eso lleva a que apliquen prejuicios en lugar de juicios, con las consecuencias que vemos en los casos que preguntas.
-A dar trámite a procesos sin sentido donde no hay delito alguno –como los del “coño insumiso” y la denuncia contra Pamela Palenciano–. Investigaron a las promotoras de la procesión del coño insumiso por presunto delito contra los sentimientos religiosos a instancias de unos señores que no hemos tenido ninguna noticia de que protesten cuando en medios masivos, por ejemplo, llamaban santo a un hombre por parar goles o dios a otro que los cuela. Se supone que consideran sagrada la vida humana, pero se olvidan de que también somos cuerpo. Adoran partes de cuerpos de santos y santas, pero les ofende esta procesión reivindicativa; si Cristo levantara la cabeza les llamaría hipócritas y les echaría de su lado. Si alguna parte del cuerpo humano tuviera que ser sagrada es la que sacaron en procesión las compañeras de Sevilla, por donde damos a luz nuevas vidas, pero también por donde arrebatan tantas veces los derechos fundamentales, los derechos humanos, a las mujeres y niñas; es lo que las compañeras ponían en relieve en esa “procesión”. Si tu religión es el respeto a los derechos humanos, a tu sentimiento religioso lo que repugna son esas violaciones, su encubrimiento, y esos procesos contra compañeras que las ponen de manifiesto.
Igual sucede con las denuncias contra Pamela Palenciano o Isabel Duque, Psicowoman. Esas denuncias parten de la ignorancia, de no entender ni querer entender nada sobre violencia hacia las mujeres por razón de género, ni de lucha contra la misma y por un mundo más sano y justo para todos; solo quieren que todo siga “como Dios manda” (su Dios masculino), como siempre fue, que las mujeres se resignen y aguanten lo que les toque; su sistema rígido de ideas y sus creencias fundamentalistas les impiden comprender que eso ya no es de recibo.
-Lleva también a maltratar institucionalmente a madres e hijas/os a quienes ellas intentan proteger de la violencia que conocen porque la han sufrido –casos, entre muchísimas, de María Salmerón, de Susana Guerrero y de Juana Rivas, a quien le hace falta ahora todo el apoyo y el ánimo que podamos enviarle, porque lo está pasando fatal, de forma absolutamente injusta, cuando los juzgados, primero españoles y luego italianos, se niegan a escucharla y a escuchar a sus hijos usando ese constructo perverso para silenciar a las víctimas que es el supuesto síndrome de alienación parental.
-O a considerar que no existe intimidación cuando cinco individuos introducen a una joven en un portal y esta se presta a cualquier cosa que le piden porque de otro modo hace bien en temer no salir de allí viva, como en la sentencia aún provisional de “la manada de San Fermín”, incluso afirmar como hace un magistrado (quizás aficionado al porno, de otro modo no se explica) que aquello para ella fue un “jolgorio”; tan distinta de la dictada recientemente por la Audiencia Provincial de Madrid en otro caso de “manada”, la de Villalba.
Aunque con una fuerte base patriarcal, el sistema de justicia tiene mecanismos de revisión de sus decisiones y también gente seria y estudiosa, incluso ya magistrados y magistradas con la necesaria perspectiva de género, ellas ya organizadas para pedir su inclusión, y serán cada vez más. Y, aunque tarde, este sistema con frecuencia revoca resoluciones y sentencias equivocadas, muy dañinas por ignorar la realidad de las víctimas.
Las leyes y su aplicación aún son en buena medida patriarcales, pero debemos cambiarlas desde dentro, pues son imprescindibles, no tenemos nada mejor.
–¿El juicio social y mediático paralelo distorsiona una realidad que por desconocimiento (de las leyes y otros factores) no tenemos en cuenta?
–La exposición mediática es dura y complicada. Por una parte las injusticias, cuando no se exponen, no duelen a la sociedad y no se remedian ni se previenen. Es necesario visibilizar la injusticia, la realidad de las víctimas, pero hay que hacerlo de forma seria y respetuosa y protegiendo a la víctima en función de su situación. La realidad es siempre compleja y llena de matices, y en cada victimización concurren una serie de factores que, junto al género, se entrecruzan, intersectan, se potencian entre sí e incrementan la discriminación y la vulnerabilidad (la interseccionalidad del género de que habla el feminismo a partir de la formulación de Kimberlé Crenshaw). Y los análisis deben considerarlos.
Lo malo es que eso, la complejidad, vende poco, y los medios tienden a presentar la realidad criminal/victimal de forma simple, estereotipada, y a manipular a las víctimas, agobiarlas y exprimir el morbo hasta la última gota y más, y eso para las víctimas es muy dañino. También en el periodismo es imprescindible la formación con perspectiva de género, en derechos humanos, y un posicionamiento ético frente a la injusticia, para informar sin ser instrumento de victimización secundaria.
–Dicen que hecha la ley, hecha la trampa. La sensación (y quizá solo sea una sensación, por eso lo pregunto) es que determinados sectores están utilizando la justicia como arma de desgaste contra ciertas mujeres feministas que cogen de cabeza de turco que, en el mejor de los casos, terminan con el caso archivado o sobreseído, pero tras mucho tiempo de espera, costes de abogados, etc. ¿Es mi sensación?
–La reacción ataca al feminismo tanto y tan duro como puede. Puede causar mucho desgaste a las mujeres feministas que pone en su punto de mira, y a hombres feministas que también ataca. Pero solo las desgastará si están solas. Como decía Susan Faludi al acabar su libro Reacción, juntas somos poderosas. Quienes ostentan privilegios temen perderlos, tienen miedo y atacan (privilegio era la tradicional impunidad de las violencias contra las mujeres, y es aún la impunidad de la violencia sexual; lo que temen son las consecuencias de sus actos, se defienden de la posibilidad de que estos se conozcan).
«Quienes ostentan privilegios temen perderlos, tienen miedo y atacan»
–¿Y qué se puede hacer para evitar eso?
–Las mujeres estamos tomando conciencia de nuestro poder. Hay que ser consecuentes y apoyar en la medida de nuestras posibilidades a nuestras compañeras, compañeros también, cuando les atacan por ser feministas y luchar contra esas violencias y esa impunidad. Organizarnos y ser muchas apoyando cuando la causa es justa. Salir a las calles, tomar todos los espacios (no enteros, nuestro sitio, somos poco más de la mitad), actuar en lo simbólico y en lo práctico, hacer huelga y salir masivamente a la calle el 8M, pero luchar cada día y, por ejemplo, colaborar en lo que podamos para que puedan tener una buena defensa letrada, mejor si es feminista, en esos procesos.
–¿Esto ocurre en España o también en Europa?
–Hay muchos países donde el feminismo, las feministas lo tienen mucho más difícil: la extrema derecha y/o los fundamentalismos religiosos se han hecho fuertes, o la tradición y la reacción pesan más, como en Italia; o el neoliberalismo ha abierto mucho más campo a la explotación sexual del ser humano, inmensa mayoría mujeres, como en Alemania, Países Bajos o Suiza entre otros, al legalizar la prostitución, o explotación reproductiva, al admitir la “gestación subrogada”. Imagino que en esos países ocurren estas y peores cosas. En otras zonas del mundo las defensoras de derechos humanos y de derechos de las mujeres son amenazadas y asesinadas.
También hay feministas en otros países, incluso europeos, que a pesar de nuestra precaria organización y estructura tan atomizada en España, nos observan y consideran poderoso el movimiento feminista español, capaz de organizarse y trabajar en común en movilizaciones multitudinarias en las calles, y para sacar adelante trabajos como los informes sombra al CEDAW o al GREVIO, y les sirve de inspiración, igual que aquí nos inspiramos y apoyamos en, o apoyamos a, compañeras de otros países.
«El mundo es cada vez más global y la lucha feminista debe abarcar desde lo local a lo global»
–En referencia a otros casos fuera de nuestras fronteras, a nivel victimal ¿España qué posición ocupa en el ámbito internacional?
–No conozco un ranking. Sí puedo comentar que a nivel organizativo en España las organizaciones generalistas de apoyo a las víctimas, las que apoyan a víctimas de todo tipo de delitos, son muy débiles porque están atomizadas y muchas son precarias. Los servicios de apoyo a las víctimas que dependen del Ministerio de Justicia la mayoría no cuentan con equipos multidisciplinares y tienen apoyo psicológico externalizado, en las Comunidades Autónomas (CCAA) con competencias asumidas en materia de administración de justicia están externalizados los servicios al completo. Dependen de las Administraciones, y estas los controlan pero no se responsabilizan por ellos, son servicios precarios que salen a concurso periódicamente –no hay suficiente compromiso social con las víctimas ni con quienes les atienden (se trata a sus trabajadoras/es como a “empresas”).
La atomización llega hasta el extremo de que en una CCAA como Andalucía en cada provincia gestiona el servicio una organización distinta (solo Jaén y Granada desde hace pocos años los lleva la misma cooperativa). Y no hay una organización fuerte a nivel nacional, con capacidad de interlocución social y de trabajar por la mejora de la situación de las víctimas y la efectividad de sus derechos, más allá del apoyo que puedan proporcionar en el caso particular.
Esa organización que directamente gestiona los servicios de apoyo a las víctimas a nivel nacional o que agrupa a las asociaciones que lo hacen sí existe en otros países europeos (Portugal, Países Bajos, Alemania, Austria, Francia, Inglaterra y Gales, etc.), con organizaciones que a su vez se integran a nivel europeo en Victim Support Europe (VSE) y en la Sociedad Mundial de Victimología (WSV). En España solo forman parte de VSE, de momento, dos organizaciones: la Asociación de Apoyo a Víctimas de Delitos (ANVDV), pequeña, que funciona a base de trabajo voluntario, con mínimo presupuesto y no gestiona un servicio u oficina de apoyo a las víctimas abierta al público de forma permanente y en sede judicial; y ATENIN, la Cooperativa de interés social que gestiona el SAVA de Huelva, es la única de las organizaciones que gestionan servicios de apoyo a las víctimas territoriales integrada en VSE pero no con otras organizaciones españolas.
–Creo que las víctimas de violencia (todas por supuesto) pero sobre todo las de violencia machista necesitan apoyo social para su recuperación. ¿Cómo se pueden crear las condiciones óptimas para escucharlas y apoyarlas?
–Mediante la formación en Victimología y en violencia de género obligatoria de todos los operadores que trabajan con las víctimas, y la implantación de servicios de atención a las víctimas con formación especializada y suficientemente dotados con los medios personales (equipos multidisciplinares que cuenten con el necesario respaldo institucional para llevar a cabo su labor) y los medios materiales necesarios (con oficina en todos los partidos judiciales y coordinación).
«La mujer que sufre violencia, y la que sufre violencia extrema, no la padece por ser pasiva, sino a consecuencia de un conflicto de valores y por negarse a ser o a continuar siendo sumisa»
–¿Y de quién es la responsabilidad?
–De la sociedad en su conjunto, de todos/as y cada una/o, y especialmente de los gobiernos en todos los niveles territoriales, por acción o por omisión. Os recomiendo a este respecto el libro de Iris Marion Young, Responsabilidad por la justicia (Paideia, 2011).
–Los medios de comunicación podríamos hacer mucho al respecto, ¿verdad?
–Podríais, efectivamente. De hecho hacéis. Hay medios sensacionalistas que hacen tratamientos deplorables. Pero también, cada vez más, periodistas y medios que realizan trabajos muy respetuosos y muy serios de visibilización de las violencias que realmente logran hacer llegar a sus espectadores el mensaje que es necesario transmitir: crear conciencia sobre la injusticia y el rechazo a la misma, la necesidad de implicarnos y dejar de ser espectadores pasivos.
–¿Qué se puede hacer para que la mujer comience a dejar de verse “siempre” como la víctima pasiva?
–Mirar a cada una de las mujeres como se mira a los seres humanos. Considerar la victimización como circunstancial, sin sustancializarla. Es víctima quien sufre victimización. La victimización es la causación por otra persona de un daño injusto. Hay que poner el foco en el victimario y en todo aquello que hizo posible la victimización. La víctima nunca es pasiva. La mujer que sufre violencia, y la que sufre violencia extrema, no la padece por ser pasiva, sino a consecuencia de un conflicto de valores y por negarse a ser o a continuar siendo sumisa.
–Trabajaste como Jurista-criminóloga del Servicio de Atención a la Víctima de Andalucía (SAVA) de Granada y recibiste el Premio (colectivo) Igualdad de género para entidades en 2009.
–El premio lo recibió AVIDEGRA, la cooperativa de interés social que constituimos las trabajadoras del SAVA para poder continuar realizando nuestro trabajo. En 2009 la Diputación de Granada premió nuestra trayectoria de 10 años atendiendo y apoyando para la realización efectiva de sus derechos a las víctimas de la provincia, tanto en la atención directa como en la coordinación con el resto de instituciones y servicios implicados. Atendíamos –estos servicios atienden– a hombres y mujeres de todas las edades y por cualquier tipo de delito, pero un porcentaje importante de las víctimas eran mujeres y los delitos con más incidencia eran violencia de género.
Paradójicamente el mismo año del premio (donde hice, de acuerdo con mis compañeras, un discurso breve pero bastante reivindicativo, reclamando, como hacíamos en las memorias del servicio, los medios precisos para realizar nuestro trabajo, nos vimos eyectadas del sistema por privatización al adjudicarse el servicio a una empresa comercial. Hoy ya la Directiva de víctimas (29/2012/UE) y la Ley del Estatuto de la víctima del delito excluyen esa posibilidad al determinar que los servicios para víctimas deberán ser gestionados directamente por las administraciones responsables o por organizaciones sin ánimo de lucro.
Por otra parte, también he ganado el XI Premio Académico Excmo. Sr. D. Luis Portero García, de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación de Granada, al trabajo de investigación Los derechos de las víctimas, la realidad victimal y la asistencia a las víctimas de delitos en España y las Comunidades Autónomas. Los derechos victimales como derechos humanos fundamentales, que era mi tesis doctoral entonces en curso tal y como iba a finales de 2012. Para mí, que hacía mi tesis sin beca, contrato ni pertenencia a proyecto de investigación alguno, solo con respaldo familiar, fue una inyección de energía y una alegría importante (y un poquito de dinero que alargó algo la duración de mis ahorros).

–Tu activismo feminista y a favor de los derechos humanos es imparable. Estás vinculada a organizaciones que así lo demuestran: Fórum de Política Feminista, Amnistía Internacional, Sociedad Mundial de victimología, Asociación Nacional de Víctimas de Delitos violentos… ¿Cuál es la dirección a seguir que se plantea en esos foros? ¿Vamos por buen camino?
–Actualizo esa lista. Sale de ella una organización. En 2018, después de tiempo dándole vueltas, pedí la baja de Amnistía Internacional comunicando a la organización el porqué: no quiero formar parte (aunque aún firme y difunda algunas campañas) de una organización que con su posicionamiento se ubica junto a quienes defienden y promueven esa forma de explotación humana que denominan «trabajo sexual» que tan íntimamente relacionada está con la violencia contra las mujeres, la trata de seres humanos y las peores violaciones de derechos humanos que esta conlleva, porque entiendo que la regulación de la prostitución lo que hace es legitimar el proxenetismo y no ayuda a las mujeres en prostitución, ni a las mujeres en conjunto, a enfrentarse a la discriminación y opresión de género ni a superarla.
Desde finales de 2016 colaboro con Feminicidio.net, y soy socia de Mujeres Juristas Themis, y de MSF, MdM España, ACNUR o Aldeas Infantiles SOS (pagando en todas las cuotas mínimas porque mi economía es muy precaria).
La dirección en todas estas organizaciones es defender los derechos humanos, y los de las humanas especialmente por ser quienes sufren más violaciones de sus derechos; en ese camino andamos, me parece necesario e irrenunciable, siempre con un posicionamiento crítico y autocrítico, porque si no se pueden dar pasos en falso (como por ejemplo los que conducen a un populismo punitivista que no resuelve problemas, sino que los perpetúa).
UN RAYO DE ESPERANZA
Hay mucha violencia, pero más vida, alegría, cariño, amistad, amor, solidaridad, sororidad… Cuenta María del Mar Daza: «Soy escéptica, a veces pesimista, temo que el mundo no va a mejor, el neoliberalismo salvaje, despersonalizado, en que se transforma el sistema capitalista no da tregua al planeta, contaminamos, esquilmamos, nos cargamos todo y no vemos cómo frenar porque el negocio manda. Pero, entretanto, también la vida se impone, sigue, y encuentro esperanza en lo cotidiano, en la buena gente que es mucha, y hace muchísimas cosas hermosas, maravillosas, solidarias, cuidadosas, que dan rayos de luz a quien tienen cerca. Hay miles de proyectos valiosísimos».
–¿Qué guía o ruta debemos seguir las feministas dentro del ámbito jurídico?
–Uf, difícil, guía, desde el ámbito jurídico… Olvidarnos de la compartimentación del conocimiento en apartados estancos sería buena cosa para empezar. El mundo es complejo y lo jurídico no puede estar aislado de la vida, de la realidad que pretende regular. Y, como es carencia crónica, en el ámbito jurídico como en cualquier otro, #FeminismoParaVivir. Leer, estudiar, atender a las aportaciones de las mujeres al conocimiento que ya no cabe ignorar como se hizo históricamente excluyéndolas; escuchar a todas las partes en cada conflicto, tener la mente y el corazón abiertos para valorar las circunstancias de cada caso, de cada situación y la mejor forma de resolverla con las herramientas que nos proporciona el ordenamiento jurídico vigente.
En general, no solo para lo jurídico, el librito de Edgar Morin Los siete saberes necesarios para la educación del futuro (UNESCO, 1999) también podría ser buena guía, sencilla y accesible para todo el mundo.
Una de mis guías es también intentar (en la medida de mis limitadas posibilidades), democratizar el conocimiento jurídico, hacerlo accesible a personas legas en Derecho; me parece importante que todo el mundo entienda lo jurídico, puesto que todas/os somos responsables de cómo se configuran las normas, de cambiarlas cuando es preciso, y de cumplirlas.
–¿Algún proyecto que quieras compartir?
–Me interesan mucho los proyectos de visibilización y análisis de la violencia contra las mujeres en España que está realizando el equipo de Feminicidio.net, en el que participo.
Como proyectos propios me gustaría encontrar la forma de publicar el libro que tengo en el cajón sobre los Programas de ayudas a víctimas de delitos violentos en España, y que el Curso on-line para víctimas de violencia de género Salir de la trampa, recuperar mi vida, que coordino en el CAEE, un centro de formación privado, llegara a mucha gente, pues creo que puede ayudar a superar situaciones de violencia y a empoderarse a muchas mujeres facilitándoles saber qué pueden esperar del sistema, qué derechos tienen, cómo reclamarlos y qué necesita cambiar. He invertido mucho esfuerzo en ese proyecto, encabezando un equipo de siete profesionales, pero ahora hace falta que interese al público. Eso también me ayudaría a volver a subsistir de mi trabajo haciendo lo que me gusta.
Muy explicito. Definición magistral. El CGPJ debería de informar en las estadísticas toda forma de abuso machista aparte del femicidio