Este viernes se estrena dentro de la sección Panorama Andaluz el largo de la sevillana Rocío Huertas, que reflexiona sobre el que fuera su barrio de infancia, la Alameda de Hércules, y los cambios que ha traído consigo la especulación inmobiliaria y la gentrificación en un lugar conocido por ser el gueto de ‘las putas y los yonquis’ y la cultura underground. La autora los hilvana con sus propios recuerdos personales, a través de collages animados, en lo que quiere ser memoria colectiva de este barrio histórico.
Cuenta Rocío Huertas que ‘La Alameda 2018’ «ha sido un viaje de ida y vuelta entre la ficción y la no ficción a lo largo de muchos años. Esto empezó en 2004-2005, empecé a querer hacer un proyecto, pensando que podía ser una obra de teatro, o una película, no lo sabía muy bien, empecé a escribir cosas sobre la memoria familiar, sobre la gente que había conocido en el sitio que me había criado. donde había crecido y tenía los vínculos y las vivencias más fuertes. Lo que escribía, mis pensamientos, me llevaban a la memoria, la memoria del barrio. Lo hacía desde la distancia, viviendo el contraste de Berlín, que era abismal, desde fuera lo veía mucho más exótico. Me dieron una beca por un taller de desarrollo de guión y allí empecé a desarrollar estas mismas ideas de la memoria, el barrio. Me inspiré para hacer ficción en cosas que recordaba, en mujeres que había conocido, gente con la que había vivido, a lo largo de mi vida. Desarrollé este proyecto… y en 2012 llegó la grabación. Mi plan era que quería contar lo mismo pero volviendo a la realidad, volver a los personajes que inspiraron esa ficción». Después de varios cambios en la producción, la recta final se grabó el año pasado durante las actividades paralelas del Festival de Cine de Sevilla.
La prostitución es uno de los temas sobre los que gira la película. A lo largo de las entrevistas a personajes emblemáticos de la Alameda, empezaron a salir también los cambios del barrio, «cómo nos había afectado, sobre todo a gente que había sido expulsada, había algunos que tenía que ir a buscarlos a otro sitio». Y la especulación inmobiliaria se quedó como uno de los temas principales, «los cambios a partir de toda esa planificación urbanística que depende del mercado». «También quisimos preguntar a toda esta gente del mundo cultural, que era vista como un gueto«. Estos tres temas conforman ‘La Alameda 2018’, «a raíz de todas las entrevistas a todas las personas que aparecen en la película, junto con sus recuerdos infancia». Entre ellos, Deborah Santa Cruz de la Jara, Manolo Solo, o el desaparecido Fernando Mansilla.
Estos testimonios encajan como las piezas de un puzzle con las animaciones de Rocío Huertas, donde recrea sus propios recuerdos autobiográficos. «Los recuerdos de infancia son algo onírico, la gente habla de sus recuerdos como si fuera un sueño, algo que recuerda vagamente y que no entiende muy bien pero que le hace muchísima ilusión compartirlo».
Un film que no desentona con la trayectoria de una autora que produce animación, ficción, cine experimental o de creación, y cuya obra ha sido reconocida muchas veces a escala internacional. La situación de alarma por el Covid la ha pillado, para variar, en casa. «No he tenido una fecha, un objetivo ni nada, he aprovechado para montar y éste ha sido el último empujón».
«En este caso, no ha habido apoyo económico ni público ni privado, el único el SEFF el año pasado para hacer la ruta final. Esta película está hecha con cero presupuesto y profesionales amigos y amigas que querían participar, así que se ha convertido en una construcción colectiva. Sería genial ganar algún premio, que iría a parar a la distribución y podría haber remuneración para todo el mundo. Es una película colaborativa».
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