Nuria Capdevila-Argüelles es Catedrática de Estudios Hispánicos y de Género en la Universidad de Exeter (Reino Unido), investigadora y feminista. También es experta en la obra de Elena Fortún y editora de la biblioteca del mismo nombre, de la que acaba de editar entre 2017 y este 2018 algunas obras inéditas: como Oculto Sendero o la reciente Celia se casa. Además, es autora de varios libros –Autoras inciertas o Artistas y precursoras–, además de investigadora.
Capdevila-Argüelles es especialista en rescatar del olvido a las mujeres enterradas, o encerradas en armarios del siglo XX, a las que saca de la oscuridad en las que quedaron relegadas al olvido. Rescata sus obras y rescata sus vidas, porque, como nos dice, “las vidas de estas mujeres están llenas de palabras y silencios, silencios que también están llenos de palabras”.
– Estudias la licenciatura de Filología en la Universidad de León, ¿Cómo llegas a la cátedra en Exeter?
– Toda mi vida profesional ha sido fuera de España. Soy una de esas personas que, con una beca Erasmus, se va para no volver. Me fui a Escocia y fui encadenando oportunidades. Lectora, becaria de doctorado, beca postdoctorado y mi primera plaza de titular. Fui la primera mujer posdoctoral en Oxford en Estudios hispánicos, con la beca Reina Sofía. Luego, me doctoré en la Universidad de Edimburgo. He recorrido bastante Gran Bretaña, en un total de cinco universidades anglosajonas, hasta que en el año 2005 ya empiezo en Exeter, hasta ahora. Pero, considero que ser hispanista en los márgenes, desde fuera, es un privilegio. Y tengo muy claro que donde quiero que resuene mi trabajo, es aquí.
– ¿Hay interés en Gran Bretaña por nuestras mujeres del siglo XX?
– Hay una salud muy buena en esta disciplina. Los estudios hispanistas tienen una muy buena salud académica. He sido una hispanista que ha tenido que cultivar la paciencia, porque ha llevado muchos años que mi tema de investigación llegara al centro de la sociedad, del debate académico y del debate cultural, como estamos asistiendo ahora.
– ¿Cómo es posible que muchas de las mujeres españolas que estudias e investigas sean absolutas desconocidas en España y, sin embargo, sean estudiadas en Gran Bretaña?
– ¡Tienes toda la razón! Carmen Laforet se empieza a enseñar dentro del hispanismo americano y anglosajón desde el momento que gana el premio Nadal, en 1944. Y se empieza a hablar de Ángela Figueras, por ejemplo, otra de las muchas autoras del siglo XX que han formado parte de la investigación sobre feminismo que, trabajosamente ha ido avanzando dentro de las Humanidades globales y también dentro del hispanismo. Es una realidad que este también se ha nutrido del desarrollo académico del feminismo. Tenemos, por ejemplo, a Roberta Jhonson, amiga íntima de Carmen Laforet, muy consciente ya, en los años 60-70, de que estaba ante la autora de uno de los textos más importantes de nuestra literatura del siglo XX.
«Hombres y mujeres, todos, podemos elaborar un producto cultural, sea libro, sea una película, sea una canción, que explore temas de género»
– ¿Cómo afecta la cuestión del ‘género’ en la literatura?
– Hablar de cuestión de ‘género’ es una cuestión increíblemente amplia. Yo parto siempre de la premisa de que no siempre el público es consciente de que hay una separación sexo-género. Cada vez más, por suerte. Pero, si por tu nivel cultural o por tu formación, no eres consciente de que sexo y género se separan en relación a una construcción social, que tiene una historia de discriminación, evidentemente esencializas. Y piensas que ‘mujer’ equivale a ‘femenino’. Entonces, por supuesto que vas a decir que la literatura femenina es la que hacen las mujeres. Porque un libro lo firme una mujer o una película la haya dirigido una mujer, podrías decir que es femenina. Pero, desde luego, eso no tiene nada que ver con el contenido. Y si hablamos de contenido feminista, eso ya es otra cuestión. Sería el examen de temas que son pertinentes para una mejor comprensión de nuestra historia. Hombres y mujeres, todos, podemos elaborar un producto cultural, sea libro, sea una película, sea una canción, que explore temas de ‘género’. Por ejemplo, tenemos ahora a Octavio Salazar, que se reivindica a sí mismo como hombre feminista. Pienso que hace falta que haya más hombres que hagan esto. El feminismo tiene una historia que ya no se puede cambiar, cuyo objeto es la plena igualdad de derechos de la mujer, la plena igualdad ciudadana y la no discriminación. Si tú crees en esto, ya te puedes poner el apellido de ‘feminista’.
– ¿Qué entendemos por femenino?
– A mí la feminidad esencial no me interesa. Como decía Almudena Grandes, es un ídolo tramposo. Pero, es un discurso, una parte de la cultura que está ahí.
“El feminismo tiene una historia que ya no se puede cambiar, cuyo objeto es la plena igualdad de derechos de la mujer, la plena igualdad ciudadana la no discriminación”
– ¿Qué mujeres autoras de la primera mitad del siglo XX debiera conocer cualquier mujer junto con su vida y obras?
– Una persona que es culta, igual empieza por decir que no importa la vida de las autoras. Y yo te diría que a mí me ha importado muchísimo la vida de estas autoras. Porque un concepto clave en mi trabajo es el concepto de autoría incierta. A mí me ha interesado mucho, en especial cuando era una investigadora joven y tenía que luchar por ganarme una beca o defender mi campo de investigación. Entonces, algún catedrático o algún varón con poder académico, me preguntaba que por qué iba a estudiar alguna mujer que “no tenía obra”. Y yo le respondía que me interesaba muchísimo adentrarme en las razones por las cuales una mujer puede tener poca obra.
La noción de autor canónico, es decir un hombre con una obra sólida, a mí no me vale como historiadora feminista. Porque hay muchas mujeres cuya autoría es incierta; es decir, no la han podido desarrollar en toda su plenitud. Eso no impide que su contribución a las letras o al conocimiento no haya sido absolutamente fundamental. Pero hay que entender, también, porque es una página clave dentro de la historia de la violencia contra las mujeres y la historia de la discriminación, saber, por ejemplo, por qué Luisa Carnés no escribe más. O por qué Elena Fortún no se lanza a la novela y se restringe a esa coletilla de literatura infantil. Otra imprescindible es Carmen Martín Gaite, una mujer con obra sólida y que logró vivir de la literatura. O Rosa Chacel, cuyas amigas escritoras logran gestionar que se le dé una pensión.
Tambien me interesa muchísimo la época de silencio de Ana María Matute, la función autora de Ana María Matute, un ser humano que intelectualmente promete muchísimo en su juventud y que, cuando llega la Guerra Civil, queda marcada; que sufrió, además, el castigo maternal, cuando cae en depresión tras quitarle a su hijo. Pero, que es capaz de resurgir y emerger como autora digna de respeto académico, que logra tener éxito y vivir de la literatura. La miseria en la que muchas grandes escritoras llegaron a vivir hay que explicarlo. Me refiero también a la ‘precariedad’, explicada por Carmen G. de la Cueva, que afecta a muchas escritoras, pero que no las empequeñece.
– Cuando hablamos de algunos autores, como por ejemplo Lorca o Miguel Hernández, su vida y muerte sí que ha condicionado su obra y su percepción del público. ¿Por qué con las mujeres no sería válido?
– La idea de la muerte del autor ha dominado el estudio de la literatura. La biografía y autobiografía ha vuelto a resurgir gracias a la perspectiva de género y al feminismo. En Lorca y Miguel Hernández tenemos muertes a destiempo, como en el caso de Marta Gil. Cuando investigas a algún autor o autora que ha tenido una muerte a destiempo, hay que tener cuidado que no te domine esa muerte en el trabajo que haces. Y, a la vez, en el caso de las mujeres, yo pienso que siempre hay una muerte a destiempo: el olvido. Pienso que los grandes fantasmas de la modernidad española son mujeres. Los hispanistas anglosajones parten de la premisa de España como problema, y hablan del ‘olvido’ como parte integrante de nuestra historia. El enterrar fantasmas. Pero, un fantasma vuelve a rondarnos porque tiene un mensaje del pasado. Para mí, los grandes fantasmas de la modernidad de nuestro siglo XX son las mujeres escritoras. Y, los fantasmas, vuelven. Y se quedan para que les escuchemos. Y, hasta que no les escuches y entiendas el pasado, te van a rondar.
Estamos en un momento de la historia en femenino y del feminismo en el que somos una piedra en el zapato del patriarcado, de los escritores e ilustres misóginos, que demuestran que el tema de las escritoras incomoda. Y hasta que no incorporemos el discurso de estas mujeres, no van a dejar de incomodar. Porque, todos necesitamos historia, todos necesitamos pasado. Y si no lo tenemos, lo vamos a seguir buscando.
“Los grandes fantasmas de la modernidad de nuestro siglo XX son las mujeres escritoras”
– ¿Cuáles fueron las renuncias que tuvieron que hacer las mujeres escritoras del siglo XX en España?
– Una de las cosas que más me obsesionan es reconstruir el siglo XX desde una perspectiva feminista. Habría que destacar que consiguieron crear las redes de mujeres. Se ha dicho muchas veces que el franquismo cortó todo, pero no lo hace. No se puede asumir que las mujeres iban a aceptar los imperativos del régimen y la vuelta del patriarcado sin rechistar. Hubo mecanismos de disidencia. Y habría que analizar el siglo pasado desde el punto de vista de la continuidad del movimiento feminista.
Partimos de la premisa de que ser mujer es siempre un problema. Y lo sigue siendo hoy, que el Estado nos discute. ¿Qué hacer con la maternidad? Su papel en la economía, cómo integrarla a la sociedad… Tenemos que dejar de ser objeto de discurso y reclamar la voz, reclamar la Historia )con mayúsculas).
En cuanto a las escritoras, son ciudadanas de segunda, dentro de ese país llamado ‘canon’, en un mundo mayoritariamente masculino. Las mujeres que se adentraron en ese mundo, se enfrentaron a la discriminación. Las escritoras del siglo XX se han enfrentado, sobre todo, a la discriminación, sin poder nombrarla, puesto que ese concepto es muy nuevo. Es muy importante poder usar esa palabra para nombrar la violencia contra nosotras. No tener palabras y no tener conocimientos ha sido el gran lastre para la conciencia de las mujeres. Y poder nombrarla, nos sirve para reclamar justicia, para poder crear un discurso legal y, al mismo tiempo, poder luchar.
– ¿Quién es Elena Fortún en tu vida?
– Es una abuela literaria. Crecí sin conocer la vida de mi abuela. Incluso en la universidad de León, donde estudiaba Filología, no estudié Historia española. Es decir, soy el producto del olvido institucionalizado de nuestra historia. Y yo lo necesitaba, por eso amaba a Celia, porque ella hablaba de mi necesidad de pasado y de memoria. Vi una identificación con un personaje que podía ser yo en otro tiempo. Me acompañó durante mi infancia y mi adolescencia y tuve la suerte de tener una relación epistolar maravillosa con Marisol Dorao, que dejó en mí la enseñanza de que hay que saber esperar y reconocer los tiempos adecuados para todo. Por fin tuve los conocimientos para saldar la deuda de compañía y pude darle cuerpo y memoria a Elena Fortún. Hemos ido creando feminismo y conciencia. Estamos en un momento en que necesitamos abrazar la complejidad de nuestro pasado y descubrir quiénes somos. Interesan las vidas, que a algunos hispanistas pudieran parecerle anodinos, e interesan muchísimo los silencios. Porque el silencio está lleno de palabras.
“Estamos en un momento de la historia en femenino y del feminismo en el que somos una piedra en el zapato del patriarcado, de los escritores e ilustres misóginos, que demuestran que el tema de las escritoras incomoda”
– Has editado muchas obras de Elena Fortún, en la Colección Biblioteca Elena Fortún de Editorial Renacimiento. ¿Qué interés despierta su obra?
– Dirigimos la colección María Jesús Fraga y yo, y hemos apostado por la literatura de exilio. No salían cosas de ella desde los años 80 y existía un vacío. Tenemos un apetito enorme por las experiencias del exilio y, de ese mundo, de las modernas. Las conexiones entre las exiliadas y las que se quedaban, a través de la correspondencia. Y con posterioridad, las que regresaron. Es una pieza fundamental, diaspórica y dispersa, de nuestro feminismo, de la historia de las ideas creada por las mujeres.
– Cuando hayamos rescatado a todas estas mujeres olvidadas, ¿la generación que pueda estudiarlas, habrá mutado? ¿Hay esperanzas de que el conocimiento de las vidas de estas mujeres escritoras y sus sacrificios servirá para que las nuevas generaciones construyan un mejor futuro en base a este nuevo pasado?
– Sí. Pero, hay una gran incógnita ahí. ¿Qué va a pasar con la historia de las ideas? ¿Qué va a pasar con la historia del conocimiento femenino y el debate literario? ¿Qué va a pasar con el retrato y la biografía? No podemos saberlo. Creo que el impacto en el mundo editorial está siendo sorprendente. Y esto es algo que a mí me interesa muchísimo. Tenemos que acercarlas al público, aun no disponiendo de los medios de las grandes editoriales. Si se logra incorporarlas a los temarios pueden ocupar un nuevo lugar en las aulas. En definitiva, el público va a tener la última palabra. Me gustaría pensar que vamos a formar un nuevo canon y vamos a completar la historia del siglo XX, con ellas.
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