Antonia Cantero era una niña de quince años cuando dio a luz a su segundo hijo -su primogénito nació un año antes-, en 1970, pero le dijeron que había muerto. Un año más tarde, en 1971, volvió a quedarse embarazada, parió y le dijeron lo mismo. Nunca llegó a verlos y poder certificar que habían fallecido. Sucedió de la misma manera y en el mismo sitio, el antiguo Hospital de las Cinco Llagas de Sevilla. Esta es su historia.
“Entré embarazada de siete meses en el hospital, fui con mi marido y una vecina. Me metieron en una sala a mí sola y me quedé allí porque era de madrugada. Así que entré sola en una sala muy pequeña, como me dijeron, lo hice con mi cestita, porque antiguamente había que llevar la ropa del bebé y la que nos pusiéramos las madres. Entonces me reconoció el médico en una borriqueta de aluminio. Había otro médico más, ninguna matrona”, relata.
Le pusieron lo que antes llamaban ‘goteo’ en el brazo, como si fuera un suero, y la dejaron dormida. Cuando ya se despertó, estaba en la Sala del Rosario -la sala del hospital adonde trasladaban a las mujeres embarazadas como Antonia, que perdían a sus bebés-. “Lo sé porque lo pone en los papeles”, recuerda Antonia. “Tuve al niño y le dijeron a mi madre y a mi marido que el niño había muerto. Yo no lo vi, ni mi marido, ni mi madre. Ella fue a ver una monja para que se lo enseñara y le dijo que no podía. Que no estaba el médico y que su hija (yo) era primeriza; mi madre le dijo que no era cierto porque llevaba a mi hijo mayor de 13 meses en brazos. La monja le contestó que ese hijo no era mío, a lo que mi madre replicó: “Pues será de usted”. Y ahí se quedó: “Ni nos lo enseñaron, ni fuimos al cementerio, ni nada de nada…”.
El segundo hijo perdido…
En 1971, Antonia se volvió a poner de parto de madrugada y la llevaron al mismo hospital, esta vez embarazada de ocho meses. El procedimiento fue similar: “Antes de entrar en la sala había como una escalera de caracol por donde bajaban los médicos. A mí me atendieron al cabo de las dos horas. Mi marido se escapó de la sala de visitas y entró para preguntarme qué pasaba. Le contesté que todavía no me habían llamado. Estuvo un rato conmigo y se fue para para que los médicos no le llamaran la atención, porque antes no podía entrar ningún hombre”.
Cuando le llamaron, en esa ocasión, había tres médicos: «un hombre más mayor y dos jovencitos». La reconocieron en un borriquete y el mayor le dijo: “venga, échate abajo que ahora te llamamos”. Uno de los médicos jóvenes añadió: “ten cuidado con la chavala porque está de parto. Pero se fueron para abajo y a mí me dejaron sola en la sala. Cuando ya empecé con dolores, me agarraba a la pared, a los azulejos y, de los tirones que daba, se caían”.
Acudieron dos médicos y la llevaron a la sala de paritorio. Le volvieron a poner el goteo y pidieron que contara hasta 10, hasta que se quedó dormida. “Como el niño nació con ocho meses, no lo metieron en la incubadora, sino en una cunita que era de plástico transparente… Mi niño nació en agosto de madrugada y a mí me pone en los papeles que nació el 16 o el 17 de julio a las 16:00. Eso no es verdad. Además, cuando a mí me pasaron a la Sala del Rosario, yo fui a ver a mi niño que tenía una gomita en la nariz”, asegura.
Al otro día por la mañana llegó el doctor Bedoya -ya fallecido, en aquel momento director del hospital, cuyo nombre se ha visto envuelto en numerosos casos de niños robados- con cuatro o cinco chavales jóvenes en la sala y le reconoció la barriga y, a continuación, le dio el alta. Cuando Antonia le preguntó que cuándo podía ver a su niño, le contestó que había muerto la noche pasada… “Yo me puse a llorar. Mi madre y mi marido me dijeron que les habían dicho que el niño había muerto, pero yo les decía que no, porque yo vi a mi niño sano, que se movía, un niño grande, moreno… Al del año 70 no lo llegué a ver, pero a este del 71 sí… Al ver a tu hijo, a ti eso no se te va de la cabeza porque tú ya tienes la visión de tu hijo para siempre”.
«Nos dijeron que había muerto y ya está»
Antonia se siente dolida, resentida: “Nos dijeron que había muerto y ya está. Tú no podías protestar en el año 1971 porque te pegaban… Antes no se podía hablar como ahora. Ni yo sabía lo que sé ahora, porque si lo llego a saber no me voy sin ver a ninguno de los dos y, de ser cierto, no los entierran ellos, lo entierro yo. Lo que pasa es que mi cabeza da muchas vueltas. He ido al cementerio y he visto los documentos tanto del 70 como del 71”. El del año 70, lamenta Antonia, “reza como que está muerto y enterrado en una fosa común; pero el del 71 no reza en ningún sitio, ni muerto ni vivo. En los papeles del hospital leí que yo no he tenido allí ningún niño. Y he tenido nada menos que tres en el Hospital de las Cinco Llagas; uno cuando yo tenía 14 años, otro con 15 y otro con 16. ¡Y dicen que no tengo historia! Y en los papeles del año 71 consta que fui al juzgado y puse una denuncia. Eso no es verdad, porque yo estaba casada y si llego a poner una denuncia, la hubiera puesto mi marido, no yo. Porque yo me casé con 13 años y sigo con el mismo hombre. Me falsificaron los papeles porque mi firma no es”.
Antonia no sabe a qué se debe lo de la denuncia. “No tiene ningún sentido con 16 años y tengo la firma falsificada. Llevo en la Asociación Sevilla Bebés Robados desde hace seis o siete años y me han acompañado en muchos trámites. Como ir al Juzgado y pedir una documentación y escuchar que no me pertenecía…”. Su madre le decía que el niño del 71 se lo habían quitado. “Mi madre está muerta pero desde que nació me lo dijo. Porque lo vimos vivo, no estaba enfermito… Cuando empecé a llorar estaba con el doctor Bedoya que me dijo: no llores, si tú para el año que viene otra vez estás aquí, si tú eres muy joven…”.
Antonia tuvo más hijos: “Una niña del año 1972, mi Rocío, que la tuve en el mismo hospital; después tengo otro con 45 años y, por último, tengo la niña que va a cumplir 42. Dos niños y dos niñas”.
“En aquel entonces no sabíamos estas cosas porque yo tenía 16 años. Me decían que tenía un bultito en la matriz, que provocaba que los niños llegaran antes de tiempo. Pero no era eso, sino que era muy joven y mi cuerpo no estaba desarrollado para quedarme embarazada y tener un niño de nueve meses. Porque mi niña del 72 también es de ocho meses. Con el de 45 años del 74 ya tenía 18 años y un cuerpo de mujer. A mi niño ese lo tuve estupendamente y pesó más de 4 kilos. Y después llegó la niña que nació en 1978, pesó 3,5 kilos y la tuve muy bien en el Virgen del Rocío”.
Sigue buscándolos
Antonia no se ha rendido. Cuando fue a atestiguar lo que le había pasado, «la policía tenía las cuatro fotos de mis hijos allí entre la documentación. Supuestamente estaba investigando ante la presión de la Asociación de Bebés Robados. Me llamaron allí a declarar con mi marido y el abogado. Me equivoqué de fecha y me enseñaron fotos de niños, y no pude ver a ninguno de los dos míos porque no me los enseñaron… Por entonces el hospital lo llevaban los franciscanos, curas y monjas de la caridad. El cura llevaba el hábito marrón y las sandalias. Si yo estaba casada y tenía el ocaso, ¿por qué no me los dieron para enterrarlos donde yo quisiera? Pero a nadie preguntaron nada. En el hospital no me dan papeles pero yo tengo las cartillitas de mis niños como que han nacido en el hospital. No la tengo del año 70, pero sí del 69 y del 71 que, supuestamente, pesaba dos kilos. Pero eso tampoco es verdad. Los únicos papeles que tengo son los de los juzgados. Mi abogado ha denunciado y tiene mis papeles. Mi caso está archivado provisionalmente porque no quieren investigar».
Y concluye: «Yo sigo buscándolos, porque lo mismo que he tenido cuatro podía haber tenido seis. O hubiera tenido menos. Pero esos hijos son míos, que los he tenido en mi barriga. Y quiero saber dónde están mis hijos, si están vivos, muertos, si están bien o no lo están… yo sus vida no se las voy a interrumpir, eso se lo dije a la policía, lo único que quiero saber es que están vivos y están bien. No quiero dinero siquiera. Solo quiero ver a mis hijos y saber por qué me los quitaron y qué les han dicho a mis hijos que yo era. Y que sepan que su madre ni los dio ni los vendió. Se los quitaron. Era muy joven. Pero yo estaba embarazada y casada con mi marido. Que sepan que tienen su padre, madre y sus hermanos».
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