TEXTO: Rafael Calero Palma (escritor y poeta).
Hace unas semanas, la editorial Lumen publicó el libro de relatos Algo que quería contarte, de la escritora canadiense Alice Munro, Premio Nobel de Literatura en 2013. Se trata del tercer libro que escribió Munro, que había debutado en 1968 con el libro de relatos Dance of the Happy Shades, nunca traducido al castellano hasta la fecha y había continuado con su primera novela, La vida de las mujeres, editada en 1971. Algo que quería contarte es una colección de trece relatos publicados originalmente en 1974, que hasta ahora habían permanecido inéditos en nuestro idioma. Como es bien sabido, desde ese momento hasta la actualidad, la cuentista más destacada de la literatura escrita en inglés, ha escrito y publicado algunos de los libros más importantes del género, como Odio, amistad, noviazgo, amor, matrimonio, de 2001, o Demasiada felicidad, publicado en 2009, probablemente la obra que coronó la cima de su carrera literaria y uno de los mejores libros de lo que va de siglo XXI.
En esta nueva entrega de Munro, que en realidad fue su segunda colección de relatos cortos, ya se podían encontrar algunas de las características que, con el paso de los años, convertirían a su autora en la reina indiscutible del relato corto, un género en el que se mueve como pez en el agua. Estos trece relatos ya contenían —aunque fuera de manera embrionaria— todo el universo que la escritora canadiense ha ido desarrollando en su obra posterior: la magia, la maestría técnica, la densidad en la creación, las atmósferas únicas en las que sitúa a sus personajes, la manera de penetrar en sus mentes, etc. Todo, absolutamente todo lo que vendría después, ya se puede encontrar en estas páginas.
En cuanto a la temática, a lo largo de las trescientas páginas que conforman esta obra, encontramos relatos que tratan los temas preferidos de la autora, que van desde la maternidad a los amores que pudieron ser y no fueron, pasando por la amistad, la muerte, las relaciones entre madres, hijas, hermanas, primas, etc., el desamparo frente al amor (uno de sus temas favoritos y más tratados a lo largo de su trayectoria) o la mirada a un pasado que deja atrás un mundo que desaparece para siempre.
Una característica que llama poderosamente la atención de estos relatos es que, a pesar de la brevedad y la contención con la que fueron escritos, cada uno de ellos tiene la fuerza de una novela. Alice Munro demuestra, una vez más, (siguiendo el ejemplo de su admiradísimo Henry James) que la brevedad no está reñida con la calidad y que no hace falta escribir un tocho de setecientas páginas para ser una escritora de primerísima fila. Leyéndola a ella, más bien lo correcto sería pensar todo lo contrario.
Pero ojo, tengo que advertir que los relatos de Munro no pertenecen a ese tipo de literatura que se pueda leer mientras la tele está puesta o se piensa en cualquier otra cosa. Leer a Munro requiere un esfuerzo para poder entrar en su universo. Y a veces es necesaria más de una lectura para poder comprender en toda su grandeza lo que la autora nos plantea.
Tengo que confesar que pocos escritores hay en la actualidad que me hagan disfrutar tanto como lo hace esta mujer. Sospecho que algo tendrá que ver que Alice Munro sea una escritora que fascina a otros muchos escritores: Sara Mesa. Elvira Lindo, Lorrie Moore, Amy Hempel, Jonathan Franzen, Antonio Muñoz Molina, Joyce Carol Oates o Javier Marías han alabado en algún momento la obra de esta portentosa narradora. En cierta ocasión, el escritor Ethan Canin escribió que los “relatos de Alice Munro hacen que los de cualquier otra persona parezcan escritos por un bebé”. Así exactamente es como es. Nadie, en la actualidad, es capaz de escribir un relato corto con la precisión y el lujo de detalles que ella ofrece. Por eso nos gustan tanto los libros de Alice Munro. Por eso son absolutamente imprescindibles.
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